Candidato de la discordia
LA FRUSTRADA elecci¨®n parlamentaria del magistrado Roberto Garc¨ªa Calvo, candidato propuesto por Alianza Popular para cubrir una vacante en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), ha resultado m¨¢s conflictiva de lo que se preve¨ªa. Una primera votaci¨®n provoc¨® el enfrentamiento en el seno del principal grupo de la oposici¨®n por el absentismo parlamentario que se produjo en sus filas el d¨ªa de la elecci¨®n, impidiendo ello la designaci¨®n de su propio candidato. Ahora la postura contraria manifestada por el Grupo Socialista en una segunda votaci¨®n parlamentaria -lo que de nuevo frustra la elecci¨®n del candidato de la derecha- ha originado una agria disputa entre Alianza Popular y el partido del Gobierno.?Qu¨¦ es lo que ha ocurrido para que el compromiso alcanzado en su d¨ªa entre socialistas y aliancistas en tomo al candidato propuesto por estos ¨²ltimos no se haya mantenido hasta el final? Los aliancistas acusan al partido del Gobierno de ruptura del consenso institucional y de haber utilizado el caso para castigarlos por su postura en el tema de la comisi¨®n de investigaci¨®n sobre el tr¨¢fico de influencias. Los socialistas replican que, una vez fracasada la elecci¨®n del candidato de AP en el momento en que fue sometida a una primera votaci¨®n, no estaban obligados a mantener ulteriormente su compromiso sobre este mismo candidato. Pero al margen de acusaciones y de justificaciones, lo que parece claro es que la personalidad pol¨ªtica del candidato est¨¢ en el origen del conflicto. Ni Alianza Popular parece que sopes¨® suficientemente esta circunstancia al postularlo como candidato, ni los socialistas estuvieron bastante informados al darle su apoyo.
La biograf¨ªa pol¨ªtica del magistrado Roberto Garc¨ªa Calvo, antiguo gobernador y jefe provincial del Movimiento en la provincia de Almer¨ªa, es la de una persona identificada con el r¨¦gimen franquista y cuya ideolog¨ªa actual, seg¨²n testimonios solventes, puede considerarse como de extrema derecha. En contra de lo expresado estos d¨ªas por algunos portavoces de Alianza Popular, ello no es un dato balad¨ª. Que un partido que proclama su fe en las instituciones democr¨¢ticas y en los principios constitucionales postule a alguien que no comparte esas convicciones para formar parte del ¨®rgano de gobierno del Poder Judicial es un hecho pol¨ªtico de primera magnitud. No se trata de ejercer el revanchismo respecto del pasado de nadie ni la discriminaci¨®n respecto de su presente. Se trata simplemente de que quien es propuesto para integrarse en una instituci¨®n tan representativa del r¨¦gimen democr¨¢tico como es el Consejo General del Poder Judicial debe ofrecer las m¨¢ximas garant¨ªas de respeto y aceptaci¨®n sin reserva de su papel constitucional. Si existen indicios m¨¢s que racionales de que ello no sea as¨ª, un m¨ªnimo de coherencia y prudencia pol¨ªticas exigir¨ªa la b¨²squeda de otro candidato -y los hay abundantes en la magistratura espa?ola- que a su ubicaci¨®n ideol¨®gica en el terreno de la derecha uniese una inequ¨ªvoca actitud democr¨¢tica.
Lo sucedido, en todo caso, muestra la fragilidad en que se asienta el consenso al que obliga a los grupos pol¨ªticos la exigencia constitucional de las mayor¨ªas cualificadas para elegir a los miembros de las instituciones de origen parlamentario: Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Consejo de Administraci¨®n de RTVE, etc¨¦tera. M¨¢s que consenso propiamente dicho sobre el candidato propuesto -lo que implica una cierta convergencia de criterios entre los grupos que conforman la mayor¨ªa exigida-, lo que se practica es un puro mercadeo transaccional mediante el cual cada grupo elige por su cuenta al candidato o candidatos que le corresponde en el reparto y que despu¨¦s ser¨¢n designados con la agregaci¨®n puramente mec¨¢nica de los votos de los otros grupos. A veces el sistema deja entrever su verdadera entra?a y acontece que alg¨²n grupo desconoce por completo a qui¨¦n vota, como le ha ocurrido al PSOE con el candidato de AP al CGPJ. Es entonces cuando los partidos se ven tentados a hablar poco menos que de traici¨®n o de engaho, seg¨²n le haya ido a cada cual en la feria, cuando lo realmente lamentable es la perversi¨®n operada en el m¨¦todo de elecci¨®n.
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