Hacia la mar
Camino de la mar, en medio de un gran atasco, me han dado la noticia. Un compa?ero de la universidad, muy enamorado de la naturaleza, acaba de morir envenenado por una seta durante un acto de protesta contra los misiles nucleares. Hab¨ªa acudido a un mit¨ªn de ecologistas en la falda de una monta?a, y despu¨¦s de o¨ªr varias soflamas acerca de la contaminaci¨®n radiactiva, se fue a comer a un restaurante de cocina natural entre pinos, regentado por un soci¨®logo con barba, antiguo progresista revenido, que al parecer ofrec¨ªa una carta con re cetas de la abuela, potajes de posguerra, postres de su infancia, adem¨¢s de hierbas y ra¨ªces de monte seleccionadas por ¨¦l. Mi amigo cay¨® fulminado a los pies de la mesa.En mitad del embotellamiento yo recordaba ciertos lances de nuestra juventud y en ese instan te aparecieron en la ventanilla del coche dos testigos de Jehov¨¢, macho y hemba, con un folleto en la mano inst¨¢ndome a que pensara en el m¨¢s all¨¢.
-Hermano, ?crees en Dios?
-Sin duda -contest¨¦ Dios existe, pero yo no puedo salir de este atasco.
-A pesar de eso, tu alma es inmortal.
Iban en caravana conmigo bandadas de familias cat¨®licas con sombrillas y patos de goma en direcci¨®n a la playa. Un ej¨¦rcito de hugonotes avanzaba lenta mente con el maletero lleno de patatas y ellos tambi¨¦n eran in mortales.
Despu¨¦s de un largo viaje ahora estoy en casa bajo un algarrobo frente a la mar, contemplando c¨®mo resbala el aceite de oliva sobre una berenjena asada, y mientras esto sucede pienso en cosas muy redondas: Dios, la bomba at¨®mica, el alma. He llegado a la siguiente conclusi¨®n: son muchos los ciudadanos que estar¨ªan dispuestos a cambiar la existencia de Dios por una plaza de garaje. En un mundo nuclearizado hay gente sin pretensiones que muere envenenada por una seta o una salsa. Puede que el ser humano tenga un destino inmortal, pero su m¨¢xima aspiraci¨®n en la tierra consiste en jugar con un pato de goma en la playa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.