Ense?anza: peor que empezar
EL 'NO' ampliamente mayoritario del profesorado estatal de las ense?anzas media y b¨¢sica al acuerdo alcanzado entre los sindicatos -a excepci¨®n de Comisiones Obreras- y el Ministerio de Educaci¨®n prorroga un conflicto que viene afectando gravemente al desarrollo del curso escolar y hace todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil la b¨²squeda de una soluci¨®n razonable. Quienes lo han propiciado echan sobre sus espaldas la responsabilidad del deterioro educativo de seis millones de escolares, contribuyen as¨ª al desprestigio de la ense?anza p¨²blica y ponen a muchas familias en la tesitura de volver la cara hacia la ense?anza privada como tabla de salvaci¨®n. La incapacidad de los sindicatos y del ministro y su equipo para gobernar la crisis es m¨¢s que palpable.Han tenido que ser muy fuertes las razones que han llevado al profesorado a rechazar tan contundentemente un acuerdo que, aunque distante de su plataforma reivindicativa, abr¨ªa el camino para su total homologaci¨®n funcionaria? retributiva en el a?o 1990. El resultado del refer¨¦ndum no, s¨®lo retrotrae el conflicto a su punto de partida. La sensaci¨®n de frustraci¨®n de los sindicatos ahora desautorizados, el tiempo perdido en negociaciones in¨²tiles, los d¨ªas de huelga y las movilizaciones habidas para nada son datos que pueden repercutir en una radicalizaci¨®n que a nadie interesa. Que esto no suceda as¨ª es responsabilidad principal de Comisiones Obreras, el sindicato que se descolg¨® de la mesa negociadora y propugn¨® el no al preacuerdo, y que ahora debe descubrir las cartas que posee bajo la manga -si est¨¢ por algo m¨¢s que por la desobediencia civil y por la erosi¨®n pol¨ªtica del Gobierno- para conseguir un pacto m¨¢s sustancioso que el del resto de los sindicatos del sector. La actuaci¨®n de estos ¨²ltimos ha sido descalificada por el profesorado. La permanente apelaci¨®n a las bases, poniendo en duda la legitimidad del mandato sindical, juega a veces estas malas pasadas, y, si se recurre a ese procedimiento, hay que aceptar las consecuencias. Por eso, afirmar, como han hecho esos sindicatos, que la decisi¨®n del profesorado constituye "un voto de castigo para el ministerio" es una interpretaci¨®n parcial de lo sucedido. Ha sido, efectivamente, un castigo, pero no s¨®lo para el Gobierno, sino tambi¨¦n para unos sindicatos que con su actuaci¨®n han puesto al descubierto una pavorosa falta de representatividad. Ser¨ªa un gesto coherente con ella la dimisi¨®n de quienes en su nombre han negociado algo que ha resultado papel mojado. Pero parece mucho pedir a unos sindicatos que en materia de coherencia han dado pruebas tan flagrantes de falta de ella como el rehuir -y ¨¦ste es el caso de los independientes CSIF y ANPE- la defensa p¨²blica del s¨ª a algo pactado por ellos mismos en la mesa de negociaciones.
Pero si los l¨ªderes sindicales deben pagar sus culpas, no menos han de hacer los responsables pol¨ªticos. La decisi¨®n del profesorado constituye una oposici¨®n frontal y generalizada a la pol¨ªtica del ministerio y un desaf¨ªo a la postura de ¨¦ste, en el sentido de que lo conseguido en el acuerdo rechazado era lo m¨¢ximo que se pod¨ªa conceder. Habr¨¢ que ver c¨®mo se desteje esa madeja sin perder la cara y, sobre todo, sin dar la sensaci¨®n ante la opini¨®n p¨²blica de que ceden m¨¢s de lo tolerable. La ¨²nica soluci¨®n brillante es un relevo al frente del ministerio, sea porque el ministro dimite (aunque ser¨ªa una novedad pasmosa en la obediente grey socialista) o porque le destituyen (lo que da?ar¨ªa el concepto de autoridad ante las presiones de la opini¨®n p¨²blica que el presidente tiene).
Pero el conflicto ha llegado a un punto tal que merece m¨¢s atenci¨®n de la que parece prestarle el jefe del Ejecutivo. Hace meses que Felipe Gonz¨¢lez se enfrenta a una contestaci¨®n pol¨ªtica de perfiles definidos, instrumentada desde la calle y sectores de opini¨®n, y que precisa soluciones inaplazables. La pr¨¢ctica de recocer a los ministros en su propia, salsa puede haberle dado en ocasiones fruto, pero la factura que hoy pagamos por ello los espa?oles es el desconcierto, cuando no el caos, en los servicios p¨²blicos. Lo de la ense?anza no es sino un aviso. Y la impavidez no resuelve nada.
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