Audaces experimentos m¨ªsticos
Llibre vermell quer¨ªa no ser una ¨®pera y logr¨® no serlo, quer¨ªa no ser un oratorio y tambi¨¦n lo logr¨®; se presentaba como una obra de dif¨ªcil clasificaci¨®n, y despu¨¦s de su estreno se puede afirmar que es exactamente eso. Lo que se vio anteayer en el Liceo fue un espect¨¢culo complejo, ambicioso, muy bien preparado y algo mon¨®tono.
Benguerel, pertrechado con una orquesta al completo, dos solistas vocales, dos coros y dos grupos de danza nos propon¨ªa lo que ¨¦l dio en llamar una "glosa. oper¨ªstica" sobre o a partir del c¨¦lebre documento montserratino. En la pr¨¢ctica, Llibre vermell fue una especie de monumental suite de las diez piezas conservadas en el manuscrito medieval, entre las que se intercalaban unos nexos orquestales libremente creados por el autor que de alg¨²n modo, mel¨®dica o r¨ªtmicamente, se relacionaban con la pieza siguiente, preludi¨¢ndola.
Llibre vermell
Cinco toros de Marcos N¨²?ez y 4? sobrero de Flores Albarr¨¢n, impresentables. Ortega Cano: bajonazo (aplausos y algunos pitos); estocada baja tendida (oreja). Espartaco: bajonazo (oreja); estocada trasera (dos orejas). Emilio Oliva: pinchazo y bajonazo (silencio); estocada trasera baja y siete descabellos (oreja). Plaza de Talavera, 23 de septiembre. Primera corrida de feria.
De Xavier Benguerel (estreno mundial)
Int¨¦rpretes: Raquel Pierotti, Eduard Gim¨¦nez, Escolan¨ªa de Montserrat, Esbart Dansaire de Rub¨ª, Dart Companyia de Dansa y Orquesta y Coro del Gran Teatro del Liceo.
Producci¨®n del Teatro del Liceo
Direcci¨®n esc¨¦nica, escenograf¨ªa y figurines: Josep Maria Espada.
Las piezas medievales, citadas con notable fidelidad y respeto al original y subrayadas y comentadas por la orquesta, eran cantadas por los solistas, por el coro o por la escolan¨ªa, mientras los grupos de danza evolucionaban sobre el escenario.
Benguerel acredit¨® una notable capacidad para manejar y poner orden en su peque?o ej¨¦rcito sonoro y la f¨®rmula de alternancia entre pieza y nexo le funcion¨®, pero era poco variada y ello llev¨® a la monoton¨ªa. No se le ped¨ªa al autor que nos mantuviera en vilo hasta el final para saber si el tenor se muere o no; ya se avis¨® que aquello no era una ¨®pera, pero un poco m¨¢s de eso que ahora llaman "marcha" no hubiera estado de m¨¢s. La extra?a aparici¨®n de una fantasmal procesi¨®n con palio, obispo y monaguillos, y la audaz coreograf¨ªa del ¨²ltimo nexo orquestal con una enorme tela simbolizando, suponemos, la muerte en forma de monstruoso gusano c¨®smico, amenizaron un poco el espect¨¢culo sin llegar a enfervorizar al p¨²blico.
La interpretaci¨®n, en general, fue bastante m¨¢s que correcta en referente a las compa?¨ªas de danza, el Coro del Liceo, los solistas vocales y la orquesta. Antoni Ros-Marb¨¢ se tom¨® muy en serio la compleja partitura que ten¨ªa delante y la dirigi¨® con autoridad y conocimiento. La Escolan¨ªa de Montserrat estuvo angelical como era de esperar.
La escena ideada por Josep Maria Espada lleg¨® a ser un punto pesada por escueta, huy¨® con buen criterio de la ambientaci¨®n de ¨¦poca y opt¨® por la atemporalidad buscando un marcado aire de ceremonia, m¨¢s m¨ªstico que estrictamente religioso. A destacar el vestuario imaginativo y realmente bello y el acertado y creativo uso de la iluminaci¨®n.
Como era previsible en un es treno mundial, el grueso del p¨²blico qued¨® bastante desconcertado. Los aplausos al final de la primera parte s¨®lo fueron corteses y, acabado el espect¨¢culo, un muy bien calculado protocolo en los saludos no permiti¨® al autor hacer frente en solitario al p¨²blico y encajar el aplauso o el siseo que hubieran dado la medida del ¨¦xito real de la obra en s¨ª.
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