Esc¨¢ndalo en la ONU
EL CONGRESO de Estados Unidos, al aprovechar una ley presupuestaria para imponer el cierre de la representaci¨®n de la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) ante las Naciones Unidas, ha incurrido en una grav¨ªsima violaci¨®n del derecho internacional. En virtud de un acuerdo suscrito en 1947 con la ONU, las autoridades norteamericanas est¨¢n obligadas a respetar a las delegaciones acreditadas cerca de aqu¨¦lla. Sin el respeto de esa norma, el funcionamiento de la ONU en Nueva York ser¨ªa imposible, porque EE UU tendr¨ªa la posibilidad de interferir en las labores de una organizaci¨®n en la que, por principio, todos los n¨²embros tienen derechos iguales. Aunque la OLP no es un miembro de la ONU y su delegaci¨®n tiene estatuto de observador, tambi¨¦n en este caso se aplica el acuerdo de 1947, ya que en la actividad de la ONU cumplen un papel, en ciertos casos de primera importancia, las delegaciones no estatales.En la decisi¨®n del Congreso ha influido la constante campa?a del presidente Reagan presentando a la OLP como una banda terrorista y neg¨¢ndose a reconocer la evoluci¨®n que se ha operado en el seno de .¨¦sta. A la vez refleja una tendencia peligrosa de EE UU a despreciar las normas del derecho internacional, que ya se,ha manifestado en otras ocasiones, como en la negativa a tener en cuenta la sentencia del Tribunal Internacional de La Haya sobre el bloqueo de los puertos nicaragnenses. Esa tendencia, que rompe con una tradici¨®n norteamericana simbolizada por figuras prestigiosas como Wilson, Kellogg y Roosevelt, coloca a EE UU en situaciones desairadas.
La Asamblea de la ONU ha reaccionado condenando esa medida por 148 votos contra dos: los de EE UU e Israel. Votaci¨®n sin precedente, ya que los aliados de EE UU, incluso los m¨¢s fieles, han votado contra ¨¦l. La votaci¨®n refleja la voluntad de defender normas jur¨ªdicas consustanciales con la existencia de la ONU. Pero en ella ha influido tambi¨¦n la coyuntura pol¨ªtica: las manifestaciones de los ¨²ltimos meses en, Gaza y Cisjordania, la sangrienta represi¨®n israel¨ª, han sensibilizado al m¨¢ximo a la opini¨®n p¨²blica mundial sobre el problema palestino. Hoy aparece con m¨¢s claridad que nunca la necesidad -y la urgencia- de una soluci¨®n pol¨ªtica que reconozca a los palestinos sus derechos nacionales. Expulsar ahora a la OLP de Nueva York, acus¨¢ndola de "terrorista", resulta no s¨®lo flegal, sino obsoleto e inoportuno, incluso para la pol¨ªtica de EE UU.
El cierre de la representaci¨®n de la OLP ante la ONU s¨®lo satisface a los halcones de Israel, como el primer ministro, Shamir. Pero ¨¦stos constituyen hoy el principal obst¨¢culo a cualquier esfuerzo de paz, y en concreto, al plan presentado por Shultz, destinado a recuperar para EE UU cierto protagonismo en la zona. Con objeto de evitar el fracaso de su plan, Shultz tiene que flexibilizar su pol¨ªtica en relaci¨®n con los pa¨ªses ¨¢rabes, lo que implica tender puentes, aunque sean indirectos, hacia la OLP. Shultz acaba de celebrar en Washington una conversaci¨®n con dos miembros del Consejo Nacional Palestino, Edward W. Said e Ibrahini Abu-Lughold, que han reiterado, al final de la entrevista, su apoyo pleno a la OLP y a su presidente, Yasir Arafat. Este paso de Shultz, impensable hace pocos meses, indica que la evoluci¨®n en los territorios ocupados por Israel empuja a EE UU a reconocer, como hizo la Comunidad Europea hace a?os, que no es posible descartar a la OLP de la negociaci¨®n sobre Oriente Pr¨®ximo.
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