La clausura del certamen internacional abre el a?o del mercado televisivo
El aumento considerable de la importancia de la industria de televisi¨®n ha hecho que los aspectos econ¨®micos que rodean su funcionamiento adquieran mayor relevancia con el paso del tiempo. Al cabo del a?o se celebran en el mundo alrededor de una docena de reuniones internacionales que sirven como centro del intercambio comercial entre distribuidores y difusores televisivos. El mercado de Montecarlo, primer encuentro del a?o, cerr¨® sus puertas el pasado viernes.
ENVIADO ESPECIALEl mercado de programas de Montecarlo ha cumplido este a?o su d¨¦cimo aniversario. Su importancia en este decenio no ha hecho m¨¢s que aumentar. Su particular ubicaci¨®n en el calendario se ha convertido en su principal ventaja. Es la primera posibilidad que tienen los departamentos de compra y de venta de programas para encontrarse este a?o. As¨ª pues, tienen la posibilidad de conocer las novedades de la temporada de forma directa y, consiguientemente, hacer los primeros contactos para la adquisici¨®n de los productos. Adem¨¢s, todas las televisiones tienen sus presupuestos reci¨¦n abiertos, con lo que acceden con los bolsillo a¨²n repletos de dinero fresco. Las negociaciones se hacen, por tanto, desde la tranquilidad que da el comienzo de la temporada y desde la seguridad que aporta el contar con dinero suficiente para realizar casi cualquier compra.En realidad, Montecarlo sirve de forma primordial para realizar los primeros contactos del a?o entre compradores y vendedores. Pr¨¢cticamente, todos ellos se volver¨¢n a ver dentro de unos d¨ªas en Berl¨ªn, y luego en Houston. Posteriormente, pasar¨¢n por Cannes y, m¨¢s adelante, por Los ?ngeles. Este gran circo que habita en el trasfondo de la industria de la televisi¨®n recorre el mundo con las maletas llenas de cintas de v¨ªdeo, folletos, carteles publicitarios y, sobre todo, contratos en blanco que, finalmente, se encargar¨¢n de formalizar los departamentos administrativos de cada empresa.
Contactos
Los componentes de este tren de la compraventa se conocen en su gran mayor¨ªa. Muchos de ellos llevan realizando el mismo trabajo durante a?os, d¨¦cadas incluso. La experiencia y los contactos son quiz¨¢ las dos mejores armas con que puede contar un profesional del mercado televisivo. Los j¨®venes y primerizos deben aprender y contar con alg¨²n buen productor, que les ense?e los dos principales trucos del oficio: saber seleccionar y convencer a los mejores compradores, si se es vendedor, o saber escapar del acoso de los vendedores, si se es comprador.Es dif¨ªcil el enga?o, ya que todo el mundo se conoce. En el pecho, la gente luce con claridad su acreditaci¨®n. Cada una de las labores que se pueden desempe?ar queda p¨²blicamente identificada gracias a la diferente coloraci¨®n del cart¨®n. El que lleva la tarjeta de comprador apenas disfrutar¨¢ de la soledad. El que lleva la de vendedor deber¨¢ actuar entre una avalancha de competidores. El resto, sobre todo los periodistas, tienen poco que hacer. La informaci¨®n resulta en este ¨¢mbito demasiado valiosa para facilitarla con ligereza. En Montecarlo, el mundo del mercado de programas resulta especialmente agobiante.
Toda la actividad se desarrolla en la tercera planta del lujoso y concurrido hotel Loews. Cada uno de los puestos es en realidad una habitaci¨®n convencional, adecuadamente adaptada. Los estrechos, largos e intrincados pasillos, la gran cantidad de personas que circulan por ellos y la sensaci¨®n, siempre extra?a, que supone entrar en tan ¨ªntimos habit¨¢culos, configuran un particular ambiente de agitaci¨®n e intensidad. El negocio, adem¨¢s, se extiende fuera de esta enloquecida planta. El hall del hotel, y en particular el piano-bar, son tambi¨¦n lugar habitual de contactos, ofertas y acuerdos.
De todas formas, no se trata, como pudiera pensarse a primera vista, de un colectivo homog¨¦neo y corporativo. Hay clases. En concreto, dos: los norteamericanos y el resto. La pr¨¢ctica totalidad del mercado de venta de programas de televisi¨®n est¨¢ dominado por las distribuidoras estadounidenses. La tercera parte de los dos centenares de casetas les pertenece, y un buen porcentaje del negocio total, tambi¨¦n. Suelen operar con cierta autosuficiencia, sabedores de que ellos, a diferencia de los dem¨¢s, s¨®lo deben esperar, ya que los clientes se amontonar¨¢n en su puerta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.