Ver y mirar
Hace: pocas semanas, como informaron oportunamente ¨¦ste y otros peri¨®dicos, inici¨® el profesor La¨ªn Entralgo, en el Colegio de M¨¦dicos de Madrid y patrocinado por el Colegio Libre de Em¨¦ritos, un curso de largo alcance sobre El cuerpo humano. Es Pedro La¨ªn uno de los pocos sabios que nos quedan, porque sabio es, para m¨ª, quien sabe todo de algo y algo de todo; en su caso, todo de historia y teor¨ªa de la medicina y algo -mucho- del resto de las humanidades, incluida la experiencia de la vida, la m¨¢s decisiva de ellas aunque suela llegar demasiado tarde. Este aragon¨¦s de pro, a quien no aquejan ciertamente ni la pasi¨®n del dinero ni la vanagloria, guarda junto a su saber una actitud moral siempre admirable que le lleva a acudir, aveces con riesgo, all¨ª donde se trate de restablecer la verdad, favorecer la convivencia o levantar de nuevo una esperanza maltrecha. Ahora La¨ªn, a punto de cumplir los 80 a?os (hoy, precisamente, los alcanza), la mente a¨²n alerta, la palabra florida y con una sorprendente lozan¨ªa, emprende este viaje por el tiempo, acerca de cuanto han pensado fil¨®sofos, m¨¦dicos y bi¨®logos sobre la identidad del cuerpo humano.Gran ignorante como soy de la medicina, sigo este curso con atenci¨®n precisamente porque me descubre tantas cosas que desconoc¨ªa. Se trata en ¨¦l de perfilar los paradigmas o sistemas de pensamiento y descripci¨®n anatomo-fisiol¨®gicos, desde Galeno a los bi¨®logos moleculares de nuestro tiempo. Galeno de P¨¦rgamo fue, como es sabido, un m¨¦dico griego que dio en pocos a?os el brinco espectacular de ser cirujano de los gladiadores en Asia Menor a convertirse en el m¨¦dico m¨¢s famoso de la Roma imperial, adonde le llam¨® Marco Aurelio y donde acabar¨ªa sus d¨ªas en el a?o 199 de nuestra era. "Heredero de todo el saber anat¨®mico que hasta ¨¦l hab¨ªan conseguido los griegos... fue el m¨¢s antiguo creador de un conocimiento verdaderamente cient¨ªfico y total del cuerpo humano", expone La¨ªn. Lo pasado antes de ¨¦l fue simple pr¨®logo y no habr¨ªa de definirse otro paradigma nuevo hasta que surgiese el renacentista Vesalius 14 siglos despu¨¦s. Para Galeno, las manos y la posici¨®n erecta son lo peculiar del ser humano. 'Con sus manos", dice el texto de Galeno, que era, por a?adidura, un gran escritor, .el hombre teje sus vestidos, sus redes y sus velas, fabrica sus trampas. Con lo cual no s¨®lo domina a los animales terrestres, tambi¨¦n a los que viven en el mar y en el aire. Y como animal pac¨ªfico y pol¨ªtico que es, con sus manos escribe sus leyes, erige altares a los dioses, construye naves, liras, escalpelos, tenazas y todos los restantes instrumentos de las artes, y deja escritos para la posteridad comentarios a sus especulaciones.
As¨ª, gracias a las letras y a las manos, es hoy posible conversar con Plat¨®n, Arist¨®teles, Hip¨®crates y otros antiguos". Y a la vez afirma que el hombre est¨¢ en pie "para mirar prontamente al cielo y poder decir: miro hacia el Olimpo con animoso rostro". He de se?alar que, mientras escuchaba a La¨ªn, me sent¨ªa particularmente sensible a cuanto concierne a los ¨®rganos de la visi¨®n, porque acababan de devolverme la profundidad y los colores del mundo las manos maravillosas del doctor Bernabeu, oftalm¨®logo del hospital Ram¨®n y Caja?, al operarme de cataratas y cambiarme en 24 horas el crep¨²sculo por el alba.
"El ojo que ves no es / ojo porque t¨² lo veas: / es ojo porque te ve", cantaba Antonio Machado. El hombre no s¨®lo ve, sino que mira. Mirar es m¨¢s que ver. Es ver lo que se busca, algo que se destaca e ilumina en el redondo horizonte de la visi¨®n. La mirada implica as¨ª .una selecci¨®n del contorno, una previa interpretaci¨®n del mundo, y es, a la vez, el m¨¢s sutil revelador del interior del alma, como muy bien saben los enamorados. "Yo no miro donde miras, / yo te estoy viendo mirar", dec¨ªa Pedro Salinas en La voz a ti debida. Por eso se dice de alguien que "habla con los ojos", tanta es la fuerza de lo que quiere sin palabras insinuar... aunque a veces los ojos enga?an.
Luis D¨ªez del Corral escribi¨® un luminoso ensayo sobre la mirada en el arte en el que muestra muy sagazmente c¨®mo "en el tratamiento de la mirada se manifiestan con especial claridad las tendencias m¨¢s radicales del arte en sus distintos per¨ªodos y se anuncian anticipadamente los cambios de orientaci¨®n". La escultura griega, en su hora cl¨¢sica, trata el cuerpo-humano con el mayor verismo salvo su parte m¨¢s excelsa, el ¨®rgano de la mirada, al que se le priva de la ni?a y del iris. La estatuaria romana seguir¨ªa esa tradici¨®n hasta que "de pronto", nos dice el autor de El rapto de Europa, "las estatuas romanas abren sus ¨®rbitas oculares y comienzan a mirar". Esta explosi¨®n de la mirada se produce en tiempos de Marco Aurelio... "y es concretamente hacia el a?o 160 de nuestra era cuando la transformaci¨®n ocular se apodera de los bustos imperiales... y de toda la escultura romana". ?Es pura coincidencia, o estaba en el esp¨ªritu del tiempo que Galeno, por esas mismas fechas, diera al ojo el rango que se ha dicho?
Debi¨® ser por el a?o 1912 o 1913 cuando Josep Pla hace una Je sus escapadas a Madrid para conocer a los intelectuales madrile?os. Viene con una carta de presentaci¨®n para don Luis de Zulueta que le ha dado el director del peri¨®dico donde colabora en la Ciudad Condal. Zulueta, como buen institucionista, vive en las afueras de Madrid, all¨ª donde la calle se va haciendo campo. Cuando llega Pla a su casa, Castellana arriba, "me abre la puerta un se?or con el abrigo y el sombrero puestos". Es el propio Zulueta que se preparaba a ir a la univers¨ªdad de San Bernardo para asistir a la clase del profesor Ortega. Pla le pide permiso para acompa?arle y, en un tranv¨ªa, all¨¢ van los dos en compa?¨ªa. En el aula destartalada y oscura en cuyo "silencio absoluto" destaca 'la voz prodigiosa" del profesor de Metaf¨ªsica, lo que m¨¢s le impresiona son sus ojos, .unos ojos matizados, de una movilidad sorprendente que siguen las incidencias de la vida mental del profesor con una fidelidad absoluta, como siguen sus ademanes, sus repudios o sus preferencias... En la penumbra del aula -que acent¨²a a¨²n la declinaci¨®n de la tardelo ¨²nico que parece vivo son los ojos del profesor... porque en nuestras latitudes son los ojos nuestro instrumento dial¨¦ctico m¨¢s decisivo, son quiz¨¢ nuestra dial¨¦ctica misma". Esto escrib¨ªa Pla en la serie de los Homenois, vertidos por F. Guti¨¦rrez al castellano. Pues, en definitiva, como Walt Whitman dec¨ªa en una de sus Hojas de hierba, existo, y existiendo, penetro todas las cosas con mi vista".
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