Ofender a un juez
Insisto, no pasa una semana sin que el se?or magistrado deje de dar la campanada. En verdad que si los dem¨¢s funcionarios de? Estado o de la Administraci¨®n civil desplegaran la misma capacidad de los jueces para hacer de? ejercicio de su profesi¨®n un espect¨¢culo de masas, no quedar¨ªa en el peri¨®dico espacio para la mancheta. Ni la perestroika, ni la brutalidad israel¨ª, ni el 312 Congreso del PSOE, ni la crisis del Barcelona, ni -apurando las cosas ,hasta el extremo- el tit¨¢nico y solitario esfuerzo de Juan Goytisolo por destruir la novela tendr¨ªan sitio entre sus p¨¢ginas. Un peri¨®dico exclusivamente dedicado a la cr¨®nica de los tribunales, he ah¨ª el fil¨®n. Por lo que mirando el panorama desde el punto de vista del espectador desencantado de la televisi¨®n, o del resignado militante del partido comunista, o del votante de derechas, o del insaciable lector de la novela contempor¨¢nea, habr¨¢ que reconocer que solamente la magistratura acierta a mantener la alegr¨ªa de este pa¨ªs, labor otrora encomendada a la guitarra.En esta ocasi¨®n ha sido don Guillermo Ruiz Polanco, titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 1 de la Audiencia de Pamplona, el encargado de mover el badajo. Ya lo hab¨ªa hecho con eficaz resonancia el pasado mes de noviembre al ordenar la prisi¨®n incondicional de Cristina Almeida por un presunto delito de injurias, pero sin duda la tregua de la pascua judicial s¨®lo ha servido para alimentar su afici¨®n, probablemente espoleada tamibi¨¦n por cierta desgana de sus colegas a aparecer ¨²ltimamente en p¨²blico, por la reciente lenidad con que contemplan los numerosos desacatos del ciudadano espa?ol hacia el orden y el poder establecidos.
El se?or Ruiz Polanco, acaso no del todo satisfecho de su actuaci¨®n novembrina, ha decidido ir m¨¢s all¨¢: "Ma?ana mejor", se dijo durante el descanso pascual, como el viejo acr¨®bata. Del simple mortal ha pasado al doble o al triple, qu¨¦ m¨¢s da.
Una vuelta m¨¢s a la tuerca y ahora sin red. Ahora se ha permitido absolver a Cristina Almeida del mismo presunto delito de injurias, no porque no exista tal delito (eso es lo que se desprende de la sentencia), sino porque Cristina Almeida no es qui¨¦n para cometerlo. No puede ofender a un juez. As¨ª de simple. "No ofende quien quiere, sino quien puede", dice el se?or Ruiz Polanco, para a?adir a continuaci¨®n una tautolog¨ªa digna de la mejor prosa judicial, "y mal puede ofender quien, por lo dicho, no puede, y que, por otra parte, es tanto m¨¢s censurable cuando ostenta la calidad de abogado en ejercicio". Cristina Almeida no puede ofender, pero el se?or Ruiz Polanco s¨ª, y muy descaradamente, al menos al idioma castellano y a las m¨¢s elementales reglas de la sind¨¦resis. Naturalmente, el idioma castellano no es ofendible, o si lo es, no exige a cambio de la ofensa alguna acci¨®n reparadora (ah¨ª est¨¢ Goytisolo en su espl¨¦ndido aislamiento), estando entendido que la ofensa recae sobre quien ofende, como quien escupe al cielo.
?C¨®mo, se pregunta el ciudadano, puede un hombre quitar a otro la capacidad de ofender, por muy juez que sea? ?Qu¨¦ habr¨¢ hecho Cristina Almeida para merecer semejante trato de favor? Ser¨¢, por ese "por lo dicho" con que el se?or Ruiz Polanco, a fin de dictar una sentencia absolutoria, se permite despojar a Cristina Almeida de una potestad de la que goza desde que tiene uso de raz¨®n (pues s¨®lo los ni?os, los locos y los eclesi¨¢sticos no pueden ofender, dec¨ªa Cervantes) y que, si no estamos todos locos, podr¨¢ ejercer donde y cuando le plazca, a sabiendas de las consecuencias que podr¨¢n acarrearle sus posibles injurias. Llevado de esa manera de pensar, el se?or Ruiz Polanco podr¨¢ un d¨ªa dictar que el acusado no tiene capacidad para robar, estafar, malherir, enga?ar al fisco o delinquir en general, y as¨ª el delito podr¨¢ dejar de existir por la impotencia del presunto delincuente para delinquir. Pero no hay que llevar las cosas a la exageraci¨®n para asombrarse de esta curiosa, parad¨®jica, incomprensible y extravagante sentencia que trastoca todo el orden moral del derecho en cuanto niega a la persona en uso de sus facultades racionales la soberan¨ªa de sus actos y la responsabilidad de sus palabras; que afecta -no al delito, sino a la potestad de delinquir- con un coeficiente reductor, independiente del acto juzgado; que desdice la igualdad de los hombres ante la ley, pues, seg¨²n la sentencia, la posible conducta racional de un individuo puede garantizarle su inmunidad; que, en fin, destruye el hasta ahora inconcuso orden que se inicia en la persona, se sigue en el acto y, si ¨¦ste es punible, se cierra con el castigo, pues las razones que abonan la sentencia absolutoria inducen a pensar que es anterior al acto.
As¨ª pues, o mucho me equivoco o Cristiana Almeida queda despose¨ªda para siempre de la potestad de ofender a un juez (as¨ª como a su pueblo y a su Rey, seg¨²n la sentencia), a menos que solicite de la justicia la revocaci¨®n de la sentencia o la anulaci¨®n de los motivos que la informan, para poder seguir ofendiendo; de no ser as¨ª, si a ello se aviniere, podr¨ªa a partir de ahora liarse la manta a la cabeza y ejercer una nueva profesi¨®n, tal vez no muy remunerativa, pero sin duda apasionante: dedicarse a ofender jueces a diestro y a siniestro, a conciencia de que no le pueden tocar un pelo.
Si yo estuviera en el caso de Cristina Almeida no sabr¨ªa decir qu¨¦ sentimientos dominar¨ªan mi ¨¢nimo tras conocer la sentencia dictada por el se?or Ruiz Polanco, titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 1 de la Audiencia de Pamplona: si la inmitigable amargura por haber perdido la facultad de ofender o la sensaci¨®n de alivio, acompa?ada de la satisfacci¨®n que procura toda situaci¨®n de privilegio, que debe embargar a quien ha sido declarado persona inofensiva. Depender¨ªa, a no dudar, del g¨¦nero de vida que a continuaci¨®n me decidiera a llevar: el mat¨®n, el agente provocador, el aguafiestas y el exhibicionista ver¨ªan con tanto agrado la protecci¨®n conferida con tal sentencia que podr¨ªan ejercer sus diversos cometidos y aficiones con mucha menos reserva; el adalid de la justicia y el incansable defensor de los derechos civiles ver¨ªan tan mermadas sus facultades con semejante amputaci¨®n que se ver¨ªan obligados a reconsiderar sus actividades y posiblemente se tendr¨ªan que decidir por cambiar de rumbo y preparar oposiciones al ingreso en la carrera judicial. Pues, de seguirse la l¨ªnea sugerida por la sentencia del se?or Ruiz Polanco, a partir de ahora s¨®lo los jueces podr¨¢n ofender.
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