Sobre la memoria de la oposici¨®n antifranquista
Hasta que los historiadores no descubran el elixir de la historia total, habida cuenta de que no han dado con su metodolog¨ªa, una reuni¨®n de 200 profesionales de la historia dedicados a inventariar la oposici¨®n al franquismo resulta tan necesaria como digna de toda clase de recelos. La oposici¨®n al franquismo est¨¢ llena de datos y de aromas; los historiadores pueden llegar a los datos, pero no a los aromas. ?A qu¨¦ ol¨ªa el eco del ¨²ltimo grito de Juli¨¢n Grimau, resonando de c¨¢rcel en c¨¢rcel en aquella primavera de 1963? Hace mal el ministro de Cultura en atribuir s¨®lo a los comunistas un orwellianismo que les lleva a destruir su propia memoria. Tal vez los comunistas que trat¨® Sempr¨²n fueran de este tipo; en cambio, los que crecieron a la sombra del franquismo, convocados casi exclusivamente por el asalto a la contradicci¨®n de primer plano -es decir, la lucha contra el fascismo y por las libertades democr¨¢ticas-, hicieron de la reivindicaci¨®n de la memoria un instrumento de combate, y la literatura espa?ola a partir de la generaci¨®n de los cincuenta no ser¨ªa comprensible sin la estrategia de la memoria, la estrategia de la ara?a que quer¨ªa retener en la tela de la memoria prohibida todas las falsificaciones de vida e historia perpetradas por el franquismo.La lucha contra el franquismo desde el estamento intelectual fue un empe?o por la reconstrucci¨®n de la raz¨®n frente a todos los irracionalismos que sosten¨ªan la quimera de la cultura aut¨¢rquica. Recuperar la memoria heterodoxa y vencida; reconstruir una vanguardia cr¨ªtica asesinada, exiliada o atemorizada como consecuencia de la guerra; todo eso se hizo tozuda y precariamente, primero en el contexto de un pa¨ªs aterrorizado y luego en el marco de un pa¨ªs voluntariamente desmemoriado. Los principales enemigos para la fijaci¨®n de esa parte de la memoria resistente no han sido los comunistas que trat¨® Sempr¨²n, y mucho menos los comunistas que crecieron despu¨¦s. Los principales enemigos han sido los palanganeros de la transici¨®n que barrieron bajo las alfombras las memorias m¨¢s conflictivas y han reducido una pel¨ªcula casi ¨¦pica a un filme de Manolo Summers, posiblemente titulado To el mundo es g¨¹eno. Aqu¨ª los ¨²nicos que se han tirado piedras sobre su propio tejado han sido las izquierdas m¨¢s inocentes, las que no ten¨ªan pecados de guerra ni posguerra y se han autoexig¨ªdo una transparencia que les ha hecho casi invisibles. Los m¨¢s beneficiados por esta operaci¨®n han sido una extra?a alianza de ex franquistas l¨²cidos y ex izquierdistas pragm¨¢ticos que han pasado de puntillas sobre los cr¨¢neos perplejos de una izquierda entre cuyos sue?os no figuraba el del poder.
Desde una ¨®ptica conductista, tal vez m¨¢s afin al proceso que nos ocupa que una ¨®ptica dial¨¦ctica, la historia de la lucha contra el franquismo fue la de una serie de movimientos hacia el ¨¦xito, como educa la conducta el ni?o que de manotazo en manotazo llega a hacerse con el chup¨®n de menta. Se intentaba publicar un libro con el m¨ªnimo de cortes posibles, recoger firmas en favor de un derecho humano, aunque fuera peque?ito, publicar un art¨ªculo clandestino con nombre supuesto, crear una aliada alianza de intelectuales aliados, agrupar a los nuevos profesionales afranquistas o antifranquistas que la Universidad espa?ola empez¨® a producir en cantidades apreciables a partir de los a?os sesenta y conectar con una sociedad civil que cada vez se sent¨ªa menos identificada con la liturgia del r¨¦gimen.
Satisfacciones morales
A cambio de eso casi no exist¨ªas, pero recib¨ªas dividendos importantes de satisfacciones morales y est¨¦ticas y una inmensa capacidad de sue?o, nunca concreto; nunca fue un sue?o en el que apareciera una sociedad definitivamente apellidada, pero s¨ª una sociedad caracterizada por ser la negaci¨®n a todo lo oprobioso. Aquella oposici¨®n, con todos sus matices ideol¨®gicos, ten¨ªa una cultura porque ten¨ªa una conciencia del cambio caracterizada por la negaci¨®n de todas las miserias de un poder miserable.
Tuvo la suficiente fuerza como para generalizar la cultura del no, la conciencia del no, cuando la identificaci¨®n de la vanguardia con la sociedad civil fue cualitativamente completa a comienzos de los a?os setenta. Pero no tuvo un proyecto cultural que fuera m¨¢s all¨¢, sobre todo porque el bander¨ªn de enganche opositor hab¨ªa sido algo tan general y abstracto como la conquista de las libertades fundamentales. Muchos de los que ejercieron como intelectuales org¨¢nicos y permitieron conquistar espacios de superficie a los que no pod¨ªan llegar los pol¨ªticos vieron c¨®mo en plena transici¨®n se les dec¨ªa: "Se acab¨® la hora de hacer ideolog¨ªa, ahora hay que hacer pol¨ªtica". S¨®lo eran due?os, como el personaje del poema de Eliot, de un pu?ado de im¨¢genes rotas sobre las que se pon¨ªa el sol del franquismo y empezaba a remontar el sol de la tercera, cuarta o quinta revoluci¨®n industrial. ?sa fue la cultura desde entonces dominante y goz¨® de un cuerpo intelectual nuevo, de neopositivI stas originales o conversos que ten¨ªan los mecanismos de aprehensi¨®n de la realidad hechos a la medida de la realidad. Y todo lo que hab¨ªa sido cr¨ªtico se consider¨® obsoleto, y as¨ª como el franquismo mutil¨® la memoria heterodoxa con las tijeras podadoras, el palanganerismo de la transici¨®n ha mutilado la memoria cr¨ªtica con el fr¨ªo c¨¢lculo de lo que es necesario o de lo que es innecesario para conservar una determinada inflaci¨®n. El resistencialismo no era una virtud, la virtud de la cr¨ªtica met¨®dica, sino un vicio heredado del pasado antifranquista.
Por eso, cuando aparecen congresos de historiadores convocados para hacer inventario de la oposici¨®n al franquismo, hay que reconocerles su derecho y el derecho a la sospecha de que entre los datos que manejan est¨¢ el de su propio inter¨¦s en la recalificaci¨®n de la memoria. Por ejemplo, estos d¨ªas el frente neoliberal universal ha lanzado al mercado un nuevo producto ideol¨®gico: tal vez, tal vez ha llegado el momento de considerar que los buenos en la guerra de Vietnam no fueron los vietnamitas.
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