Entra?able cascarrabias
En la mitad de su segunda canci¨®n, al filo de la medianoche, Van Morrison protagoniz¨® en Madrid una espant¨¢ digna de Rafael El Gallo. Empuj¨® materialmente a los veteranos m¨²sicos que forman su grupo hacia bambalinas y la incertidumbre plane¨® sobre las 9.000 estupefactas personas que apenas cubr¨ªan la mitad del Rock¨®dromo. El irland¨¦s se sinti¨® molesto con una de las c¨¢maras aut¨®nomas del equipo de v¨ªdeo que surti¨® magn¨ªficamente de im¨¢genes al auditorio durante todos los conciertos de las fiestas, y decidi¨® hacer mutis. Fue el comienzo de una actuaci¨®n desconcertante.A sus 42 a?os, Van Morrison es la antiestrella. Su concierto transcurri¨® en penumbra, con una econom¨ªa de luces que impidi¨® ver el envejecido aspecto de una de las figuras m¨¢s carism¨¢ticas y libres de la historia del pop. El sonido tambi¨¦n se mantuvo bajo m¨ªnimos, contribuyendo a crear un ambiente de austeridad y sencillez muy lejano a los macroespect¨¢culos de luz y sonido a que nos acostumbran los grandes ¨ªdolos del pop. Morrison marca la diferencia y no se limita a alejarse de la parafernalia que rodea al show business del pop. Simplemente no compite.
La Noche, Eduardo Niebla y Antonio Forcione, Van Morrison con The Chieftains
Auditorio de la Casa de Campo. Madrid, 15 de mayo.
Como un viejo cascarrabias, y sin hacer la menor concesi¨®n, dio la impresi¨®n de hallarse fuera de contexto y limitarse a cubrir el expediente. Acompa?ado en la mayor parte del concierto por The Chieftains, uno de los mejores y m¨¢s veteranos grupos de m¨²sica folcl¨®rica irlandesa, Van Morrison desgran¨® un repertorio formado mayoritariamente por canciones tradicionales y temas incluidos en su pen¨²ltimo disco, Poetic Champions Compose. Nada de trabajos anteriores ni, por supuesto, recuerdos a cl¨¢sicos como Gloria o Domin¨®. Intransigente y airado, plante¨® un concierto espartano, tranquilo, sensible y lleno de matices sutiles. Los instrumentos, ac¨²sticos en su totalidad, sonaron como tales y los arreglos de las canciones parecieron improvisados, id¨®neos para realizar una gira por pubs, pero inadecuados para grandes espacios abiertos. Era la imagen de una reuni¨®n de amigos para interpretar canciones intemporales y reencontrarse con ra¨ªces musicales en estado puro.
Pero en Morrison todo es imprevisible, y esta pureza permite que cualquier planteamiento tenga sentido. A trav¨¦s de sus canciones, de su voz inigualable y su capacidad interpretativa, la m¨²sica cobra un valor profundo, aut¨¦ntico y libre de ataduras. Mantiene su imagen de francotirador al margen de entrevistas, fotos, v¨ªdeos y mercadotecnia, ofreci¨¦ndose tal como es en cada momento. Fue el concierto de un irland¨¦s para irlandeses y no respondi¨® a lo que el p¨²blico esperaba ni consigui¨® ese ramalazo de emoci¨®n que ofrece en sus discos. Como un viejo le¨®n, Van Morrison no alcanz¨® el duende y defraud¨®, aunque demostr¨® alma y fidelidad a esa honestidad que ha jalonado una extensa carrera que le sit¨²an entre los elegidos de la m¨²sica de nuestros d¨ªas.
Previamente a la sorpresa Morrison, el grupo La Noche y los guitarristas Eduardo Niebla y Antonio Forcione protagonizaron dos interesantes actuaciones. La Noche es uno de los, mejores grupos que defienden la fusi¨®n entre jazz, pop y rock. Su l¨ªnea no es particularmente original, pero el desarrollo roza la perfecci¨®n. Asombraron por la fluidez en la ejecuci¨®n, la seguridad en el escenario y la brillantez del sonido en un magn¨ªfico concierto. Eduardo Niebla y Antonio Forcione tambi¨¦n sorprendieron con dos guitarras de inspiraci¨®n flamenca y una utilizaci¨®n ajustada de la tecnolog¨ªa, que les permite extraer sonidos originales y les diferencia de otros instrumentistas. Residentes en Londres y desconocidos para el p¨²blico espa?ol, hicieron grata la espera de Van Morrison, ese veterano y entra?able cascarrabias que cerr¨® musicalmente las fiestas de San Isidro.
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