Reparto
Estaba el defensor Rodr¨ªguez Men¨¦ndez interrogando a uno de los varios polic¨ªas de la sesi¨®n de ayer, cuando se detuvo para protestar "de las caras que est¨¢ poniendo el letrado de la acusaci¨®n se?or Sanz de Bremond, al que por lo visto no le gustan mis preguntas". A lo que el aludido contest¨® que no era ¨¦l, precisamente, "el letrado m¨¢s gesticulante de la sala".Este es un pique antiguo y con ra¨ªces: Bremond y Men¨¦ndez son los protagonistas del proceso, el bueno y el malo de esta pel¨ªcula de tiros. Sanz de Bremond es el bueno perfecto, tan fino y espigado y con su melena de Pr¨ªncipe Valiente, tronante en sus intervenciones y defensor imperturbable de los d¨¦biles, como le corresponde cabalmente en su papel de h¨¦roe. ?l fue, por ejemplo, quien pidi¨® que a Forner se le quitaran los grilletes, tras la espectacular entrada del testigo con las esposas puestas. Est¨¢ en todo.
Men¨¦ndez, por su parte, se aplica meritoriamente en su papel de malo. El f¨ªsico le cuadra: es igual que un ogro de cuento infantil. Uno ogro de tipo sibilino, de esos que sonr¨ªen y engatusan a los ni?os antes de zamp¨¢rselos enteros. En la antesala del juicio, Men¨¦ndez es campechano y reidor, de esos que reparten palmadas en las espaldas circundantes, invitan a cigalas y realizan una inexorable labor de simpat¨ªa. En la sala, atornilla y aturulla a los testigos inc¨®modos, y parece tener una especial habilidad para aparentar que, los declarantes han dicho lo que no dijeron. Por ¨²ltimo, en fin, est¨¢ el presidente de la sala, el juez Dom¨ªnguez, al cual, con todos los respetos, digo yo que le corresponde el papel de feo en la pel¨ªcula, m¨¢s que nada porque ha de fastidiar imparcialmente a una y otra parte con sus campanillazos. Un hombre que, a decir los expertos de la cosa, est¨¢ haciendo su mejor actuaci¨®n como magistrado en este juicio.
As¨ª est¨¢n las cosas en la cabecera del reparto. Pero hay m¨¢s. Mientras el juicio prosigue mon¨®tonamente, y nos enteramos, seg¨²n palabras de un polic¨ªa nacional, "que son los propios detenidos los que ped¨ªan ponerse los monos" (grandes risas en la sala, incluidas las de los procesados), los dem¨¢s actores interpretan sus papeles. Est¨¢ el fiscal, que es pulcro y aburrido. El otro acusador, Sanz Grassa, un hombre redondeado y contagiosamente bondadoso. Y en los bancos de enfrente, en la defensa, est¨¢ Tuero, que es un profesional muy veterano. Salgado, un joven de cabellos planchados al unte que a veces ha realizado aceleradas intervenciones que suenan a la parte contratante de la primera parte de los Hermanos Marx; y Carpena, que apenas si habla.
Y por ¨²ltimo, hay quien asegura que ah¨ª, junto a los defensores, se sienta tambi¨¦n un abogado del Estado, aunque jam¨¢s nadie le escuch¨® decir palabra. Pero ya se sabe que el Estado, en esta pel¨ªcula negr¨ªsima, lleva callado mucho tiempo.
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