Una enc¨ªclica que da que pensar
Los documentos pontificios no son, en general, de f¨¢cil lectura. No pueden serlo por su densidad, su complejidad y, sobre todo, su universalidad, que les abre a muchos frentes, muy distintos entre s¨ª. Si se mantienen en el plano teol¨®gico, resultan muy distantes del com¨²n de las gentes; si descienden de ese plano a uno m¨¢s terrenal, se les acusa de tomar partido en las cosas dejadas a las disputas de los hombres.El presente comentario quiere ser, ante todo, un esquema que la haga asequible al lector de la Prensa diaria. Un esquema que se centre en los temas que han sido m¨¢s cuestionados, dejando al margen todo el gran caudal del conjunto de la enc¨ªclica, de ense?anza y denuncia. De denuncia, porque es una enc¨ªclica prof¨¦tica, y lo prof¨¦tico es siempre como un reto, un desaf¨ªo que se hace a la conciencia del hombre.
La enc¨ªclica quiere ser, y es, no solamente una confirmaci¨®n de la Poputorum Progressio, del gran papa Pablo VI, sino una profundizaci¨®n y adelantamiento de las tesis fundamentales de la misma. Todo ello en la l¨ªnea de los textos pontificios sobre la doctrina social que arranca de Le¨®n XIII y, pasando por una serie de documentos bien conocidos, culmina en la declaraci¨®n conciliar Gaudium et Spes, y en las enc¨ªclicas Populorum Progressio y la actual.
El tema m¨¢s pol¨¦mico es el de lo que se ha llamado le equiparaci¨®n entre los sistemas liberal capitalista y marxista colectivista. Esta equidistancia entre ambos que toma el Papa en la enc¨ªclica est¨¢ siendo contestada ,desde una posici¨®n que pudi¨¦ramos llamar liberal-conservadora. El argumento de la misma se puede reducir en estas palabras: el liberalismo capitalista tendr¨¢ pecados, pero el hecho es que da libertad absoluta a la Iglesia cat¨®lica y a todas las iglesias, y no al contrario. Sin embargo, la enc¨ªclica habla de la existencia de los dos bloques actuales, con una profunda contraposici¨®n de ambos en el orden ideol¨®gico y moral, pero afirmando que la doctrina social de la Iglesia asume una actitud cr¨ªtica, tanto sobre el capitalismo liberal como sobre el colectivismo marxista.
Esto es lo que se denuncia como una desviaci¨®n de la doctrina tradicional de la Iglesia frente al comunismo ateo. Pero, ante todo, no se trata de unatoma de posici¨®n nueva. En la enc¨ªclica de Pablo VI Populorum Progressio se puede leer el siguiente p¨¢rrafo: "Pero, por desgracia, sobre estas nuevas condiciones de la sociedad ha sido o construido un sistema que considera el provecho como motor esencial del progreso econ¨®mico, la concurrencia como la ley suprema de la econom¨ªa, la propiedad privada de los medios de producci¨®n como un derecho absoluto, sin l¨ªmites ni obligaciones sociales correspondientes. Este liberalismo sin freno, que conduce a la dictadura, justamente fue denunciado por P¨ªo XI como generador de el imperialismo internacional del dinero'. No hay mejor manera de reprobar un tal abuso que recordando solemnemente una vez m¨¢s que la econom¨ªa est¨¢ al servicio del hombre".
El Papa actual no tiene por qu¨¦ condenar una vez m¨¢s el comunismo materialista y ateo, porque esas condenaciones son incontables, no solamente en la doctrina social, sino en la entra?a de la concepci¨®n teol¨®gica de la religi¨®n cristiana. Como se dice en la enc¨ªclica, "la doctrina social de la Iglesia no es una tercera v¨ªa entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista. No es una ideolog¨ªa, pertenece al ¨¢mbito de la teolog¨ªa, y especialmente a la teolog¨ªa moral".
La libertad
La Iglesia es "experta en humanismo y humanidades", pero no es experta, ni tiene por qu¨¦ serlo, ni debe serlo, en enjuiciar sistemas econ¨®micos desde el punto de vista puramente pragm¨¢tico. La Iglesia no puede saber si, t¨¦cnicamente, es mejor una econom¨ªa en que los medios de producci¨®n est¨¢n en manos del Estado, de la colectividad, o en manos de los particulares. Pero s¨ª sabe, humanamente, que no debe ser "reprimidio el derecho a la iniciativa econ¨®mica", porque la libertad es indivisible. Sabe tambi¨¦n, y as¨ª lo denuncia en la enc¨ªclica, que "ning¨²n grupo social", por ejemplo, un partido, "tiene derecho a usurpar el papel de ¨²nico gu¨ªa, como ocurre en todo totalitarismo".
Lo que m¨¢s ha llamado la atenci¨®n y alertado, digamos, a los liberales, es el lenguaje de la enc¨ªclica al hablar respecto a ambos sitemas, liberal y colectivista, de las "estructuras de pecado": "El deseo exclusivo de beneficio y la sed de poder muestran que la verdadera na turaleza del mal es un mal mo ral resultante de numerosos pe cados que producen estructuras de pecado".
Esta fuerte manera de hablar hay que tratar de entenderla, y de entenderla bien. No que las estructuras sean pecaminosas en s¨ª mismas; el pecado no lo puede cometer m¨¢s que una conciencia humana y una conciencia libre. Las estructuras son meros instrumentos, meros medios, meras tecnicalidades y, moralmente, meras ocasiones, meras tentaciones de pecado. Un capitalista no es pecador por ser capitalista, sino por ese deseo "av¨¢rico" de beneficio. Como tampoco un colectivista es pecador por serlo, sino por la negaci¨®n de toda o casi toda forma de libertad econ¨®mica individual; aparte del ate¨ªsmo y materialismo que tambi¨¦n sedan, aunque no coactivamente,Iglesia siempre porque esto est¨¢ en los Evangelios, en varias par¨¢bolas que son bien conocidas. "?De qu¨¦ le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?". "?De qu¨¦ le sirve ensanchar los graneros para una gran cosecha si est¨¢ a punto de ser llamado a juicio?"; o, como se dice a los ricos en la carta de Santiago: "Codici¨¢is y no ten¨¦is". Esta cita del no tener est¨¢ ligada a la relaci¨®n entre el ser y tener que usa Pablo VI en su enc¨ªclica. El tener s¨®lo es bueno si sirve para enriquecer y potenciar el ser del hombre en la rectitud y en la justicia. La avaricia del tener no da nada al hombre.
El otro tema que tambi¨¦n ha causado por lo menos confusi¨®n es el de la exaltaci¨®n, por as¨ª decirlo, de la solidaridad. El tema es tambi¨¦n de Pablo VI. La segunda parte de la enc¨ªclica se llama Hacia el desarrollo solidario de la humanidad. Suya es la expresi¨®n "el desarrollo es el nombre nuevo de la paz", y suyo tambi¨¦n el concepto de que el desarrollo exige la solidaridad. Solidaridad viene de insolidum, y la solidaridad se engendra por las obligaciones contra¨ªdas insolidum por las personas que las contraen. No viene, pues, de solo, de solitario, que es exactamente lo contrario de la solidaridad. ?sta es una de las palabras m¨¢s bellas, de m¨¢s contenido humano, del lenguaje de los hombres.
Pero, para solidarizarse, ?no hace falta que las cosas que se juntan sean homog¨¦neas? ?Puede haber solidaridad entre cosas heterog¨¦neas y, concretamente, entre un sistema liberal capitalista y un sistema colectivista marxista, no s¨®lo tan distantes, sino tan distintos, y antag¨®nicos? S¨ª, puede haberla, y ¨¦ste es el punto de la enc¨ªclica que comentamos en donde la fuerte personalidad del Papa actual se manifiesta vigorosamente.
?l hace para la solidaridad un llamamiento no solamente a los hermanos separados dentro de la religi¨®n cristiana; no solamente a las otras dos religiones monote¨ªstas, como los musulmanes y los jud¨ªos, sino a todas las religiones que siguen los hombres. A este respecto, el Papa recuerda la concentraci¨®n que convoc¨® en As¨ªs a los representantes no de todas, porque es imposible, pero de casi todas las religiones humanas, aun de las m¨¢s alejadas del cristianismo.
Se dir¨¢, bien, pero esto es una solidaridad religiosa, en cuanto que se trata -por diversas que sean- de formas de religiosidad, pero, ?puede darse lo misino en pol¨ªtica y en econom¨ªa? El papa Wojtyla no lo duda. Para ¨¦l, el hacer frente al problema del subdesarrollo, del hambre, de todas las calamidades, miserias y degradaciones a que est¨¢ sujeta gran parte de la humanidad es algo que prima sobre toda otra consideraci¨®n. Por eso todos han de dar no s¨®lo de lo superfluo, sino de lo necesario. La unidad del g¨¦nero humano -dice ¨¦l- es la que est¨¢ comprometida. El Papa sabe que esta unidad, en el estadio actual de la humanidad, no puede ser en modo alguno perfecta ni globalizadora. Pero, sin duda, interpretando los "signos de los tiempos", sabe tambi¨¦n que el enfrentamiento entre lo! dos bloques no ha desaparecido, pero s¨ª se ha atenuado.
La tesis trotskista y muy del octubre rojo de la revoluci¨®n comunista, permanente y universal, ha pasado a la historia; del mismo modo que el liberalismo, sabe que una verdadera democracia en los pa¨ªses comunistas no es para ma?ana. En cierto modo, lo que saben los dos bloques es que, sin renunciar a su entidad respectiva, tienen que convivir y que la convivencia exige que ciertos problemas, que no son de derechas ni de izquierdas, sino humanos, s¨®lo pueden ser abordados conjuntamente, solidariamente.
El acuerdo sobre la eliminaci¨®n de los misiles de medio alcance es ya un hecho. Tambi¨¦n puede serlo el de la mitad de los misiles estrat¨¦gicos, as¨ª como la supresi¨®n de las armas qu¨ªmicas y biol¨®gicas y la reducci¨®n del armamentismo convencional, y, finalmente, el abandono de Afganist¨¢n. Solamente el que se pueda hablar de estos temas es ya significativo.
Tardar¨¢ mucho tiempo en Regar, si es que llega, la eliminaci¨®n radical del arma at¨®mica y la vigencia del viejo dictum "si quieres la paz, prepara la guerra". Pero, indudablemente, se habr¨¢n dado pasos de solidaridad que hace bien poco eran sencillamente impensables.
El Papa, indudablemente, piensa que una solidaridad limitada y restringida, pero solidaria al fin, pueda combatir los males terribles del tercer y cuarto mundos, y que ello es no s¨®lo necesario, sino posible. ?sta es la parte, m¨¢s dram¨¢tica y m¨¢s prof¨¦tica de la enc¨ªclica Sollicitudo rei socialis, que puede ser - disputada, pero, al menos, con - la honestidad de haberla le¨ªdo y meditado en su integridad.
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