El lenguaje y los acentos
En conferencia de prensa anterior al concierto, Michel Camilo hab¨ªa declarado: "Hablamos el mismo lenguaje pero con diferentes acentos". Tras la triple sesi¨®n de pianos bien puede afirmarse que Randy Weston habla verdaderamente el lenguaje y tanto Michel Camilo como Monty Alexander exageran tanto su acento que podr¨ªa situ¨¢rseles en la zona de los dialectos.Michel Camilo triunfa mucho. Ha sido reconocido a ambos lados del oc¨¦ano y a Espa?a vino por primera vez con Paquito d'Rivera, toc¨® como l¨ªder en el ¨²ltimo festival de Madrid, en noviembre del pasado a?o, y tambi¨¦n ha tenido su espacio, ahora, en San Sebasti¨¢n. Y triunfa. Pero, en su caso, valga la impertinencia de preguntarse cu¨¢ntos buenos pianistas hay que desconocer -u olvidar- para ser capaz de apreciar su arte.
Michel Camilo Tr¨ªo
Monty Alexander / Randy WestonVel¨®dromo de Anoeta, 20 de julio.
Su habilidad parece tener, m¨¢s o menos, dos registros. El primero ser¨ªa algo como si los Indios Tabajaras hubieran aprendido a tocar el piano, pero con un oportuno toque Chico Marx. El segundo, la t¨¦cnica del hurac¨¢n, en plan seguidor enemigo de McCoy Tyner. Todo cuanto hace resulta tan presumible como la m¨²sica del momento en que, en la pel¨ªcula, el asesino aparece detr¨¢s de la v¨ªctima. Como compositor puede ser una esponja de clich¨¦s y sabe hacerse un clich¨¦ bop o un clich¨¦ Bill Evans. No parece de muy buen gusto pero gusta mucho. Se le despidi¨® en pie. Compareci¨® luego Randy Weston, que entr¨® con Morik para desarrollar un medley, un largo recorrido por muchos de sus temas. La mayor¨ªa de los medleys son de dudoso buen gusto -patentemente hasta en Ellington-, pero en el caso de Weston no es una banalidad, sino el restablecimiento de un discurso de singularidad eminente. Empe?ado en una v¨ªa personal y una vida que no tiene el ¨¦xito que podr¨ªa merecer entre sus objetivos inmediatos, Weston es un m¨²sico cuya importancia no ha sido a¨²n suficientemente valorada.
En ¨¦l puede reconocerse toda la tradici¨®n -Ellington y Monk, pero tambi¨¦n James P. Johnson, Basie, Tatum, Nat Coe- y una voz, como ¨ªnstrumenista y como compositor, con la precisa consistencia de poder ocupar terreno propio en la historia del jazz.
En los tres primeros minutos dijo m¨¢s cosas que alg¨²n otro durante una hora y dio paso a Monty Alexander, tras dos tem,1s con el percusionista Eric Asante.
Despu¨¦s de o¨ªr a Weston es dificil que Monty Alexander pueda resultar categ¨®rico. Quien escribe, al menos, no dejaba de percibir una liviandad de sustancia ligerita y llena de huecos. Quiz¨¢ en otras condiciones hayamos podido escuchar mejor a Alexander, pero tal vez s¨®lo result¨® identificable cuando toc¨®, a piano solo, sin el percusionista Bobby Thomas, quien en muchos momentos lleg¨® a ofrecer mayor inter¨¦s que el titular. Cuando se produjo el encuentro de Weston y Alexander -encuentro fue entre Asante y Thomas- pudieron acabar de verse sus puntos d¨¦biles. Uno de sus juegos fue repetir textualmente -?Ay, los acentos!- las frases de Weston sin, al parecer, tener ganas de decir ¨¦l mismo alguna cosa.
En las cuatro horas y media del acto, magn¨ªfico en el piano Randy Weston y la satisfacci¨®n del encuentro de los dos percusionistas; momentos de lenguaje.
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