El legado de Philby

Rebecca West escribi¨® hace bastante tiempo, en 1947, un epitafio adecuado para Kim Philby. En El sentido de la traici¨®n presentaba la peculiar atracci¨®n del mundo del espionaje y contraespionaje: es dulce no ser lo que la persona de al lado piensa que uno es, sino alguien mucho m¨¢s poderoso; saber lo que escribi¨® dicha persona en la carta que ha sellado con tanto cuidado; conseguir las confidencias que hace un desconocido confiado.En la vida corriente, Philby podr¨ªa haber sido un funcionario de prestigio, un competente periodista. Como esp¨ªa sovi¨¦tico fue el Napole¨®n del enga?o, el mayor topo de todos aquellos que durante 30 a?os revelaron los secretos brit¨¢nicos al KGB. M¨¢s all¨¢ de la informaci¨®n, su principal servicio a Mosc¨² consisti¨® en extender el veneno de la sospecha, que enfrent¨® entre s¨ª a los aliados.

Poco antes de la muerte de Philby, un periodista le pregunt¨® qu¨¦ sab¨ªa respecto a la sensacional acusaci¨®n seg¨²n la cual Roger Hollis, el antiguo jefe del contraespionaje brit¨¢nico, hab¨ªa sido un topo del KGB. Su respuesta fue: "Desconozco este tema, me parece improbable. Pienso que fue un ingl¨¦s recto, aunque ligeramente aburrido".

?ste fue el ¨²ltimo servicio de Philby a sus maestros: una afirmaci¨®n que levantaba sospechas mientras que h¨¢bilmente aparentaba calmarles. Se trat¨® de la venganza de un esp¨ªa de primera clase y de un hombre de cuarta fila.

18 de mayo