El 'sistema centro' y la revolucion aut¨¦ntica
Hubo un tiempo- parece lejano, aunque en realidad. es casi hoy- en que prevaleci¨® en nuestro pa¨ªs, para asombro de propios y extra?os, un esp¨ªritu de concordia capaz de superar las viejas secuelas de la guerra civil, recalentadas por el franquismo a lo largo de toda su trayectoria. Fue la etapa de la transici¨®n espa?ola a la demoocracia. La ¨¦poca del consenso, que de una vez por todas hab¨ªa definido, como programa irrevocable de su reinado, el famoso discurso del Rey ante las Cortes org¨¢nicas, todav¨ªa insepulto el cad¨¢ver del viejo patriarca: "La instituci¨®n que personifico integra a todos los espa?oles, y, hoy, en esta hora tan trascendental, os convoco porque a todos nos incumbe por igual el deber de servir a Espa?a. Que todos entiendan con generosidad. y alteza de miras que nuestro futuro se basar¨¢ en un efectivo consenso de concordia nacional'.Creo que el secreto de ese cap¨ªtulo hist¨®rico, verdaderamente honroso para todos los espa?oles, residi¨® en el reconocimiento contrito de los propios errores en uno y otro bando de los combatientes durante nuestra ¨²ltima -Dios quiera que la ¨²ltima- guerra civil. Con lucidez meridiana, Juli¨¢n Mar¨ªas se?al¨®, al culminar el proceso, los m¨¦ritos integradores de la transici¨®n tal como la condujo Adolfo Su¨¢rez: "No se ha perpetuado la ilegitimidad social que es la exclusi¨®ndel consenso, el dominio de una parte del pa¨ªs por otra; no se la lla sustituido por otra an¨¢loga, es decir, el relevo de la fracci¨®n dominadora por una fracci¨®n de la mayor¨ªa dominada. Se han utilizado los recursos enteros del pa¨ªs, sin exclusiones, para lograr una transformaci¨®n radical de las estructuras existentes, sin soluci¨®n de continuidad, sin saltos ni retrocesos, sin inversi¨®n mec¨¢nica del cuerpo social".
Por desgracia, en los; ¨²ltimos tiempos se advierte el despliegue de una actitud diametralmente opuesta a esa. promoci¨®n integradora de todas las energ¨ªas ¨²tiles del pa¨ªs -sin excluir ninguna- hacia un progreso en armon¨ªa democr¨¢tica. Es la actitud de quienes -desde la izquierda- no han sabido apreciar la magnitud de la. revoluci¨®n realizada -esencial, puesto que afecta a los modos, a los comportamientos colectivos-, y siguen hablando de la revoluci¨®n pendiente: incapaces de admitir o de reconocer el cambio que no vaya acompa?ado de una cat¨¢strofe hist¨®rica, engendradora a su vez de una nueva quiebra, de una nueva confrontaci¨®n, de un conjunto denuevas exclusiones. Pero tambi¨¦n es el caso de aquellos que -desde la derecha- no estar¨¢n dispuestos jam¨¢s a reconocer una parcela de la verdad nunca patrimonio de un solo definidor- en el adversario; los que "no han admitido ni aceptado nada"; los que siguen gritando insultos a don Juan Carlos cuando -en perfecta consecuencia con cuanto, rey de todos, encarna y representahace acto de presencia, por ejemplo, en el sepelio de la viuda de Franco. Unos y otros -la izquierda y la derecha tozudamente inconciliables- asumen dos formas de reacci¨®n contra la revoluci¨®n con may¨²scula: la que ha sabido redimir a los ojos del mundo la imagen convencional de una Espa?a con eterna vocaci¨®n cainita.
Cuando se habla de programas alternativos para el cap¨ªtulo socialista iniciado en 1982 habr¨¢ de pensarse siempre -dentro del cauce de la revoluci¨®n aut¨¦ntica encarnada por el sistema centro del que alguna vez he hablado- en una derecha solidaria con los supuestos de esa misma revoluci¨®n. Y que, en consecuencia, sea capaz de restaurar el esp¨ªritu del consenso que parece irse esfumando en los ¨²ltimos tiempos, incluso en los medios gobernantes, a cambio de una permisividad que neutraliza en no pocas ocasiones incluso la vigencia de las normas legales dictadas por el poder.
Lamento subrayar una vez m¨¢s que no me parece adecuado a una situaci¨®n centro-derecha (ya convertido el socialismo en un efectivo centro-izquierda) el actual horizonte de Alianza Popular, cuyas disensiones internas, pese a su esfuerzo para disimularlas, resultan demasiado significativas. Esper¨¦ durante alg¨²n tiempo -apartado Fraga, aparentemente, de la direcci¨®n y orientaci¨®n del partido- que los aliancistas recompusieran su imagen y su mensaje, demasiado marcados por las nostalgias autoritarias de su fundador: ahora estoy convencido de que la cosa no tiene remedio.
Una clara alternativa -en cuanto atenida a valores vigentes para una amplia masa de la sociedad espa?ola, a la que en todo caso habr¨ªa que desprender de su obsesiva a?oranza de lo que se fue para no volver est¨¢ en la Democracia Cristiana (a m¨ª me ha parecido muy oportuno su cambio de t¨ªtulo, esto es, el retorno a sus aut¨¦nticos or¨ªgenes). La necesidad de atemperarse a los criterios de Fraga, en los d¨ªas de la coalici¨®n, fue sin duda la trampa en que naufrag¨® toda la capacidad dial¨¦ctica de ?scar Alzaga.
Alternativa m¨¢s clara a¨²n puede suponer el ascendente Centro Democr¨¢tico y Social (CDS), convertido ¨²ltimamente en polo de atracci¨®n para muchos pol¨ªticos que no aceptan la orientaci¨®n socialista ni se sienten c¨®modos en la derecha manchista. Porque el CDS tiene tras de s¨ª el prestigio de la obra ya realizada en el poder por Adolfo Su¨¢rez, art¨ªfice de la revoluci¨®n de que vengo hablando; o, si se quiere, instrumento decisivo, en su momento, para que el programa reconciliador de la Corona se hiciese realidad.
Que el CDS y la DC llegaran a entenderse pol¨ªticamente ser¨ªa un hecho sumamente positivo para el futuro; yo dir¨ªa que la una tiene aquello de que la otra carece. Pero ante todo ambos partidos deben plantearse un descenso desde el ¨¢mbito de las ideas puras al de las realidades pr¨¢cticas. En los, pa¨ªses donde la democracia es una antiqu¨ªsima adquisici¨®n que no plantea problemas ideol¨®gicos ni tensiones nost¨¢lgicas, los partidos montan sus ofertas program¨¢ticas sobre el concreto campo de las cuestiones acuciantes -cotidianas- para el ciudadano medio. En el caso de Espa?a hay zonas muy amplias de la Administraci¨®n -condicionada desde luego por el enfoque pol¨ªtico del partido gobernante- que requieren soluciones eficaces y efectivas: as¨ª, la sanidad, o la ense?anza, o la justicia, o la Seguridad Social. ?Y el paro y el terrorismo? En ese sentido yo no restar¨ªa m¨¦ritos a lo hecho, o a lo intentado, por el PSOE gobernante: ah¨ª radica la clave de continuidad necesaria cuando hablamos de un sistema centro, entre dos alternativas solidarias dentro de una misma plataforma. No reconocer esos m¨¦ritos -o los de la dificil¨ªsima operaci¨®n de la reconversi¨®n industrial- ha sido uno de los grandes yerros t¨¢cticos de la oposici¨®n de derecha.
Reunir un cierto idealismo ¨¦tico, basado en la inspiraci¨®n cristiana, con una atenci¨®n efectiva a los problemas pr¨¢cticos, obturados en su mayor parte por el empecinamiento de los gobernantes en resolverlos seg¨²n principios doctrinales de partido -he aqu¨ª el caso de la ense?anza-, es el ¨²nico camino alternativo para el futuro centro-derecha, puesto que las otras cuestiones -aceptaci¨®n e implantaci¨®n de la democracia, civilismo del Estado, articulaci¨®n de las autonom¨ªas- est¨¢n ya fijadas y adquiridas y la profundizaci¨®n en ellas es funci¨®n esencial del consenso solidario.
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