Tercera victoria
CUMPLIENDO S?LO en parte los pron¨®sticos, la coalici¨®n nacionalista conservadora que encabeza Jordi Pujol se alz¨® ayer con la victoria por mayor¨ªa absoluta, seg¨²n los datos escrutados al 97%, en las elecciones auton¨®micas de Catalu?a. Pujol merece las felicitaciones de sus correligionarios y el reconocimiento de su oposici¨®n: minimizar una victoria as¨ª por tercera vez est¨¢ fuera de sitio. Pero el resultado es inferior a la "victoria aplastante" que augur¨® Jordi Pujol al cierre de la campa?a, deseoso de alcanzar el 50% de los sufragios, cuando en realidad ha disminuido respecto a anteriores elecciones. Ello indica que Converg¨¨ncia i Uni¨® ha tocado techo tras su continuo avance en distintas contiendas electorales.Buena parte de los sufragios que han sostenido ahora esta mayor¨ªa proceden de antiguos votantes de Alianza Popular (m¨¢s exactamente, de Coalici¨®n Popular). As¨ª, el ¨¦xito convergente, aunque menor de lo augurado, no puede desligarse de la ruina aliancista, que ha perdido en la confrontaci¨®n el santo, la se?a y gran parte de su presencia parlamentaria. Jordi Pujol ha unificado y soldado el cuerpo electoral de la derecha, ha sustituido unas aportaciones por otras y se ha beneficiado de la inexistencia de una alternativa de izquierda. Y es significativo que esta victoria se repita por tercera vez. El ejercicio del poder apenas ha desgastado al pujolismo, lo que se explica por el especial car¨¢cter de la Generalitat como Administraci¨®n m¨¢s subvencionadora que comprometida con los conflictos reales y por la timidez de la labor opositora.
El principal partido de la oposici¨®n (el socialista) se ha situado en cotas similares a las que ya manten¨ªa, con una ligera subida -cuando se le pronosticaba lo contrario-, mientras que otras familias de la izquierda han logrado un repunte m¨¢s amplio: los comunistas, coligados, resurgen con fuerza de sus cenizas. Este resurgir debe mucho tanto al descontento por la pol¨ªtica econ¨®mico-social del PSOE en Madrid como a la unidad de los distintos grupos comunistas, acompa?ados por nacionalistas de izquierda. En cuanto a los dem¨¢s partidos, Esquerra Republicana ha resistido con tendencia al alza; Alianza Popular ha recibido en las urnas un serio castigo, y el centrismo de Su¨¢rez demuestra nuevamente su capacidad de nacer all¨ª donde no exist¨ªa, aunque no cumpla sus esperanzas de formar grupo en el Parlament.
Las lecciones de este d¨ªa electoral s¨®lo son parcialmente extrapolables al mapa pol¨ªtico del Estado. El componente nacionalista y populista -al que pr¨¢cticamente ninguno de los partidos en liza ha renunciado durante la campa?a- desfigura el debate sobre la gobernaci¨®n real y los proyectos de futuro. Toda reconstrucci¨®n del centro-derecha tendr¨¢ que seguir contando, en cualquier caso, con el nacionalismo conservador -y muchas veces de tinte reaccionario- que Converg¨¨ncia representa. Sin una coalici¨®n entre las diversas derechas territoriales es dif¨ªcil, con nuestro sistema de representaci¨®n, desbancar al PSOE del poder. Una eventual resurrecci¨®n de una especie de CEDA (Confederaci¨®n Espa?ola de Derechas Aut¨®nomas, coalici¨®n pol¨ªtica que triunf¨® en la II Rep¨²blica) quiz¨¢ facilitara la oposici¨®n al Gobierno del PSOE, aunque dificilmente puede alumbrar un proyecto s¨®lido que soslaye las apetencias contradictorias de los distintos partidos nacionalistas y los caciquismos locales enconados entre s¨ª.
Queda por despejar la inc¨®gnita de c¨®mo va a ser administrada esta nueva victoria nacionalista en Catalu?a en el terreno de los hechos. Las palabras de moderaci¨®n, di¨¢logo y respeto y las promesas de seriedad institucional y de "gobernar para todos" pronunciadas en los primeros momentos deben ser pasadas por el tamiz de la realidad. Hace cuatro a?os se pronunciaron frases de este g¨¦nero y, sin embargo, la pr¨¢ctica de la ¨²ltima legislatura no las tradujo en la medida deseable: la falta de consenso en cuestiones y legislaciones b¨¢sicas como la organizaci¨®n territorial de Catalu?a, la ausencia de colaboraci¨®n con las administraciones locales y la estrategia de la tensi¨®n emprendida en relaci¨®n con el Gobierno central constituyeron muestras de que entre los buenos deseos y los actos de gobierno media frecuentemente un abismo.
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