El reto de CataIu?a
El 29 de mayo, los catalanes acudiremos muy puntuales, compuestos y ordenados, a las urnas con el fin de dejar las cosas tal como estaban en el d¨ªa anterior. Elecciones al Parlament sin variaciones sustanciales, con resultados cantados, y machaconamente, por las encuestas, si es que no fallan todas a una estrepitosamente y la credibilidad de la Prensa se viene abajo junto con el mito Pujol.En una primera lectura, las claves del apoyo a Pujol son el s¨ª popular a la duraci¨®n y a la estabilidad y el no a la incertidumbre de los cambios -rechazados, si no son estrictamente necesarios, en todos los comicios de los ¨²ltimos a?os-.M¨¢s all¨¢ de la superficie, Pujol contar¨¢ con un capital pol¨ªtico que le va a permitir afrontar el reto de su pr¨®ximo mandato desde una posici¨®n de fuerza nada com¨²n. Y digo el reto en sigular para distinguirlo del conjunto de una obra de gobierno cotidiana que ya se da por descontado que va a ser, en l¨ªneas generales, correcta y atinada.
El reto de Catalu?a, el reto del catalanismo y el de Pujol, consiste en encontrar una f¨®rmula permanente de encaje con Espa?a, en la perspectiva de una Europa unida que sea capaz de funcionar sin sobresaltos ni amenazas hasta bastante m¨¢s all¨¢ del a?o 2000.
El Estatut de Catalu?a y sus ocho a?os de vida fruct¨ªfera son el resultado de un pacto menor, consecuencia del gran pacto constitucional. Un pacto, cualquier pacto, es el resultado de un acuerdo en el que las partes ceden en lo accesorio para salvar lo esencial. Tanto en la Constituci¨®n como en el Estatut hay cesiones y concesiones importantes. Pero, mientras la Constituci¨®n ha demostrado su gran capacidad de regular el juego democr¨¢tico en Espa?a, el Estatut catal¨¢n adolece de imperfecciones que, en vez de procurar sosiego, provocan inquietud en la vida pol¨ªtica de quienes vivimos afectados por ¨¦l. Y lo que hay que dilucidar en los pr¨®ximos cuatro a?os es si, a pesar de sus imperfecciones, el texto puede dar de s¨ª durante un largo per¨ªodo o bien hay que cambiarlo por otro -y, llegado el caso, cu¨¢les deben ser los t¨¦rminos y contenidos del nuevo texto- Las cartas fundamentales de las sociedades deben servir para encauzar andaduras hist¨®ricas, y si resulta que no cumplen su funci¨®n y distorsionan, se cambian por otras y en paz. Aunque lo dif¨ªcil del asunto es saber c¨®mo se podr¨ªa cambiar sustancialmente el Estatut sin tocar una Constituci¨®n absolutamente intocable; es ?mpensable que el 92 nos pille corno estamos ahora, sin saber a qu¨¦ atenemos a ciencia cierta.
Pero, con ser muy importante, la cuesti¨®n del Estatut no es la ¨²nica que interviene en la resoluci¨®n del reto. El encaje definitivo de Catalu?a con Espa?a depende de otros factores, debe cumplir detern¨²nadas condiciones que, aunque puedan ser descritas, no es posible legislar.
Antes de adentrarnos en algunos de ellos, bueno ser¨¢ explicitar el punto de partida actual, que poseemos como una conquista irrenunciable. Despu¨¦s de siglos de luchas, forcejeos -incluso de guerras- y opresiones, Catalu?a ha dejado de ser un problema para Espa?a, del mismo modo que Espa?a est¨¢ en situaci¨®n de dejar de ser un problema para los catalanes. (Y si no digo que lo ha dejado ya de ser es porque una parte importante del catalanismo me lo echar¨ªa en cara, invalidando as¨ª buena parte de rrii discurso.)
Y ahora casi voy a contradecirme, matizando, porque Catalu?a ha dejado de ser problema para Espafia s¨®lo de modo provisional. El reto consiste en dar el salto de lo provisional a lo definitivo -dando siempre a esta palabra el sentido relativo que la historia nos ense?a-. Porque el tira y afloja cansa, el nacionalismo radical crece, sin salir a¨²n de su miseria, y la capacidad de una Catalu?a exacerbada para levantar polvaredas -aunque ella tambi¨¦n salga perdiendo- es inconmensurable. Lo que significa que hay que andar con tiento, que no vale encastillarse en el orgullo despreciativo de quien cree que Espa?a est¨¢ vertebrada caiga quien caiga, que desde el centro tambi¨¦n hay que ir a la rec¨ªproca, escuchar, dialogar y adquirir versatilidad ideol¨®gica y pol¨ªtica, que hay que comprender la desconfianza del apaleado, etc¨¦tera. Tenemos, por primera vez, la oportunidad hist¨®rica de hacer bien las cosas, y contamos con el capital de no haberlas hecho nada mal en los ¨²ltimos 10 a?os.
?ste es uno de los factores extraestatutarios a los que. me refer¨ªa. Que Espa?a, y su Gobierno, y su clase pol¨ªtica se tomen el asunto en serio, porque lo es. La chanza ya vendr¨¢ a la hora de la tertulia. El voto a Pujol es un voto que admite o aplaude ambig¨¹edades importantes. El federalismo que Obiols y los socialistas catalanes se sacaron de la manga es un principio de respuesta -nada despreciable- a la inquietud que intento reflejar. Mientras en Flandes se instalan en el rid¨ªculo, Catalu?a anda por la senda apaciguada de una sensatez que no deber¨ªamos echar a perder. Y siento mucho ponerme trascendente y pesado cuando lo ¨²nico que persigo -y no soy un caso aislado- es sentirme relajado y tranquilo en mi condici¨®n de catal¨¢n.
Para ello es necesario reformular el pacto sellado en 1979, cambiando el Estatut o sin tocarlo, con todas las fuerzas representadas en el Parlament de Catalunya que salga de las urnas el d¨ªa 29 a un lado y las del Parlamento espa?ol en el otro, de sociedad a sociedad, para que en el futuro podamos estar todos en el rri¨ªsmo lado de Europa de modo permanente, sin incertidumbres. Un nuevo pacto que permita mayores cotas de autogobiemo a cambio de una integraci¨®n mayor y m¨¢s c¨®moda de Catalu?a en Espa?a. Voy a poner dos ejemplos. Uno: la nueva situaci¨®n deber¨ªa permitir que cuestiones como la transformaci¨®n del aeropuerto de Barcelona en algo decente o la llegada del TGV franc¨¦s se decidieran al 50% en Catalu?a, y no al 0% como ahora, y que acordar financiaci¨®n y calendario no fuera luego un v¨ªa crucis, a pesar de que Madrid siguiera renunciando incomprensiblemente a dejar de ser la ¨²nica capital de Europa que, pudiendo, no est¨¦ unida a las dem¨¢s por autopista. Y dos: en la nueva situaci¨®n, el president de la Generalitat, fuera quien fuera, no s¨®lo invitar¨ªa al Rey a presidir la celebraci¨®n de un hecho tan importante como el milenario de una independencia, sino que tambi¨¦n invitar¨ªa, sin pensarlo dos veces, al presidente del Gobiemo, ftiera quien fuera. ?Capacidad de decisi¨®n a cambio de sentimientos? Quiz¨¢ s¨ª.
Finalmente, la cuesti¨®n de la lengua, unida a la de identidad, que es la m¨¢s ejemplar de todas. Los catalanes debemos establecer en primer lugar si el ritmo de desarrollo del catal¨¢n, de lo que nosotros llamamos normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica, es el adecuado para conseguir alg¨²n d¨ªa el objetivo de la hegemon¨ªa de la lengua catalana sobre la castellana en el seno de la sociedad en Catalu?a -sin renunciar para nada al espa?ol, claro est¨¢-, o si, por el contrario, ir¨¢ evolucionando hasta la latinizaci¨®n que representa ser la lengua de las instituciones de gobierno y de algunos medios p¨²blicos de comunicaci¨®n, comprendida por todos, pero sin implantaci¨®n social. Si estamos en lo primero, lo que dudo mucho a pesar de ciertas apariencias, bien. Pero si resulta ser cierta la tesis de la latinizaci¨®n, habr¨¢ que pactar nuevas actitudes e instrumentos legales coercitivos para reconducir la situaci¨®n hasta la hegemon¨ªa. A cambio, impulsar desde el catalanismo un reparto igualitario de la identidad nacional o, mejor dicho, del sentido de pertenencia, entre Catalu?a, Espa?a y Europa, en tres escalones sucesivos fuertemente arraigados. As¨ª, si el futuro del catal¨¢n llegara a estar unido al sentimiento de espa?olidad de la sociedad catalana, la trabaz¨®n del binomio Catalu?a-Espa?a se fortalecer¨ªa extraordinariamente y se solidificar¨ªa en la comodidad de la permanencia.
?ste y no otro es, a mi parecer, el reto inmediato de Catalu?a y uno de los mayores de Espa?a: dise?ar y pactar de una vez por todas un futuro en com¨²n.
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