Despu¨¦s de Pisa
Editorialistas y comentaristas pol¨ªticos, entre la lucidez y la an¨¦cdota, el ingenio y la aproximaci¨®n, se han hecho eco, en estas ¨²ltimas semanas, de la integraci¨®n del CDS en la Internacional Liberal y, desde ahora, Internacional Liberal y Progresista. El Congreso de Pisa tiene cierta importancia por tres razones: la primera, por su trasfondo pol¨ªtico, en cuanto coadyuva al asentamiento del sistema de partidos en Espa?a; la segunda, por sus connotaciones ideol¨®gicas, en la medida en que se matiza un determinado ismo cl¨¢sico; la tercera, por sus consecuencias exteriores, especialmente en Am¨¦rica Latina.Con respecto a los aspectos pol¨ªticos internos, hay una paradoja significativa: nuestra democracia es objetivamente firme, pero nuestro sistema de partidos es d¨¦bil o con grandes mistificaciones. Transici¨®n y consolidaci¨®n, desde una perspectiva hist¨®rica y no coyuntural, constituyen datos por los que nos debemos felicitar. Sin duda, la formalizaci¨®n demogr¨¢fica es un punto de partida y no de llegada. Dinamizar las instituciones, huir de las reducciones burocr¨¢ticas, estimular la participaci¨®n c¨ªvica es el paso necesario y obligado para instalarse en una sociedad democr¨¢tica avanzada. Pero ni la autocomplacencia por lo actuado, transici¨®n y consolidaci¨®n democr¨¢ticas, ni la p¨¦rdida de la memoria hist¨®rica deben ser ya modelos est¨¢ticos cara al futuro.
Dentro del complejo institucional, el sistema de partidos se ha movido con vaivenes exagerados. Durante estos ¨²ltimos 12 a?os, derecha, centro e izquierda han intentado cristalizarse operativamente, pero sin mucha coherencia o con fracasos espectaculares. La falta de entrenamiento, la di¨¢spora de los personalismos, la obsesi¨®n pragm¨¢tica, la devaluaci¨®n ut¨®pica son factores, entre otros, que han jugado negativamente para alcanzar una clarificaci¨®n razonable. La multipolarizaci¨®n autodestructiva en la UCD, la mistificaci¨®n productiva en el PSOE, el utopismo libertario en el desaparecido PSP, la ambivalencia y ahora, el caos en la derecha tradicional, la frustraci¨®n en el PCE definieron una etapa fundacional y, a pesar de ello, la democracia se estabiliz¨®. Los partidos son esenciales en una democracia, pero, a veces, la sociedad civil racionaliza lo que los partidos no hacen, no quieren o no pueden hacer.
Sin embargo, estabilizaci¨®n y consolidaci¨®n democr¨¢ticas no significan, por s¨ª solas, dinamizaci¨®n proyectiva. Nuevas demandas sociales exigen replanteamientos adecuados, y nuevos desaf¨ªos exigen respuestas oportunas. Todo el mundo parte de este supuesto, que es ya un consenso ret¨®rico, pero el objetivo inmediato de los partidos, es decir, la lucha cotidiana por alcanzar cotas de poder, se sobrepone a la racionalizaci¨®n imaginativa a medio y largo plazo. As¨ª, es leg¨ªtimo se?alar al PSOE que no mistifique su ideolog¨ªa y praxis, pero ser¨¢ dif¨ªcil que atienda estas cr¨ªticas si con ello pierde votos centristas. Es leg¨ªtimo decir al CDS que no pretenda superar al PSOE por la izquierda, porque produce confusi¨®n, pero es dificil que no lo haga cuando algunos posicionamientos socialistas son claramente conservadores. Es dif¨ªcil, en fin, denunciar nostalgias de reconquista, con Covadongas incluidas, hechas por dirigentes de AP, cuando se tiene que dar satisfacci¨®n a un electorado -esperemos que minoritario- que sigue pensando en la Espa?a eterna, cat¨®lica e imperial.
Todo ello es dif¨ªcil por la inmediatez en la concepci¨®n de la pol¨ªtica y, sobre todo, por la existencia de un sistema de partidos poco abiertos, con excesiva cristalizaci¨®n burocr¨¢tica, sin grandes debates internos, con pretensiones de hegemonizar o ampliar esferas sociales antag¨®nicas. La democracia interna de los partidos -reconocida en la Constituci¨®n- deber¨ªa aplicarse m¨¢s. Los cr¨ªticos, en todos los partidos, son tan necesarios como los herejes en las religiones, por ello no hay que quemarlos o lanzarlos al ostracismo.
En este contexto pol¨ªtico, el CDS ha dado una se?al significativa: con la entrada en la Internacional Liberal y Progresista no ha cambiado su identidad, pero s¨ª, simb¨®licamente, ha clarificado su imagen: situarse entre una derecha conservadora y un socialismo conservador. La teor¨ªa y la pr¨¢ctica, en sus escasos a?os de existencia, iban ya en esta direcci¨®n, pero este rito final, de homologaci¨®n exterior, ayuda a una referencia m¨¢s coherente: racionalizar el centro pol¨ªtico.
Ahora bien, ?qu¨¦ contenido ideol¨®gico puede tener un centro progresista en nuestra situaci¨®n actual? La pregunta puede extenderse, tambi¨¦n, y con igual validez, a la derecha y a la izquierda. La complejidad lleva inevitablemente a la confusi¨®n y, por tanto, s¨®lo asumiendo la complejidad como un fatum podr¨¢ avanzarse en una relativa clarificaci¨®n. Las criticas de Offe al socialismo conservador, entendido como exponente de la aceptaci¨®n de la l¨®gica del capital; las denuncias de Galbraith o Dahrendorf` al liberalismo individualista; las autocr¨ªticas de Gorbachov o Agaribegjan al estancamiento ideol¨®gico y econ¨®mico del marxismo instalado, todo este fen¨®meno, ya planetario, indica que estamos ante una complejidad transnacional y que, con raz¨®n, lleva a un confusionismo que exige clarificar.
En este sentido, el problema no es s¨®lo espa?ol, sino universal. Fil¨®sofos e ide¨®logos, intelectuales org¨¢nicos e intelectuales cr¨ªticos deambulan afanosamente por esta selva compleja de la confusi¨®n. En cada pa¨ªs, este problema tiene sus peculiaridades, pero hay un dato com¨²n: no estamos ante el fin de las ideolog¨ªas, pero s¨ª ante la reconversi¨®n y reactualizaci¨®n razonable de las mismas. Esto implica tanteos, b¨²squedas y revisiones. Conservadurismo y socialismo, liberalismo y comunismo aparecen as¨ª ante un desaf¨ªo m¨²ltiple y globalizador: racionalizar sus opciones, fijar sus l¨ªmites, evitar mistificaciones.
Con lentitud, pero gradualmente, nuestros partidos dom¨¦sticos comienzan a replantearse esta operaci¨®n ideol¨®gica de adaptaci¨®n a los cambios. Al menos, se es consciente de que es ineludible afrontar la complejidad y la diversidad.
La entrada del CDS en la Internacional Liberal y Progresista, en este sentido, refuerza una posici¨®n de centro-progresista que, a nivel te¨®rico, con Galbraith y Dahrendorf, se perfila mayoritaria, aunque en la pr¨¢ctica est¨¦ dividida. Las Internacionales no tienen ya catecismos ni ortodoxias r¨ªgidas; por ejemplo, hay liberales en la Internacional Socialista y socialdem¨®cratas en la Internacional Liberal. Este solapamiento, no general, tiene una explicaci¨®n: la necesidad, en determinados pa¨ªses -y Espa?a, a mi juicio personal, es uno de ellos-, de mantener una concepci¨®n flexible del Estado del bienestar. Ni la ortodoxia es Hayek o Friedman, ni la heterodoxia es Galbraith o Dahrendorf. Y, en otro campo, ni la ortodoxia es Marx o Lenin, ni la heterodoxia es Gramsci o Braver.
Tienen raz¨®n aquellos comentaristas que apuntan que el CDS no es liberal-conservador o liberal-individualista. En la misma forma, tienen raz¨®n aquellos que afirman que en ciertos sectores del PSOE se practica un socialismo conservador. La discusi¨®n sobre el centrismo progresista del CDS no tendr¨ªa sentido si el PSOE hiciese una pol¨ªtica de izquierda radical y no, como es hoy por hoy, un centro con siglas hist¨®ricas de izquierda. Tiene sentido, pues, la discusi¨®n o pol¨¦mica porque, en el fondo, el PSOE es un socialismo conservador, y el CDS, un liberalismo progresista.
Hay, por tanto, solapamiento porque las clases-apoyo son parcialmente coincidentes. Hay solapamiento porque, en parte, se acepta una parecida concepci¨®n del Estado social y democr¨¢tico de derecho. Pero solapamiento fronterizo no excluye distanciamiento y diferenciaci¨®n. Una posici¨®n progresista en nuestra actualidad tiene tres grandes ejes prioritarios: en primer lugar, la primac¨ªa de las libertades y la vigilancia extrema en la defensa de todos los derechos individuales y sociales; en segundo lugar, la solidaridad, como ha se?alado Adolfo Su¨¢rez en Pisa, en cuanto ¨¦tica social y pol¨ªtica que exige el mantenimiento del Estado del bienestar, reduciendo la burocratizaci¨®n innecesaria y ampliando la eficacia; en tercer lugar, una lucha activa por la paz y el desarrollo, por la distensi¨®n y contra las bipolaridades hegem¨®nicas: la aceptaci¨®n de la globalizaci¨®n transnacional no significa la satelizaci¨®n frustrante y disfuncional.
Por ¨²ltimo, con la entrada del CDS en la Internacional Liberal y Progresista se produce, significativamente, una superaci¨®n de los esquemas tradicionales euroc¨¦ntricos, en cuanto francobrit¨¢nicos. La ILP ampl¨ªa, de modo especial, su actuaci¨®n en Am¨¦rica Latina y el idioma espa?ol se oficializa. Como le ocurri¨® hace unos a?os a la Internacional Socialista. La ILP, desde sus iniciales supuestos europeos, se abre a otros continentes y el CDS puede jugar, as¨ª, un papel que dificilmente podr¨ªa realizar otro partido europeo centrista.
Estas son, en s¨ªntesis, las tres grandes razones que justifican una decisi¨®n: racionalizaci¨®n interna, homologaci¨®n cr¨ªtica, extensi¨®n extraeuropea.
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