Los segundos cuentan
"Gracias a la bondad de Dios tenemos en nuestro pa¨ªs tres cosas de valor inefable: la libertad de expresi¨®n, la libertad de conciencia y la prudencia de no poner en pr¨¢ctica ninguna de las dos".Mark Twain
Quiz¨¢ la clave est¨¢ en los candidatos a la vicepresidencia -el dem¨®crata Lloyd Bentsen y el republicano Dan Quayle-, dos millonarios ultraconservadores. En ese extra?o mecanismo de compensaciones para crear el t¨¢ndem de candidatos, que requiere meditadas recetas de marketing, los dos grandes partidos norteamericanos sintieron la necesidad de escorar a la derecha.
En el camino de las primarias se qued¨® el agitador Jackson, tal vez el precandidato m¨¢s radical de la historia moderna de Estados Unidos, sobre todo por un a?adido que acentuaba el subido color de sus propuestas reformistas: su piel negra. El predicador de la paz y la ayuda a los marginados parecer¨ªa encajar como una pieza perfecta en un contexto mundial en el que, saludando una nueva ¨¦poca como se saluda un nuevo a?o, enemigos inconciliables se dan besos en las mejillas.
Todo hac¨ªa pensar que Jackson no podr¨ªa atravesar los gigantescos obst¨¢culos que se opon¨ªan a su candidatura. De haber ocurrido ese milagro, las estad¨ªsticas aseguran que la frecuencia de los hechos milagrosos no hubiera permitido que se consumara otro, a¨²n mayor, de forma inmediata: que ganara las elecciones. Si Jackson hubiera superado esas barreras, estar¨ªamos ante otra realidad distinta de la que existe -una realidad basada en milagros-, pero aun as¨ª no parece que hubiera podido avanzar con su programa en una naci¨®n donde por mucho menos mataron a dos Kennedy.
Puede ocurrir que la llamada era Reagan no sea una etapa de la historia que est¨¦ terminando sino llegando a su apogeo. Hace un buen tiempo que los norteamericanos han entrado en un per¨ªodo en el que la amplia mayor¨ªa anglosajona ha dejado de culpabilizarse por las minor¨ªas y los marginados, apunt¨¢ndose ideol¨®gicamente a un nacionalismo expansivo. Como muestra esperp¨¦ntica de ese estado de opini¨®n puede tomarse la aprobaci¨®n popular masiva del derribo de un avi¨®n comercial iran¨ª, que provoc¨® la muerte de casi tres centenares de v¨ªctimas inocentes. Esta misma tendencia se asocia con una vuelta al puritanismo, con el famoso rezo en las escuelas o con la avanzada de algunos Estados en los intentos de controlar la vida privada para reprimir -por ejemplo- la homosexualidad.
Los acuerdos para eliminar misiles y los esfuerzos pacificadores en distintas zonas del mundo no implican, como algunos creen, el reemplazo de un mundo bipolar por otro multipolar. Nunca hemos estado m¨¢s lejos de un cambio de ese tipo, que apenas se insinu¨® en la ¨¦poca en que De Gaulle y Mao gobernaban en Francia y China.
Estamos ante una grave crisis de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que le ha obligado a modificar bruscamente su funcionamiento interno y a retraerse a la mayor velocidad posible de costosos y lejanos escenarios b¨¦licos, dos operaciones simult¨¢neas que apuntan a restablecer su econom¨ªa y mejorar su deca¨ªda capacidad tecnol¨®gica.
Estados Unidos se limit¨® a apretar el disparador de la crisis sovi¨¦tica cuando lanzaron la propuesta de la guerra de las galaxias, un desaf¨ªo capaz de envolver a Mosc¨² en una nueva y desesperada carrera armamentista de alt¨ªsimo precio. La imposibilidad de afrontar ese desaf¨ªo fue para la URSS un amargo despertar.
Ahora las tropas sovi¨¦ticas se retiran de Afganist¨¢n y las de Vietnam y Cuba anuncian su futura salida de Camboya y de Angola, respectivamente. Las contrapartidas, si es que las hay, son escasas. Este cuadro de un mundo que se pacifica, pero fundamentalmente a costa del retroceso sovi¨¦tico, da al segundo mandato de Reagan un inesperado happy end.
El crash de Wall Street ha dejado u?a secuela de temor, y la deuda externa de Estados Unidos sigue siendo gigantesca. Pero la capacidad productiva del pa¨ªs est¨¢ ahora en unos niveles que no se alcanzaban desde hace 20 a?os, y el producto bruto crece a un ritmo aceptable. Adem¨¢s, el gran acreedor de Norteam¨¦rica es Jap¨®n, un cada vez m¨¢s temido rival econ¨®mico pero atado pol¨ªtica y militarmente a la estrategia de Washington por un monstruoso lazo anudado a su cuello con aquel par de bombas at¨®micas que acab¨® la II Guerra Mundial sin m¨¢s batallas.
La intelligentzia ultraconservadora norteamericana se refuerza con el ide¨®logo de la se?ora Thatcher, John O'Sullivan, que ha ido a dirigir la publicaci¨®n doctrinaria del reaganismo, la National Review. Las encuestas, que daban una considerable ventaja al candidato dem¨®crata, muestran ¨²ltimamente el crecimiento del heredero de Reagan, George Bush.
Pese a que su personalidad sea desafiantemente opaca -como si debiera ser transparente, para seguir dejando ver a Reagan tras ¨¦l-, Bush no deja a nadie la sospecha de que vaya a tener mano blanda ni en cuestiones internas ni en las relaciones con el resto del mundo. Sin embargo, para ahuyentar las dudas de los extremadamente suspicaces, eligi¨® un candidato a la vicepresidencia que est¨¢ ubicado claramente A su derecha.
Si bien el programa dem¨®crata ha incluido lejanas referencias a los sue?os del reverendo Jackson, el mensaje que Dukakis transmite no establece diferencias notables con los republicanos, m¨¢s all¨¢ del campo de lo que no se dice: los republicanos aseguran que no van a aumentar los impuestos, en tanto los dem¨®cratas no lo aseguran.
Dukakis tiene que hacerse perdonar su p¨¢lida aureola liberal, y partiendo de esa premisa parece m¨¢s probable que acent¨²e lo que pueda corregirse y mejorarse, sin exagerar la sensaci¨®n de que pretende dar una vuelta de campana a lo que han significado estos ocho a?os de conservadurismo creciente. Un s¨ªntoma claro de su debilidad lo ofreci¨® su candidato a la vicepresidencia, Lloyd Bentsen, quien comenz¨® por decir que, como senador, votar¨ªa a favor de dar ayuda a la contra nicarag¨¹ense aunque Dukakis piense de otro modo.
Por eso es que la pol¨ªtica norteamericana parece reflejarse mejor ahora en esos dos millonarios ultraconservadores candidatos a la vicepresidencia: uno para que Reagan confirme que su f¨®rmula es crudamente derechista, sin otros ingredientes; otro, para que Dukakis haga un gui?o c¨®mplice al electorado que pueda temer que las victorias de Reagan se echen a perder.
Ya se sabe que la historia es cruel: el liberal Kennedy inici¨® la guerra de Vietnam y el conservador Nixon promovi¨® el acercamiento con China; el liberal Roosevelt cre¨® la bomba at¨®mica y el conservador Eisenhower acab¨® denunciando el poder del complejo militar-industrial. Si Dukakis logra, de todos modos, vencer a Bush, tal vez le corresponda cumplir un rol conservador, as¨ª como al ultraconservador Reagan le ha tocado ya convertir al sat¨¢n sovi¨¦tico en su simp¨¢tico amigo de la perestroika.
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