Provocaci¨®n
Est¨¢s atascado en medio de la ciudad y castigado por el viejo sol de las religiones monote¨ªstas. Ahora entiendes por qu¨¦ aquellos pueblos que tambi¨¦n iban en caravana por el desierto bajo un id¨¦ntico sol tuvieron la curiosa idea del dios ¨²nico. S¨®lo una divinidad sin rivales, onmipotente, puede resolver esos asfixiantes problemas de tr¨¢fico. Sin olvidar que en caravana es m¨¢s sano blasfemar contra uno que contra varios. Hace ya mucho tiempo que renunciaste a llegar puntual a la cita. Ahora s¨®lo tratas de llegar puntual al pr¨®ximo sem¨¢foro. Tu ¨²nico dilema en la vida es la ventanilla del coche. Si la subes o la bajas. Si prefieres ahogarte con la tufarada exterior o te basta con el infierno interno. Las neuronas s¨®lo rumian dos mensajes: llegas muy tarde y tienes mucho calor. Pero como el cuerpo es sabio, tu mecanismo de defensa es la ignorancia. Nada de saber con precisi¨®n cu¨¢ntos minutos suma tu retraso, cu¨¢ntos grados mide tu asfixia.Entonces los ves. Est¨¢n sembrados por toda la ciudad, y siempre en medio del gran caos, y siempre donde los atascos hacen historia. Son esos paneles electr¨®nicos que escupen las dos cifras exactas que m¨¢s abominas: la hora digital y la temperatura infernal. Pantallas ubicuas que te recuerdan lo que intentas olvidar, los minutos devorados, los grados sudados. ?A qu¨¦ viene refinar el suplicio circulatorio juntando el rigor cronom¨¦trico con el termom¨¦trico? ?Hay alguien en la ardiente caravana necesitado de tales informaciones? ?Alg¨²n colapsado sin reloj en la mu?eca, sin term¨®metro en el salpicadero? Como lo ¨²nico que avanza en el atasco son los guarismos del vil panel, la autodefensa consiste en ignorar esos instrumentos de alta precisi¨®n. En pleno caos, los detalles exactos amplifican el caos. Una cosa es saber que vas algo retrasado y acalorado a la cita del mediod¨ªa y otra muy distinta que esos paneles digitales te cotilleen que son las 13.47 y hay 32 grados. Datos tan crueles, vanos y pelmazos no hacen m¨¢s que aumentar tu retraso, tu sudor y tu nostalgia por la muleta de Jon el Cojo.
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