Tarde de concierto
Desde luego no son muy frecuentes las visitas de orquestas nacionales o extranjeras a Galicia; tampoco parece que les prestemos demasiado inter¨¦s cuando alguna de ellas viene a visitarnos. Me explicar¨¦.Hace unos d¨ªas los mel¨®manos tuvimos la suerte de contar con la presencia de la Orquesta de RTVE, que actuaba en dos ciudades gallegas. Yo asist¨ª a uno de los dos conciertos. Ese d¨ªa, 10 minutos antes de la hora se?alada para su comienzo estaba ocupando mi asiento. Me sorprendi¨® el escaso n¨²mero de asistentes: apenas lleg¨¢bamos a una veintena de personas. Pronto apareci¨® la orquesta en el escenario. Faltaban cinco minutos para el inicio del concierto y el primer viol¨ªn se dispon¨ªa a afinar a la orquesta. No pudo. En aquel momento una verdadera avalancha humana se precipit¨® en el interior del local de forma alegre y estruendosa. Gritos al acomodador, que a su vez respond¨ªa en un tono todav¨ªa m¨¢s elevado, saludos a los amigos, y ambiente, en fin, euf¨®rico, relajado y distendido. El violinista, perplejo, miraba al p¨²blico. Mi reloj, y supongo que el de todos los presentes, marcaba una hora: las 8.30. En ese instante deb¨ªa estar sonando la orquesta.
En el escenario los m¨²sicos estaban preparados, esperando. Pero en el patio, nunca mejor dicho, de butacas la cosa iba para largo. Dos amigas que parec¨ªan no haberse visto desde hac¨ªa tiempo se hab¨ªan enfrascado en una larga y entretenida conversaci¨®n, y un poco m¨¢s lejos una madre grita a su ni?o que est¨¢ saltando sobre una butaca. A mi izquierda una pareja decide entretenerse mientras no comienza la m¨²sica. Al fin se hace el silencio. Aparece Antoni Ros-Marb¨¢, uno de los m¨¢s prestigiosos directores de orquesta que tenemos actualmente en nuestro pa¨ªs.
Suenan los aplausos y vuelve el silencio. Las primeras notas inundan el teatro. Es m¨²sica de Alb¨¦niz, y la gracia y la alegr¨ªa de su esp¨ªritu llegan a todo el auditorio. Inesperadamente arrecian los aplausos. Acaba de finalizar una pieza de Iberia. No se debe aplaudir, y el director, sin darse la vuelta, hace violentos gestos con la mano para aplacar aquel desbordado entusiasmo. In¨²til. Algunos creen que se trata de un sabotaje. Sin embargo, un sector del p¨²blico comienza a sisear con fuerza y vence o convence a los m¨¢s entusiastas de que guarden sus palmas para m¨¢s adelante.
Por fin se reanuda el concierto. Hay un solo de fagot que se ve acompa?ado por la orquesta. Es una maravilla. El director sabe sacar a la superficie lo mejor de cada m¨²sico y consigue esa fuerza y esa fluidez que hace que una orquesta cobre categor¨ªa e inter¨¦s.
Pero a continuaci¨®n un solo de ni?o surge de la sala; parece que quiere emular a la Caball¨¦. ?Ser¨¢ una sorpresa del director? No. Se trata de un joven espectador que protesta con llantos destemplados. En medio del desconcierto un padre sale del teatro con un ni?o en brazos. Luego sigui¨® la m¨²sica de Rodrigo y Falla. Al final, entusiasmo y aplausos. A pesar de todo fue una gran tarde de concierto-
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