Gladys armaba foll¨®n
ENVIADO ESPECIALMientras en el ruedo los Pablo Romero daban la nota del ganado de media casta y los diestros intentaban in¨²tilmente poner algo de orden y de en aquel feo asunto, la americana Gladys armaba foll¨®n la grada de sol. La suramericana Gladys llego al coso con una tajada como un piano.
La suramericana Gladys, alta, morena, miope, vestida toda de blanco al uso sanf¨¦rminero, cargaba delantero, tropezaba en las erres y en los ojos le hac¨ªan candelillas, por lo que se ignora como pudo llegar a su localidad de sol. De arribada, morreo a un individuo, que se quedo sorprendid¨ªsimo. La jumera de Gladys, que le ahumaba por el aliento como bodega riojana, ven¨ªa crecida de horas atr¨¢s y se hab¨ªa hecho valiente como un acorazado. Gladys, de pie, braceaba, pegaba voces; sentada, ca¨ªa casualmente en las rodillas de algun mozo, que mec¨ªa su cuerpo moreno entre risas nerviosas.
Romero / Gonz¨¢lez, Nime?o, Carretero
Toros de Pablo Romero, muy desiguales de presencia, cornicortos, flojos, descastados. D¨¢maso Gonz¨¢lez: dos pinchazos y media (silencio); pinchazo hondo atravesado bajo y tres descabeflos (silencio). Nime?o II: estocada corta delantera atravesada muy baja que produce vomito (vuelta); dos pinchazos, estocada atravesad¨ªsima que asoma y descabello barrenando (silencio). Jos¨¦ Antonio Carretero: bajonazo y dos descabellos (silencio); estocada caida (palmas). Plaza de Pamplona, 10 de julio.Quinta corrida de feria.
D¨¢maso Gonz¨¢lez, en el ruedo, con ayuda de sus banderilleros bajitos, intentaba fijar al Pablo Romero alt¨ªsimo, que correteaba a la huida. Muleta en mano tambi¨¦n intent¨® fijar al Pablo Romero top¨®n, pero era imposible. Al ganado amoruchado no le van las reglas de la tauromaquia. Al ganado amoruchado hay que hacerle lo que D¨¢maso Gonz¨¢lez al moriburro ese, y al cuarto de similar catadura, que es una porf¨ªa justificativa del -viaje, honorarios precio de las localidades y molestia de vestirse de luces, y abreviar.
O lo de Jos¨¦ Antonio Carretero, que era bullir, meter el pase que procediera, aprovechando que el Pablo Romero se decid¨ªa a caminar o a trotar vencido hacia la querencia, y pod¨ªa ser un derechazo, un pase de pecho, un molinete, tres o cuatro rodillazos, desplante de aqui te espero. No estan inexperto Jos¨¦ Antonio Carretero como pudieran indicar sus pocos a?os de edad y de alternativa.
Peor papel hizo con las banderillas, pues una cosa es aliviarse y otra reunir tan lejos de la cabeza del toro, que casi lo hac¨ªa desde el rabo. Aun los m¨¢s indoctos en materia banderillera advirtieron y, naturalmente, denostaron su descarado ventajismo. El banderilleo ventajista era ayer moneda de uso corriente y Nime?o II incurri¨® en lo propio cuantas veces pare¨®, que fueron todas las posibles.
Una morena de perlas
El p¨²blico hac¨ªa lo que pod¨ªa, mientras tanto, y desde la muerte del cuarto toro le daba al diente con af¨¢n. Tambi¨¦n los de la grada de sol, que recorr¨ªa Gladys y¨¦ndose de zaga entre Pinto y Valdemoro. Ahora bien, su suerte hab¨ªa cambiado de s¨²bito. Al mocer¨ªo circundante, que le cayera una morena encima durante la corrida interminable e insulsa le parec¨ªa de perlas. No le parec¨ªa de perlas, en cambio, que le impiedera merendar a gusto, y durante la pitanza se la quitaba de encima.Al ¨²nico toro medio-potable de la tarde, el segur, do, de esos que van y vienen sin molestar ni apercibir al hombre, le di¨® Nime?o Il naturales y derechazos compuestos, que no garboso ni pinturero. Por el contrario el toreo de Nime?o II ca¨ªa igual que losa inmisericorde sobre los espectadores, ya de suyo afligidos por el calor espeso que intentaba fundir Pamplona. En el quinto, manejable por el izquierdo, repiti¨® la sesi¨®n de aburrimiento.
Apuraban entonces los mozos las botellas de champ¨¢n e intentaban reconciliarse con la Gladys vinolenta, cuya papalina era digna de inscribirse en los anales del coso. Si mil mozos ten¨ªa alrededor, veia 2.000. "'En ¨¦sta siud¨¢ hay demasiada gente!", chillaba, y entonces queria irse, bien lejos, es decir, a la grada de al lado. A la luz de la chucha que llevaba, la grada de al lado deb¨ªa ser lo menos Alcal¨¢ de Guadaira.
Los toreros se marcharon sin pena y sin gloria. Las pef¨ªas, bailando al estruendo de sus charangas. Y la suramericana en medio, brazos en alto, pies descalzos, la culera negra zaina, el polo rojo,tinto, las gafas colgando de la oreja por una patilla, la melena pegajosa, los ojos viendo doble, y varias docenas de manos en el trasero, para que no rodara por all¨ª.
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