El cautiverio de Revilla
A LOS 133 d¨ªas del secuestro por ETA del industrial Emiliano Revilla hay algo que sobresale por encima de las peripecias, a veces hasta rid¨ªculas, a las que ha dado lugar una situaci¨®n del todo insoportable: la necesidad prioritaria, por parte de las autoridades, de hacer todo lo que sea humanamente posible para liberar al reh¨¦n y de evitar cualquier otra acci¨®n, por motivada que parezca, que pueda prolongar el cautiverio del secuestrado o poner en peligro su vida.Los objetivos asignados por ETA al secuestro, ya sea recaudar fondos para seguir secuestrando y matando o bien situarse en posici¨®n de fuerza en la negociaci¨®n con el Gobierno, no est¨¢n esta vez tan f¨¢cilmente al alcance de la organizaci¨®n terrorista como en otras ocasiones. Hay que felicitarse por ello. La firmeza del Gobierno, la colaboraci¨®n de Francia, la mayor eficiencia de la polic¨ªa espa?ola y el respaldo un¨¢nime de todas las fuerzas pol¨ªticas estatales y vascas opuestas a la violencia han contribuido a que eso sea posible. En esta tesitura, ETA se enfrenta a un dif¨ªcil dilema, pero si opta por dejar libre a Revilla sin m¨¢s condiciones todav¨ªa quedar¨¢ abierta la puerta a un di¨¢logo al que ninguna fuerza pol¨ªtica representativa espa?ola se hab¨ªa opuesto antes de que el grupo terrorista rompiera unilateralmente la baraja.
Pero al margen de lo que ETA haga o deje de hacer seg¨²n la tenebrosa l¨®gica que le es propia, el Gobierno tiene sus propias responsabilidades. En una escala de prioridades, el primer puesto lo ocupa siempre la liberaci¨®n con vida del industrial secuestrado, la detenci¨®n de sus captores y su puesta a disposici¨®n de lajusticia. Tambi¨¦n, desde luego, impedir que se produzca el pago exigido y evitar que con el dinero as¨ª obtenido ETA pueda seguir comprando armas, alquilando pisos y garajes y adquiriendo veh¨ªculos y explosivos con los que organizar otros secuestros y realizar nuevos atentados. ?Qu¨¦ hacer entonces cuando, como ocurre en este caso, el cumplimiento de todas ellas puede resultar contradictorio? Y si la consecuci¨®n de todas resulta imposible, ?cu¨¢l de ellas deber¨ªa ser moral y pol¨ªticamente la m¨¢s atendible?
Hasta ahora, la acci¨®n del Gobierno ha sido efectiva en la interceptaci¨®n del rescate, pero absolutamente nula en lo que se refiere a la liberaci¨®n del secuestrado. Las fuerzas del orden han sido incapaces hasta ahora de localizarle, pero la propia acci¨®n policial impide cualquier arreglo al margen de la ley. La responsabilidad del mal que pueda sucederle al secuestrado recae enteramente, desde luego, sobre la organizaci¨®n que recurre a los m¨¦todos del secuestro y de -la extorsi¨®n para conseguir sus objetivos. Pero el Gobierno est¨¢ obligado a no hacer nada que pueda contribuir a poner en un peligro a¨²n mayor la vida del secuestrado. Ninguna raz¨®n, ni moral ni pol¨ªtica, justificar¨ªa el sacrificio de la vida de Revilla en aras de un hipot¨¦tico pulso entre la raz¨®n de Estado y los objetivos criminales de ETA.
Es preciso rechazar la idea de que los ciudadanos son instrumentos al servicio del Estado. Los Gobiernos democr¨¢ticos que se enfrentan a la amenaza del terrorismo ni han tenido siempre ni tienen por qu¨¦ tener una actitud inflexible en lo que se refiere al pago del rescate en casos de secuestro. Muchos responsables pol¨ªticos han pasado de la intransigente oposici¨®n verbal a la tolerancia pr¨¢ctica, cuando no han sido ellos mismos los que, por razones electorales, pol¨ªticas o humanitarias, han pagado el rescate exigido con dinero del contribuyente. Baste recordar el caso de los rehenes franceses y norteamericanos liberados en L¨ªbano. Madrid no es Beirut, pero es preciso anotar la impotencia del Gobierno ante el caso Revilla, que no queda excusada en absoluto por la habilidad demostrada hasta ahora para interceptar los rescates.
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