La antesala de la vida
La primera unidad de vigilancia intensiva espa?ola cumple 25 a?os
Carlos Jim¨¦nez D¨ªaz volv¨ªa de La Cabrera, un pueblo serrano a 60 kil¨®metros de Madrid. All¨ª ten¨ªa su refugio, un antiguo convento de franciscanos, rehabilitado y decorado con frescos pintados por ¨¦l. Hab¨ªa pasado el fin de semana dedicado a sus actividades favoritas: plantar ¨¢rboles, contemplar la puesta de sol y alimentar a las truchas del estanque. En el camino de retorno sufri¨® un accidente grav¨ªsimo. Ten¨ªa 65 a?os. Los m¨¦dicos de su cl¨ªnica se volcaron en aplicarle las ¨²ltimas tecnolog¨ªas y los mejores cuidados. As¨ª nac¨ªa la primera UVI de Espa?a, hace 25 a?os.
"A Jim¨¦nez D¨ªaz le trajeron en un seiscientos. Estaba destrozado. Ten¨ªa varias fracturas en las piernas y en las costillas y lesiones grav¨ªsimas en los pulmones" recuerda Tom¨¢s Caparr¨®s, jefe del servicio de Medicina Intensiva de la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz. Por entonces ¨¦l ejerc¨ªa como m¨¦dico internista en el hospital a las ¨®rdenes de "don Carlos", como se refieren sus colaboradores al fundador de la Cl¨ªnica de la Concepci¨®n (La Concha) madrile?a, fallecido en 1967.En el hospital se hizo "un esfuerzo tit¨¢nico" para sacar adelante al ilustre paciente, se trajeron aparatos, se aportaron diferentes saberes. En la pr¨¢ctica, se hab¨ªa creado una UVI. Tres meses despu¨¦s, mediado el a?o 1963, Jim¨¦nez D¨ªaz, ya recupera do, quiso "que todos los que lo necesitasen tuvieran una atenci¨®n similar", como recuerda su sobrino y disc¨ªpulo, Mariano Jim¨¦nez Casado. Fund¨® la primera Unidad de Vigilancia Intensiva espa?ola en La Concha. "Nos llam¨® a cuatro internistas y a un anestesista, para atender a 20 camas. Ahora somos 72 personas para cuidar de 19 enfermos", recuerda Caparr¨¦s.
Vigilia permanente
La funci¨®n de estas unidades, "de las que disponen ahora pr¨¢cticamente todos los hospitales de m¨¢s de 100 camas", seg¨²n Mariano Jim¨¦nez Casado, es la atenci¨®n de los enfermos cr¨ªticos que est¨¢n en una situaci¨®n de peligro por un proceso grave o por la posibilidad de aparici¨®n brusca de complicaciones. En ellas se vigila estrecha y permanentemente al paciente y se dispone de resucitadores, ventiladores y monitorizaci¨®n. Se mantienen condiciones de m¨¢xima asepsia y se restringen las visitas.
Los enfermos que acceden a las UVI deben tener posibilidades de recuperaci¨®n. No se ingresan enfermos aquejados de dolencias incurables e irreversibles, o con un estado de senectud avanzada. Aunque "siempre se duda", dice Jim¨¦nez Casado. Los enfermos que son asistidos m¨¢s frecuentemente padecen insuficiencias agudas cardiopulmonares, cuadros cerebrales agudos, son operados de grandes cirug¨ªas o han sufrido un traumatismo tan importante como el de Jim¨¦nez D¨ªaz.
La mortalidad en las UVI oscila en Espa?a entre un 17% y 19%, seg¨²n Guillermo V¨¢zquez, presidente de la Sociedad Espa?ola de Medicina Intensiva. En 1970 fallec¨ªa uno de cada cuatro pacientes ingresados en el servicio. Los pacientes se atienden ahora por especialistas, que por cierto, no cubren las necesidades asistenciales.
Caparr¨®s reconoce que algunos enfermos se descompensan durante el ingreso. Es el s¨ªndrome de la UVI. "El enfermo se siente desconcertado, agitado e inquieto y no sabe donde est¨¢ ni que d¨ªa es". Esto ocurre cuando est¨¢ consciente y lleva alg¨²n tiempo en la unidad. "Este signo nos alerta para darle el alta".
El mejor sitio
"En la UVI se produce un encuentro entre la situaci¨®n de excepcionalidad de? paciente, sometido a un accidente o una operaci¨®n, y la labor cotidiana de los que le atienden", afirma Pilar Mir¨®. "Se desea que se ocupen m¨¢s de uno, que compartan la situaci¨®n dram¨¢tica que se vive".Pilar Mir¨®, directora general de RTVE, recordaba el pasado jueves su viaje en la UVI de la Concepci¨®n, como "usuaria y reincidente", en la que vivi¨® su "tr¨¢nsito a la vida". Fue ingresada dos veces, tras sendas operaciones de coraz¨®n y no recuerda las caras de quienes le atendieron. "Al despertar, tras el quir¨®fano, contaba los tubos que penetraban en mi cuerpo y trataba de descubrir con qu¨¦ aparatos estaban conectados, para analizar mi situaci¨®n respecto a las m¨¢quinas. Sent¨ªa una sensaci¨®n inh¨®spita, de invalidez".
"Las personas que te atienden son m¨¢gicas, como todo lo que hacen: escrutas la mirada, la voz, las manos para intentar adivinar alg¨²n dato sobre tu estado en una inflexi¨®n, en un gesto". Mir¨® reconoc¨ªa que en el tempus dilatado de la unidad, los sentidos se despiertan much¨ªsimo "y siempre se tiene la impresi¨®n de que va a pasar algo terrible". Ella intentaba "sobre todas las cosas", llamar la atenci¨®n de sus cuidadores, preguntar la hora, pedir agua sin tener sed. Caparr¨®s defiende la convivencia "natural" de? profesional con. la excepcionalidad que rodea a los pacientes de UVI. "La naturalidad es la gran fuente de la humanidad".
Mir¨® hace una reflexi¨®n final: "Pero a la UVI no hay que tenerla miedo. Es el mejor sitio donde se puede estar", concluye.
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