Europa, 1992
LOS RESULTADOS de la cumbre europea celebrada esta semana merecen ser recibidos con satisfacci¨®n por la opini¨®n espa?ola. Despu¨¦s de varios meses de impotencia y bloqueo, el compromiso global alcanzado en Bruselas por los jefes de Estado y de Gobierno establece las bases financieras suficientes para que la Comunidad pueda marchar hacia la meta del mercado interior ¨²nico en 1992. Se ha logrado salvar -como ha dicho Felipe Gonz¨¢lez- el grave escollo pol¨ªtico que hubiese supuesto un nuevo fracaso en los intentos por llevar a cabo la reforma de la Comunidad. Para los espa?oles, el ¨¦xito de Bruselas tiene una vertiente doble: salva a la CE de la par¨¢lisis y a la vez garantiza nuestros intereses nacionales. Es m¨¢s, Espa?a se ha colocado, en esta cumbre, en un lugar relevante que jam¨¢s ha tenido en el concierto de Europa.Hasta hace dos d¨ªas, Europa se encontraba en una situaci¨®n parad¨®jica: los 12 pa¨ªses de la CE, a trav¨¦s de sus Parlamentos, hab¨ªan trazado en el Acta ?nica la meta del mercado ¨²nico para 1992. No es una meta simplemente comercial o financiera, sino la condici¨®n decisiva que dotar¨¢ a Europa de la din¨¢mica econ¨®mica indispensable para afrontar en condiciones favorables el reto que representan a nivel mundial Estados Unidos y Jap¨®n. La raz¨®n de ser de la CE no puede consistir en conservar una Europa congelada, paralizada por sus divisiones internas, incapaz de avanzar como un conjunto global y condenada a la decadencia. Pero si la meta era acertada, los Gobiernos han sido incapaces hasta ahora de procurar a la CE los recursos financieros imprescindibles para marchar en la direcci¨®n acordada. En cuesti¨®n de finanzas, se desataban y prevalec¨ªan los intereses y los ego¨ªsmos nacionales.
La importancia del ¨²ltimo Consejo Europeo es que, en t¨¦rminos generales, ha prevalecido el inter¨¦s comunitario. Ello exig¨ªa compaginar aspectos diversos para lograr un incremento de los recursos de la Comunidad, sin lo cual ¨¦sta no podr¨ªa afrontar sus nuevos objetivos. El problema quiz¨¢ m¨¢s grave y conflictivo es el porcentaje excesivo invertido en la agricultura, en beneficio sobre todo de los pa¨ªses ricos. El cambio en este asunto no parece sustancial y, por tanto, pesar¨¢ en los presupuestos futuros. Sin embargo, Francia se resisti¨® a encajarlo y Jacques Chirac impuso que esa parte del compromiso quede sometida a la aprobaci¨®n, el pr¨®ximo 22 de febrero, por el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de los pa¨ªses comunitarios. Es una pura a?agaza electoralista, porque en ese Consejo funciona el voto por mayor¨ªa cualificada, y el compromiso agr¨ªcola podr¨¢ ser aprobado sin que Francia vote a favor.
Espa?a ha obtenido en Bruselas un ¨¦xito fundamental en el tema que hab¨ªa situado como primero de sus objetivos: el de los fondos estructurales. Es un aspecto decisivo para nosotros, pero decisivo tambi¨¦n para la construcci¨®n europea en s¨ª: esos fondos son los dedicados a ayudar a las zonas m¨¢s atrasadas. Espa?a ped¨ªa su duplicaci¨®n hasta 1992, y esa duplicaci¨®n se ha aceptado con el tope de 1993. Es el punto del compromiso de Bruselas con m¨¢s contenido pol¨ªtico. En ¨¦l se materializa una concepci¨®n progresista de la edificaci¨®n de Europa. Sin tal esfuerzo, el mercado ¨²nico en 1992 podr¨ªa agrandar las diferencias.
Espa?a ha desempe?ado un papel relevante en el Consejo Europeo en la defensa de esta posici¨®n. Hab¨ªan circulado antes de la reuni¨®n rumores sobre "intransigencia espa?ola" y sobre nuestra voluntad, casi anglosajona, de aislamiento. Y ha ocurrido lo contrario, porque Espa?a ha sido uno de los factores del ¨¦xito de la reuni¨®n de Bruselas. Felipe Gonz¨¢lez ha sabido lograr resultados netamente favorables para Espa?a, y para ello no ha recurrido a una defensa estrecha de ventajas contables, sino a la combinaci¨®n flexible y firme de los intereses de la Comunidad con los nuestros espec¨ªficos. Este creciente peso de Espa?a le ayudar¨¢ a desempe?ar la presidencia de la CE que le corresponde en el primer semestre de 1989. Ello obliga a nuestra diplomacia a llevar a cabo un esfuerzo suplementario, para el que acaso no est¨¢ dotada.
A partir de ahora cabe esperar que el Consejo Europeo deje de ser un remedo de las reuniones de los ministros de Agricultura y de Hacienda. Quiz¨¢ ello era inevitable hasta que no se aprobase la reforma de las finanzas de la CE. Este paso ha sido dado en principio para cinco a?os, aunque cabe que el tope definido para el crecimiento de los recursos de la Comunidad se haya quedado corto, y que una revisi¨®n se imponga dentro de tres o cuatro a?os. En todo caso, el ¨®rgano de m¨¢s alto nivel de la Comunidad se va a liberar del apremio al que ha estado sometido por los problemas financieros y podr¨¢ orientarse hacia los problemas de mayor envergadura pol¨ªtica que se plantean de cara al futuro. Durante mucho tiempo, Europa no podr¨¢ dejar de ser la Europa de los compromisos. Pero tiene que ser, cada vez m¨¢s, la Europa de los proyectos.
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