Textos de sobremesa
Desde su mismo origen, la Prensa ha compartido los momentos m¨¢s interesantes de la historia de la literatura. Hablar por ello de periodismo literario es oportuno, habida cuenta que nunca se ha de considerar desvinculado de su hermano grande el periodismo noticiero, pues, como ¨¦ste, despierta id¨¦nticos reflejos (fascinaci¨®n, utilizaci¨®n y negaci¨®n) por parte de la sociedad que lo sustenta.La Prensa y el ensayo modernos entran juntos a cuestionar la divisi¨®n literaria en g¨¦neros, realidades separadas cuyo desglose y protagonismo se corresponden con determinadas etapas hist¨®ricas -as¨ª, la ¨¦pica se toma como expresi¨®n literaria del feudalismo, y la novela realista se liga a la burgues¨ªa del siglo XIX.
Hoy la nueva f¨®rmula period¨ªstica que articula, a s¨ªlabas contadas, las tensiones que se producen entre individuo y mundo, con una particular t¨¦cnica de cifrado pensada para el lector de un d¨ªa, pone delante del testigo actual, y reserva para el explorador de hemeroteca del futuro, todo un abonado campo de sugerencias.
En este sentido me llama particularmente la atenci¨®n la m¨¢s peque?a de las muestras de periodismo literario, la columna de un folio, tan desatendida por la cr¨ªtica seria como buscada obcecadamente por c¨®mplices lectores. Esta manifestaci¨®n breve, apartada como tramoya o material de desecho por los buscadores de alta filosof¨ªa period¨ªstica, suele ser una apretada reflexi¨®n sobre temas muy variados, elaborada al calor de los acontecimientos, especie de latido que se regala a ¨®rganos ajenos bajo la denominaci¨®n de "prosa l¨ªrica", "mon¨®logo teatral" o "reporsayo" (certero marbete con el que bautiz¨® su propia obra el incisivo periodista y escritor Ricardo Cid Ca?averal, pionero en estas prendas que hoy se re¨²nen oportunamente en la primera recopilaci¨®n de este car¨¢cter que tenemos).
A mitad de camino entre historia, filosof¨ªa, literatura, oratoria, cr¨®nica y teatro, estos esbozos producen en la mente de su lector interesado una intermitente atracci¨®n que suele coincidir con la frecuencia de aparici¨®n de la firma. Discurso delegado, al mismo tiempo que fiel a un punto de vista casi un¨ªvoco, los textos en cuesti¨®n consiguen recostar en el lecho de la melancol¨ªa a sus devotos si ¨¦stos no dejan de recibir el alimento consonante de tal o cual autor. No olvidemos que esta literatura es la ¨²nica que consumen cientos de miles de lectores.
Yo llamar¨ªa texto de sobremesa a esta breve conversaci¨®n a un tono. Estamos habituados a desayunar con noticias internacionales, a ver el telediario mientras se almuerza (qu¨¦ valor), a rematar las p¨¢ginas de deportes, econom¨ªa o cultura antes de irnos a la cama... ?Qu¨¦ mejor hora que la del caf¨¦ para que entre este mineral sabiamente dosificado? Un viejo amigo m¨¦dico me confirmaba el otro d¨ªa que a media tarde el aparato digestivo genera una especial cordialidad. No s¨¦ si bromeaba.
El caso es que estas historias de la p¨¢gina ¨²ltima (aqu¨ª, que en otros peri¨®dicos es el centro o el margen) se montan sobre f¨®rmulas tradicionales y desarrollan al mismo tiempo elementos de un periodismo nuevo en los que alguna vez hab¨ªa que detenerse. Pese a su relaci¨®n con lo inmediato, suelen dejarse arrebatar por un universo de ficci¨®n que los convierte en pasionales, intimistas, histri¨®nicos, desenfadados...
Cualquiera lo comprueba echando una ojeada a fragmentos de esta guisa publicados en los ¨²ltimos meses. Podr¨ªan constituir un pie de foto, un comentario al hilo de una escena, la primera impresi¨®n que produce un acontecimiento. Dan la impresi¨®n de remitir a un hecho que est¨¢ fuera, pero lo que atrapa verdaderamente no es el hecho, sino la misma letra, el estilo que se va haciendo mientras llama a la sonrisa hasta la carcajada, a la emoci¨®n hasta la l¨¢grima, al vapuleo hasta la querella. Es el punto de vista de un bistur¨ª min¨²sculo que puede concentrar la fuerza de un batall¨®n de infanter¨ªa.
Quiz¨¢ por esto la estrategia del escritor de textos breves juega, puede jugar, con todos los elementos de un tratado, pero su base no se exhibe. Desde luego, habr¨ªa que separar de este paquete lo que bajo la denominaci¨®n de nuevo periodismo tan s¨®lo comunica una hep¨¢tica sacudida que m¨¢s tiene que ver, con epistolarios sentimentales no correspondidos que con la pasi¨®n de estos asuntos que tocamos. Pasi¨®n que es muy superior a la noticia que se trate, que incluso va m¨¢s all¨¢ del juicio que concluye. Esta pasi¨®n teje nuestro presente y lo interroga, y se interroga, golpe¨¢ndose a s¨ª misma en una proeza gestual que abre una brecha original entre literatura y periodismo.
Si en otro tiempo la Prensa penetr¨® en la literatura para ensanchar sus g¨¦neros tradicionales dando cuerpo al ensayo moderno, hoy la literatura entra en la Prensa (en la radio tambi¨¦n etc¨¦tera) como una muestra posterior a ella misma, una escritura posficci¨®n.
Si yo tuviera que apostar pe una f¨®rmula de periodismo contempor¨¢neo, como objeto como pr¨¢ctica, no dudar¨ªa e destacar estos min¨²sculos respiraderos de la vida contempor¨¢nea, folios escritos con lo que la sociedad toma conciencia y se r¨ªe de ella misma, con relato concentrado de sus humores, los p¨¦simos, los medio nos y los buenos humores.
Peripecia teatral en dosis m¨ªnima situada a la cola de la letra impresa, de la serie impresa, la m¨¢s pr¨®xima a lo esencial, a la piedra preciosa, a la doctrina pero tambi¨¦n a los despojos de la vecindad, de donde extrae su cotidiana sabidur¨ªa y sus desgarradoras salpicaduras.
Hace un poquito el papel d la portera de la casa, la ¨²ltima que aparece en la calle realizar do su oficio, casi sin ser notada, pues ya forma parte del paisaje urbano a una hora precisa, la hora exacta para la ordenaci¨®n de los vestigios comunales. Pero es una figura a mitad de camino entre el servicio y la cr¨ªtica, que esconde buenos agujones.
Y qui¨¦n sabe si a estas hora y de estas muecas no nace la literatura de ma?ana.
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