El 'Irangate' y las elecciones norteamericanas
El vicepresidente norteamericano, George Bush, tiene un problema: c¨®mo explicar, sin querer hacerlo realmente, las circunstancias exactas de su intervenci¨®n en el esc¨¢ndalo del Ir¨¢ngate, para que, al mismo tiempo, sus compatriotas comprueben que no hubo delito ni grave error de juicio pol¨ªtico por su parte. La cuesti¨®n de la carencia de juicio pol¨ªtico del candidato republicano es precisamente lo que esgrimen sus adversarios para sugerir que no est¨¢ capacitado para ser presidente.El impacto, hace dos semanas, de la entrevista televisada en la que se enfrentaron Bush y Dan Rather, una de las personalidades m¨¢s importantes de la televisi¨®n norteamericana, ha puesto de relieve lo grave del asunto. Rather cometi¨® una incorrecci¨®n peligrosa porque, a lo largo del espacio retransmitido por la CBS, dio continuamente la sensaci¨®n de considerar al vicepresidente culpable de debilidad y de pocas luces pol¨ªticas: parec¨ªa asumir, no ya que George Bush no supiera que el Gobierno norteamericano estaba involucrado en la venta de armas a Ir¨¢n, sino que, sabi¨¦ndolo, no fuera capaz de reconocer la estulticia pol¨ªtica de la acci¨®n y de poner al presidente Ronald Reagan sobre aviso. Cosa que, por otra parte, hab¨ªan hecho el secretario de Estado, George Shultz, y el de Defensa, Caspar Weinberger. .
El vicepresidente Bush ha mantenido siempre tres cosas: que su conocimiento del tema hab¨ªa sido superficial; que, pes¨¦ a ello, hab¨ªa expresado a Reagan sus reservas sobre la decisi¨®n de vender armas a Ir¨¢n, y que, finalmente, la forma y contenido de estas reservas era cuesti¨®n que deb¨ªa quedar entre ¨¦l y su presidente. Su trayectoria humana, religiosa y de servicio p¨²blico pesa demasiado para que se dude con justicia de su palabra. Pero parece cierto que no evalu¨® suficientemente la gravedad y urgencia del problema.
Alguna duda, por otra parte bien humana, debe tener el vicepresidente sobre su rapidez de reacci¨®n cuando, en pleno enfado televisivo, exclam¨® que se negaba a aceptar que se juzgara su capacidad para ser presidente por un ¨²nico incidente -Irangate-, contrapuesto a un historial brillante de servicio a la Rep¨²blica. Al fin y al cabo, la operaci¨®n de vender armas a Ir¨¢n para as¨ª reforzar a los elementos m¨¢s prooccidentales de la revoluci¨®n jomeinista era una tonter¨ªa y no un delito. Y, adem¨¢s, s¨ª favorec¨ªala liberaci¨®n de rehenes americanos,(uno de los cuales est¨¢ba siendo, torturado y ser¨ªa, despu¨¦s, ejecutado), no resultaba f¨¢cil resistir la tentaci¨®n de embarcarse en ella.
Parecer¨ªa, encima, que se puede influir discretamente en la derrota de Irak, adversario tradicional de Estados Unidos. Miel sobre hojuelas. Es f¨¢cil enjuiciar la torpeza de un asunto cuando se dispone de todos los datos al final de un proceso largo, complicado en este caso por a?adidura, por lo que s¨ª fue ?legal adem¨¢s de idiota: la entrega a la contra nicarag¨²ense de los fondos iran¨ªes obtenidos con la venta de armas.
?Es George Bush realmente un blando, un wimp (?o?o)? En primer lugar, como dice Arthur Schles¨ªnger, ser durant¨¦ ocho a?os vicepresidente de EE UU, un cargo sin contenido alguno, y salir m¨¢s o menos intacto de la prueba, demuestra que se tiene m¨¢s fortaleza interior de lo que a primera vista parece. Por otra parte, tanto el comportamiento militar distinguido de Bush durante la II Guerra Mundial como su historial posterior de hombre de negocios, con capacidad para el riesgo, desmienten que la suya sea una personalidad con poco arrojo. Adem¨¢s, para tomar la decisi¨®n de presentarse a las elecciones presidenciales norteamericanas -no una, sino dos veces- es preciso tener una ambici¨®n que casa mal con un esp¨ªritu pusil¨¢nime. Finalmente, el vicepresidente se ha defendido y ha atacado con eficacia y dureza en cada uno de los debates p¨²blicos en que ha intervenido en la campa?a. .
La impresi¨®n que produce el esc¨¢ndalo del Irangate es que el fondo del asunto preocupa poco a los norteamericanos. No debe olvidarse que el Watergate les dej¨® exhaustos; un trauma as¨ª se digiere mal. Y si en alguien ha influido el tema de la venta de armas a Ir¨¢n ha sido en los elementos m¨¢s conservadotes del pa¨ªs, que dan la raz¨®n al presidente Reagan en el asunto y en su intento posterior de acorralar a los sandinistas. El Irangate, m¨¢s bien, da la medida de lo que es este conflicto de personalidades a que se reduce la carrera por la Casa Blanca: ?tienen los candidatos la entereza necesaria? ?Son, por el contrario, inmorales? ?Su juicio ser¨¢ verdaderamente el del l¨ªder que necesita el pueblo norteamericano?
Los adversarios republicanos de Bush, especialmente Bob Dole, est¨¢n utilizando al Irangate para decir que si se designa a Bush como candidato a la presidencia, se facilitar¨¢ a los dem¨®cratas un arma para derrotarles; en otras palabras, que el Irangate ser¨ªa una especie de pimpampum para los dem¨®cratas.
La pol¨ªtica norteamericana da muchas vueltas y tiene mucho de espect¨¢culo circense. No ser¨ªa sorprendente que, de resultar designado Bush como candidato republicano a la presidencia (cosa en la que el Irangate influir¨¢ poco de todos modos), nos encontr¨¢ramos con un Reagan haciendo campa?a en su favor y quit¨¢ndole la espoleta al esc¨¢ndalo de la venta de armas a Teher¨¢n con una simple frase dicha en p¨²blico: "George, me gustar¨ªa haberte hecho caso cuando me pusiste en guardia...".
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