Guerra demogr¨¢fica
LA DISCUSI?N sobre demograf¨ªa en Europa tiene m¨¢s de un siglo y ligue sin aclararse, aunque ahora se empleen conceptos nuevos y muchas de sus bases hayan cambiado. La tendencia conservadora sigue siendo favorable a la natalidad. Argumenta que su reducci¨®n, que en algunos pa¨ªses -Espa?a es uno- es igual o menor a la tasa de reposici¨®n, unida a la prolongaci¨®n de la vida por profilaxis y medicina, produce el envejecimiento de las poblaciones, lo que, a su vez, aumenta los gastos de seguridad social en atenci¨®n sanitaria, asilos y pensiones, adem¨¢s de la ayuda privada a los viejos de la familia. Es una realidad que contrasta, sin embargo, con la tendencia de esa misma sociolog¨ªa pr¨¢ctica a adelantar la edad de jubilaci¨®n y negar las opciones de empleo a personas consideradas como mayores, as¨ª como a aplazar la entrada de los j¨®venes en el mercado de trabajo por la prolongaci¨®n de los estudios. Parece una pol¨ªtica contradictoria producida por un grupo de edad muy limitada que luego, en efecto, se ve obligado a sostener el peso de una poblaci¨®n inactiva. A esta situaci¨®n se a?aden las presiones de los sectores conservadores opuestos al control de natalidad o el aborto y los que tratan de evitar la inmigraci¨®n perif¨¦rica, de color.El arrastre ideol¨®gico antiguo es el de la necesidad que tuvieron las sociedades dominantes hasta pasada la mitad de este siglo de dos fuentes humanas: la mano de obra y la infanter¨ªa y los cuerpos de seguridad. La inversi¨®n tecnol¨®gica es galopante y est¨¢ eliminando estas necesidades que un d¨ªa supusieron lo que se llam¨® fuerza de las naciones, entendiendo impl¨ªcitamente por naciones las clases que las gobernaban. Aun en el Tercer Mundo, donde la entrada t¨¦cnica es ¨ªnfima, muchos dirigentes siguen defendiendo la natalidad como arma del proletariado que produce las revoluciones contra el hambre.
En Europa es distinto. Parece como si se estuviese llegando a un ajuste entre recursos propios y poblaci¨®n para producir un ¨®ptimo (eliminados los imperios directos como territorios de absorci¨®n de manufacturas y de producci¨®n de materias primas y mano de obra barata). Puede haber una especie de instinto modificador de las costumbres sexuales y autor del progreso de los anticonceptivos como un reconocimiento de su necesidad de contener las poblaciones.
De hecho, es conocido que los pa¨ªses ricos tienen desde siempre menor tasa de natalidad que los pobres, y, dentro de ellos, las clases pudientes tienen menos hijos que las menesterosas, como si hubiera una, especie de pugna natural entre la acumulaci¨®n de riquezas en pocas -y endog¨¢micas- familias y el asalto a esta riqueza por el n¨²mero de los que se llamaron, por algo, proletarios (quienes s¨®lo poseen su prole o descendencia). Ahora se puede llegar en Europa a un equilibrio mayor y mejor entre esos dos opuestos, capaz de disminuir o de anular la lucha de clases. En realidad, el descenso de la tasa de reposici¨®n parece reemplazarse por la mano de obra electr¨®nica, que precisamente est¨¢ eliminando los empleos inferiores.
Los bienes que puede llegar a producir esta mutaci¨®n social ofrecen indicios muy interesantes, que ir¨ªan a la no discriminaci¨®n por sexos y edades si el peso de los arca¨ªsmos disminuyese. En cuanto a los males, la existencia de un paro insistente, la falta de plazas en las escuelas, las aglomeraciones universitarias, la desesperaci¨®n juvenil y los viejos prematuros producidos por la pol¨ªtica social y empresarial son los m¨¢s visibles.
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