La saga fuga de R. M.
"NUNCA ME ir¨¦ de Espa?a; ya hice el indio en su momento y no pienso volver a hacerlo", declar¨® en 1986 Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz-Mateos. Pero habiendo elegido la v¨ªa del esc¨¢ndalo, y dada su natural inclinaci¨®n hacia el histrionismo, el empresario acusado de estafador y falsificador no ha podido sustraerse a la tentaci¨®n de montar otro n¨²mero, aun a riesgo de ser infiel a su doble prop¨®sito de hace dos a?os. Ahora ha abandonado Espa?a, amenazando con no regresar hasta que se le garantice que va a ser juzgado y que se esclarecer¨¢n los motivos de la expropiaci¨®n de Rumasa.Ruiz-Mateos se mueve en las brumas del esc¨¢ndalo como el pulpo en su tinta. Embrollar sin medida es la t¨¢ctica, y no puede decirse que le haya dado mal resultado. Sus denuncias y querellas tienen por objeto anegar en un oc¨¦ano de confusi¨®n aquello que constituye la nuez del asunto. A saber, si cometi¨® o no los graves delitos por los que est¨¢ procesado.
La expropiaci¨®n de Rumasa fue una medida discutible desde el punto de vista jur¨ªdico. En ello han estado de acuerdo personas de muy diferente ideolog¨ªa, tanto antes como despu¨¦s de que el Tribunal Constitucional se pronunciase sobre la constitucionalidad del decreto-ley de expropiaci¨®n. Pero disentir de la medicina concreta aplicada no significa absolver al autor del desaguisado que provoc¨® su aplicaci¨®n: todos los especialistas est¨¢n de acuerdo en considerar que una intervenci¨®n del Estado en el holding era en cualquier caso obligada.
Los motivos por los que los tribunales consideran a Ruiz-Mateos un presunto estafador no son en absoluto balad¨ªes. En el momento de la expropiaci¨®n fue descubierto un agujero de 356.000 millones, producido por una gesti¨®n llena de irregularidades.
Naturalmente que son los tribunales quienes deben juzgar en concreto de una culpabilidad que de momento debe considerarse presunta, pero la catadura moral de este ¨ªdolo de tantos incautos, y de otros que lo son menos, puede deducirse de su comportamiento p¨²blico desde que alcanz¨® notoriedad. Por ejemplo, de su fuga a Londres tras haber jurado que jam¨¢s se sustraer¨ªa a la acci¨®n de la justicia, y que oblig¨® a un proceso de extradici¨®n. O sus protestas de haber quedado arruinado, compatibles con intentos de adquirir, verbigracia, una compa?¨ªa de aviaci¨®n.
Es cierto que la lentitud de la Justicia espa?ola es exasperante. A los cinco a?os de su procesamiento, Ruiz-Mateos tiene derecho a ser juzgado y a alegar ante los tribunales lo que ahora desperdiga en desfogues emocionales. Pero no m¨¢s, ni menos, derecho que otros miles de presuntos delincuentes que aguardan juicio en condiciones infinitamente menos ventajosas, pese a no haber intentado escapar a la acci¨®n de la justicia. Por lo dem¨¢s, resulta sangrante la pasividad de ¨¦sta, que ha tolerado imperturbable los reiterados desaf¨ªos de este presunto estafador y real fuguista, que ha tardado medio a?o en reaccionar ante el incumplimiento por parte del procesado de su obligaci¨®n de presentarse el primer d¨ªa de cada mes ante el juzgado de delitos monetarios y que ahora dice esperar a la localizaci¨®n policial del fugado para ordenar oficialmente su b¨²squeda y captura. Pocas veces el principio de igualdad ante la ley fue tan crudamente escarnecido.
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