La Fascinaci¨®n de una princesa muerta
La novela de Keniz¨¦ Mourad ha vendido en Espa?a 50.000 ejemplares
El editor franc¨¦s Robert Laffont ha vendido en corto plazo 350.000 ejemplares de la novela De parte de la princesa muerta, de la periodista Keniz¨¦ Mourad, y se apresta a vender 300.000. Mario Muchnik, que la ha publicado en Espa?a, confiesa que s¨®lo esperaba vender 4.000 ejemplares del libro y no los 50.000 que le han arrebatado literalmente de las manos en menos de cinco meses. Esta b¨²squeda de la madre perdida por una mujer de hoy tambi¨¦n triunfa espectacular y enigm¨¢ticamente en Italia.
El ¨¦xito fulminante e inesperado c de una novela, De parte de la princesa muerta, de la que sus editores no esperaban pr¨¢cticamente nada, ha hecho de esta obra algo m¨¢s que un libro y ha suscitado interrogantes a su respecto que resulta importante despejar. ?Por qu¨¦ esta. biograf¨ªa novelada de Selma, la hija de una sultana turca que, despu¨¦s de vivir exiliada en Libano, contrae matrimonio con un raj¨¢ hind¨², conoce el gran amor en Par¨ªs y muere seguidamente ha suscitado un inter¨¦s tan desmedido? ?Por qu¨¦ una historia que se desarrolla en una ¨¦poca y en unos pa¨ªses que poca o ninguna relaci¨®n parecen tener con la Francia, la Espa?a y la Italia de hoy es le¨ªda tan apasionadamente, y por tantos? Tanto el editor franc¨¦s como el espa?ol del libro de Keniz¨¦ Mourad achacan fundamentalmente al gusto por el exotismo el ¨¦xito conseguido por De parte de la princesa muerta. Lo hacen, sin embargo, con poca convicci¨®n, pues su experiencia profesional les prueba que no basta con situar una novela en pa¨ªses remotos o en ¨¦pocas m¨¢s o menos lejanas para atraer al lector. Esta contradicci¨®n, que ellos perciben, no es, sin embargo, tal. En efecto, todo parece indicar que el exotismo ha actuado en De parte de la princesa muerta, pero no al modo tradicional, sino como un medio de liberaci¨®n, como una piedra de toque que ha permitido descubrir la falsedad de una convicci¨®n cuya verdad parec¨ªa incuestionable: al comparar los modos de vida ex¨®ticos del libro y el modo de vida propio, el lector ha ca¨ªdo en la cuenta de que, a pesar de la revoluci¨®n tecnol¨®gica y cient¨ªfica sobrevenida durante el per¨ªodo que corre entre la ¨¦poca en que se desarrolla la novela y el momento actual, y a pesar de la elevaci¨®n del nivel de vida durante esos a?os, no hay tanta diferencia entre la opresi¨®n que sufr¨ªa la mujer ayer y la que sufre hoy, entre las limitaciones que estorbaban el pleno desarrollo del ser humano hace 50 o 60 a?os y las que estorban en el presente, y ha deducido, con toda correcci¨®n, que no es cierto que el modo de vida del hombre y de la mujer de hoy en el mundo occidental sea el ¨²nico posible, y el mejor de los posibles -seg¨²n postulan los portavoces de la sociedad actual-, pues ese modo de vida no es consecuencia de las condiciones objetivas del presente, sino que constituye, una supervivencia del pasado, de un pasado en buena medida atroz. M¨¢s decisivo que el exotismo como causa del inter¨¦s despertado por De parte de la princesa muerta parece ser el uso que de la psicolog¨ªa hace la autora en la novela. Keniz¨¦ Mourad, en efecto, se sirve de una psicolog¨ªa muy elemental -a diferencia de la mayor¨ªa de los autores de ¨¦xitos de ventas, ya inficionados por el virus de un psicoan¨¢lisis suburbial, de acarreo-, que da satisfacci¨®n, de manera indudable, a necesidades muy hondamente sentidas -pero no tomadas en consideraci¨®n por los rectores de la sociedad- del hombre de hoy: la necesidad de una psicolog¨ªa sin ambig¨¹edades, no contradictoria, que haga posible la comprensi¨®n de uno mismo y de los otros; la necesidad de una psicolog¨ªa clara, que permita localizar f¨¢cilmente causas y efectos; la necesidad de una psicolog¨ªa cuyos principios puedan resistir la confrontaci¨®n con la experiencia de cada uno, que sea apod¨ªctica y operativa; la necesidad de una psicolog¨ªa no desvinculada de la ¨¦tica, que asuma la libertad del hombre y la existencia del mal.El lector se siente tranquilizado al entrar en un espacio narrativo donde esas necesidades suyas quedan satisfechas, hace suya la novela, y, al actuar as¨ª, pone de manifiesto sin advertirlo, la gran quiebra de las escuelas psicol¨®gicas con predicamento en el mundo de hoy.
Arquetipos colectivos
La causa mayor, sin embargo, de la acogida multitudinaria que ha tenido el libro de Keniz¨¦ Mourad hay que buscarla en el hecho de que en ¨¦l se lleva a cabo una reconsideraci¨®n de algunos arquetipos colectivos que la mayor¨ªa percibe como puestos en entredicho por la experiencia personal y comunitaria en los ¨²ltimos a?os.Esos arquetipos de que hablo son el del padre, el de la madre y el del amor, siendo la postura adoptada por Keniz¨¦ Mourad ante los dos primeros distinta de la adoptada ante el tercero: los arquetipos tradicionales del padre y de la madre son rechazados por la autora y sustituidos por otros en los que encarna el nuevo entendimiento que de lo masculino y de lo femenino puede tener la mujer de hoy despu¨¦s del proceso de liberaci¨®n abierto al finalizar la II Guerra Mundial; el arquetipo del amor, en cambio, no s¨®lo es respetado, sino potenciado.El arquetipo de la madre -y no olvidemos que Keniz¨¦ Mourad escribi¨® su novela para, simult¨¢neamente, recuperar e inventarse a la madre que no conoci¨®- propuesto por De parte de la princesa muerta eleva el amor entre los sexos a la condici¨®n de valor supremo, en detrimento de la subordinaci¨®n de la mujer al hombre; no s¨®lo no hace del papel maternal un absoluto, sino que lo subordina al papel de amante; exalta la b¨²squeda por la mujer de s¨ª misma y de su lugar en la sociedad -con el consiguiente rechazo tanto de la imagen de lo femenino impuesta por el patriarcado como de todo intento feminista de hacer asumir a la mujer como propia la imagen tradicional de lo masculino-, y su potencial revolucionario con vistas a la transformaci¨®n de lo establecido.
En cuanto al arquetipo del padre, Keniz¨¦ Mourad propugna el establecimiento de uno nuevo en el que tambi¨¦n el amor entre los sexos sea el valor supremo -lo que supone la renuncia por parte del hombre a ese papel privilegiado de proveedor y protector de la mujer que reduce a ¨¦sta a la con dici¨®n de hija-; en el que los rasgos definitorios de lo masculino se reduzcan a aquellos que tienen su origen en la voluntad de potenciar lo que une a los sexos y no lo que los separa; en el que se d¨¦ un reconocimiento de la igualdad ontol¨®gica, y no s¨®lo legal, de los dos sexos.El arquetipo tradicional del amor, finalmente, es asumido por Keniz¨¦ Mourad, quien lo depura y potencia en tanto en cuanto se esfuerza por acabar con la espuria identificaci¨®n del arquetipo del hombre con el arquetipo del padre, y del arquetipo de la mujer con el arquetipo de la madre, y en tanto en cuanto rechaza la relaci¨®n dial¨¦ctica amo-esclavo (hombre-mujer, padres-hijos, se?or-s¨²bditos) como motor de la vida individual y social.
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