Seco manantial
Carlos Seco Serrano ha llegado a la formidable conclusi¨®n de que en Espa?a "se entiende la libertad democr¨¢tica como una permanente luz verde para la agresi¨®n indiscriminada contra todo y contra todos", cuesti¨®n con hartos antecedentes hist¨®ricos que cualquier intelectual utilizar¨ªa como punto de partida para el justo an¨¢lisis y no como resumen de reflexion.Seco Serrano, en su art¨ªculo de EL PA?S -26 de mayo-, despu¨¦s de someterse a la ardua contemplaci¨®n del p¨¢ramo por el que atraviesa nuestra vida p¨²blica, ha querido hacemos un discurso, cuya lectura pudiera resultar entretenida precisamente porque el vasto empe?o queda reducido a un puro y alicorto chismorreo, m¨¢s propio de tertulia picaresca que de seriado de pr¨®ceres. Decir a esta alturas que en Espa?a se magnifica el mal gusto y se practica la intolerancia frente a la sensibilidad y la convicci¨®n ajenas es opini¨®n que puede escucharse lo mismo en los transportes p¨²blicos que en la antesala de un estomat¨®logo. En cualquier caso, la reducci¨®n de su esfuerzo -digno de un Herodoto redivivo- a la pura an¨¦cdota empieza por revelar que tambi¨¦n en los estadios del pensamiento los manantiales de hoga?o son escasos e incapaces de fertilizar el seco p¨¢ramo.
He seguido con atenci¨®n el dictamen y me ha conmovido leer descubrimientos de este calibre: "Se renuncia a la elegancia y la correcci¨®n, entendiendo por convencional lo que es sustantivo". Clama luego el recitado escritor frente al apeamiento del usted, la liquidaci¨®n del tratamiento respetuoso, la desfachatez del jovenzuelo periodista que estrena carn¨¦ y llama de t¨² a t¨² "a todo un ministro" sin anteponer el sustantivo se?or; la emprende contra el mal hablar, contra las palabras groseras y malsonantes, contra la ni?a bien, "sobre todo si es universitaria", que no renuncia a su cuota unipersonal de tacos con que condimentar la charla, y llega a la conclusi¨®n de que todo esto es producto de una viciada utilizaci¨®n de la libertad democr¨¢tica.
Nada hubiera opuesto a estas conclusiones, que no deben figurar en las antolog¨ªas de la perspicacia literaria o period¨ªstica y que deben ser recusadas de cualquier archivo hist¨®rico entre otras razones, porque esa p¨¦rdida de calidades, que tan certeramente apunta, no tiene nada que ver con el concepto de la libertad, que no es un concepto de mentefactura democr¨¢tica, sino de origen divino y de derecho natural; pero tampoco desde mi experiencia de lector puedo suponer que sea la libertad democr¨¢tica la responsable de la p¨¦rdida de calidades, sino probablemente todo lo contrario: la versi¨®n pol¨ªtica de cada instante hist¨®rico est¨¢ determinada por la calidad de sus hacedores, del misino modo a como el hundimiento vertical del concepto de la autoridad human¨ªstica -el profesor tuteado, el ministro apeado de su tratamiento, la ni?a bien emulando el lenguaje dei arriero- no puede ser atribuido al vulgo, sino a quienes no acertaron alcanzar la categor¨ªa de maestros, de ministros o ia sutil condici¨®n del eterno femenino que tan admirablemente explicaba Ortega y Gasset.
Andaba yo en esta reflexi¨®n unipersonal a trav¨¦s de la lectura del art¨ªculo que comento, cuando de pronto contempl¨¦, sin asombro alguno, que lo que Carlos Seco Serrano se propon¨ªa no era la exhortaci¨®n a la buena conducta popular, sino el ejercicio del mal gusto y la descortes¨ªa que ¨¦l censuraba: Seco Serrano dedicaba cuatro columnas largas de EL PA?S para reprocharme un hecho perfectamente aclarado y que se refiere al eco period¨ªstico que (indiscreci¨®n por m¨ª desautorizada) alcanzaron unas consideraciones personales y dom¨¦sticas acerca de la esposa del general¨ªsimo Franco. No se queja el articulista de que pueda romperse la intimidad familiar por un af¨¢n de sensacionalismo m¨¢s o menos leg¨ªtimo en los medios de comunicaci¨®n y de esta suerte se revuelven contra ¨¦l todos los argumentos que esgrime para definir el mal gusto imperante. La segunda mitad de su art¨ªculo destruye totalmente la primera, como cualquier lector advierte.
No es cuesti¨®n de volver sobre un tema que he explicado en p¨²blico en privado: en p¨²blico, para general conocimiento de los lectores de la publicaci¨®n que recogi¨® unas pretendidas declaraciones m¨ªas, y en privado, a m¨¢s de 40 personas que por distintas razones son dignas de mi m¨¢s alta consideraci¨®n y estima. Tampoco es l¨ªcito confundir la an¨¦cdota con la categor¨ªa hist¨®rica. Seco Serrano no rompe una lanza en defensa de la dama desaparecida: utiliza su recuerdo para agredir a quienes, seg¨²n ¨¦l, estim¨¢bamos poco las libertades que ¨¦l censura. Mayor contradicci¨®n no cabe. Como tanta torpeza ser¨ªa excesiva, creo entender que se ha dejado algunas puntualizaciones de mayor jerarqu¨ªa en los silencios de su contorno, acaso porque la funci¨®n seuclointelectual ha quedado sumergida en los omnipresentes mecenazgos del erario. Si se molestara en frecuentar las hemerotecas que ¨¦l recomienda, sabr¨ªa que al menos por mi parte, y en los tiempos augurales de la Salamanca de 1937, lo que nos propon¨ªamos un reducido grupo de j¨®venes, en su mayor parte intelectuales, era devolverle al pueblo las calidades perdidas, y la norma con el pan.
Hubiera sido hermoso leer un alegato contra el mal gusto imperante, pero es profundamente triste leer un atolondrado ejercicio de redacci¨®n desde la inmersi¨®n profunda en la procacidad seudointelectual de ese mismo mal gusto. Los manantiales de la fertilidad creadora -?cr¨ªtica y dolor humanos!- est¨¢n secos, ¨¢ridos como la tierra cuarteada.
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