La gran esperanza blanca
En 1908 el escritor Jack London, seguidor ac¨¦rrimo del boxeo, apoy¨® a un blanco llamado Jim Jeffries para recuperar un t¨ªtulo mundial constantemente en posesi¨®n de p¨²giles de color. La mordaz pluma de London bautiz¨® a Jeffries como 1a gran esperanza blanca".Johnny Clegg, un brit¨¢nico de 35 a?os criado entre Zimbabue y ?frica del Sur, se ha convertido de forma inconsciente en el primer embajador mundial de los nuevos sonidos africanos. El pop y el rock de esta d¨¦cada buscan desesperadamente una salida, un camino que les permita abandonar el laberinto en el que se encuentran. ?frica y sus m¨²sicas ¨¦tnicas son, qu¨¦ duda cabe, una buena opci¨®n, siempre que puedan ser presentadas en sociedad, como ya sucediera con el rhythm and blues, por int¨¦rpretes de tez clara que previamente limen sus asperezas. Ahora, 9a gran esperanza blanca" puede apellidarse Clegg.
Johnny Clegg y Savuka
Johnny Clegg (voz y guitarra), Derek Debber (bater¨ªa y coros), Keith Hutchinson (teclados, saxof¨®n, flauta y coros), Dudu Zulu (percusiones y coros), Solly Letwaba (bajo y coros), Steve Mavuso (teclados y coros), Mandisa Dlanga (coros). Sala J¨¢cara. Madrid, 21 de octubre.
Apenas ha pasado medio a?o desde su primera actuaci¨®n en Madrid, a la que asistieron poco m¨¢s de 1.000 personas, y ya es toda una estrella, llenando a rebosar la misma sala. Con s¨®lo un par de elep¨¦s con el grupo Savuka (Third World child y Shadow man), dos aut¨¦nticos ganchos al h¨ªgado para consumidores habituales de pop, ha vendido casi dos millones de ejemplares ¨²nicamente en Francia, y suena insistentemente en las radios espa?olas. Muy posiblemente, el futuro ya est¨¦ entre nosotros.
Musicalmente, Johnny Clegg es un peso pesado, y al tiempo un o estilista que goza de un juego de 1 piernas ¨¢gil como el de una corista. Buen guitarrista y cantante, disfruta con su trabajo y sabe c¨®mo transmitir esta sensaci¨®n, o para agrado de un p¨²blico muy receptivo; este tipo de sonidos es , muy agradecido, y se convierte con facilidad en una irrechazable invitaci¨®n al baile.
Coreograf¨ªa especial
Con Dudu Zulu, un percusionis ta cromatico y espectacular, y Mandisa Dlanga, una mujer de voz tan sensual como sus movi mientos, Clegg danza ritmos Inh langwini como un poseso, especialmente en un apote¨®sico final de concierto, vibrante y lleno de luz y collor. De esta manera crean una coreograffia especial, totalmente callejera y tribal, que entu siasma por lo original y sincera frescura, ofrecidos en bandejia a paladares acostumbrados a los platos congelados. Savuka, su actual banda, da la sensaci¨®n de ser la mejor formaci¨®n que pueda acompa?ar a Clegg, seguramente por el encanto de sus voces y su clara concepci¨®n de potencia musical. Curiosamente, ni tecla dos ni saxof¨®n, instrumentos aje nos a las ra¨ªces de su m¨²sica, de sentonan del conjunto, aportan do frecuencias actuales que faci litan su escucha.Sudor a raudales, provocado en escena por las mil piruetas f¨ªsicas y vocales de la banda, y entre el p¨²blico por un trato vejatorio por parte de los responsables de la sala: ¨¦stos, ajenos a las leyes de la f¨ªsica, ignoraron una vez m¨¢s un principio tan simple como el de la capacidad. En este tipo de actuaciones, con alicientes est¨¦ticos adem¨¢s de musicales, se hace a¨²n m¨¢s molesto tener que convertir cada instante en una lucha por ganar, o mantener, una posici¨®n que te permita ver las evoluciones de los artistas.
En 90 minutos el m¨²sico de Manchester demuestra que donde est¨¢ el ritmo est¨¢ la verdad planteando la estructura del recital h¨¢bilmente: tras un par de temas asequibles (Are you ready?, Don't walk away o Talk to the people), una canci¨®n m¨¢s complica da y con los arreglos menos pop. Un truco tan viejo come. efectivo para mantener cons?antemente viva la atenci¨®n del p¨²blico. As¨ª, ese homenaje a Nelson Mandela llamado Asimbonanga cerr¨® el concierto, siguiendo el compro miso musical contra el aparthe¨ªd iniciado por los tambi¨¦n brit¨¢nicos Jerry Dammers (ex miembro de Special AKA), Peter Gabriel o Billy Bragg, sin o teamericano Paul Simon.
Buen sonido, instrumentistas y cantantes de calidad, y nuevos conceptos en la fusi¨®n de pop y m¨²sicas tradicionales africanas, dan cuerpo a un espect¨¢culo que resulta original y atractivo como pocos.
Ahora el gran reto para Clegg es responder tambi¨¦n como buen encajador, pues no faltar¨¢n pu?os que le acusen de mancillar tradiciones en busca de la bendici¨®n occidental.
Babelia
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