Causas y consecuencias de la derrota
La guerra, que se vio obligado Alan Garc¨ªa a llevar en dos frentes, el internacional -sin un d¨®lar de cr¨¦dito y apret¨¢ndole las clavijas ya que el mal ejemplo del que escapa a las presiones de los organismos internacionales no debe cundir-, y el interno -al anunciar la nacionalizaci¨®n de la banca-, super¨® con mucho no ya s¨®lo sus fuerzas, sino incluso sus planes. Entre una pol¨ªtica econ¨®mica ortodoxamente liberal, cuyos resultados negativos puso de relieve el per¨ªodo de 1975 a 1985, y una pol¨ªtica estatista que burocratiza la econom¨ªa, haci¨¦ndola altamente ineficiente, como la que practicaron los militares, Alan Garc¨ªa crey¨® encontrar una tercera v¨ªa heterodoxa pero pragm¨¢tica que permit¨ªera combinar las ventajas de la empresa privada con el papel regularizador del Estado.El problema consiste en que el sector privado constituye un poder aut¨®nomo, con intereses proplos no siempre coincidentes con los nacionales. Si se intenta aminorar la libertad de hacer con los excedentes empresariales lo que les venga en gana a los empresarios, por negativo que resulte para el conjunto del pa¨ªs, se choca frontalmente con una clase que no est¨¢ dispuesta a aceptar compromisos en punto tan esencial. Si se la suprime por el camino de la expropiaci¨®n, el vac¨ªo resultante s¨®lo puede ser llenado, al menos de inmediato, por el Estado, cayendo en los males del burocratismo.
La soledad del presidente va en r¨¢pido aumento seg¨²n se deteriora la situaci¨®n econ¨®mica en los meses claves que van de julio de 1987, en que hace p¨²blica su intenci¨®n de nacionalizar la banca, a septiembre de 1988, en que realiza su viaje a Canosa y asume la derrota, al decretar las medidas estabilizadoras cl¨¢sicas y volver al redil del Fondo Monetario, pol¨ªticas que hab¨ªa denostado a lo largo de toda su trayectoria de l¨ªder carism¨¢tico. Este a?o el crecimiento ser¨¢ nulo, incluso puede ser negativo; el nivel de vida de los peruanos, ya extremadamente bajo, se ve cercenado a la mitad; el pa¨ªs tiene que responder a una deuda externa que ha acumulado los impagados; la inflaci¨®n, convertida en hiperinflaci¨®n, se acerca al 1.000%. En 1988 se ha desplomado un modelo econ¨®mico que a posteriori es f¨¢cil tildar de poco realista.
La banca no ha sido nacionalizada -s¨®lo un gran banco se transform¨® en una cooperativa en manos de sus empleados y de un mont¨®n de peque?os accionistas-, pero la amenaza que pes¨® sobre ella paraliz¨® las inversiones, aceler¨® el proceso de doJarizaci¨®n y entabl¨® una lucha abierta contra el presidente, capitaneada por una derecha econ¨®mica tan cerrilmente ego¨ªsta que, si lo odi¨® desde un principio por sus gestos nacionalistas y ret¨®rica populista, lleg¨® al paroxismo ante el anuncio de que pensaba nacionalizar la banca.
Nacionalismo populista
Ante el nacionalismo populista de los militares, la derecha permaneci¨® callada, intrigando en las filas del Ej¨¦rcito para reconducir el proceso; ante el t¨ªmido populismo nacionalista del presidente aprista, a sabiendas de sus muchos puntos flacos, ha reaccionado vigorosa, aniquilando una pol¨ªtica de crecimiento y de cambio social que, con el surgimiento en los ¨²ltimos ocho a?os de una izquierda revolucionaria, podr¨ªa haber sido su ¨²ltima tabla de salvaci¨®n.
Veinte a?os despu¨¦s del primer gran intento fallido de crear un Estado nacional, la derecha econ¨®mica peruana, tras los escarceos apristas de los dos ¨²ltimos a?os, puede enorgullecerse de haber vuelto a recuperar el control de la pol¨ªtica econ¨®mica: no importa tanto qui¨¦n la ejecuta, sino qu¨¦ contenido tiene.
Las aguas vuelven a su cauce, con los costes conocidos para las capas m¨¢s despose¨ªdas de la poblaci¨®n; ¨²nicamente la capac¨ªdad de respuesta popular no es ni de lejos comparable con la que exist¨ªa hace 12 a?os, ya entonces lo suficientemente fuerte para obligar a los militares a abrir el proceso de transici¨®n. En la ¨²ltima d¨¦cada, tanto la izquierda violenta como la reformista y democr¨¢tica han aumentado considerablemente su influencia sobre las clases populares urbanas y campesinas. Con la actual capacidad de organizaci¨®n democr¨¢tica y de subversi¨®n violenta, aunque se repitan los estados de emergencia y aumente la represi¨®n, parece altamente improbable en los pr¨®ximos a?os una aceptaci¨®n pac¨ªfica de las condiciones-de vida que imponen las medidas tomadas para una buena parte de la poblaci¨®n.
En este escenario puede ocurrir todo, pero una vez que el presidente, aun a costa de su credibilidad y prestigio, ha accedido a volver a la ortodoxia, hasta es posible que termine la magistratura si se logra contener la inflac¨ª¨®n y la violencia y la descomposici¨®n social no aumentan de manera desmesurada. Del Ej¨¦rcito, a medio plazo, no cabe esperar un golpe, por otro lado siempre al acecho y dependiendo de cualquier imponderable, porque todav¨ªa no han resta?ado las heridas internas de los 12 a?os de dictadura militar; porque nadie puede estar interesado en tomar el poder en la actual crisis y, en fin, porque un presidente tan debilitado habr¨¢ de satisfacer todas sus pretensiones.
La izquierda democr¨¢tica, por m¨¢s que pida elecciones con la boca chica, tampoco puede tener prisa en recoger herencia tan pesada, confiando m¨¢s bien en que las medidas tomadas aligeren la carga a la vez que desacrediten por completo al APRA. Lo mismo vale para la derecha, m¨¢s el hecho de que necesita tiempo para rehacerse y conseguir la unidad. Si ma?ana se celebrasen elecciones las ganar¨ªa seguramente Izquierda Unida. En dos a?os podr¨ªan cambiar las tornas si se mantiene el rumbo sin demasiados descalabros.
Fragilidad del presidente
Una buena parte de la fragilidad del presidente a partir de julio de 1987 se debi¨® a que el APRA hac¨ªa tiempo que hab¨ªa dejado de ser un partido de izquierda con influencia en las organizaciones populares. En la d¨¦cada de los sesenta, ya sin otra ideolog¨ªa que alcanzar el poder, lleg¨® incluso a aliarse con la extrema derecha. El anuncio de nacionalizar la banca no pod¨ªa verse co n simpat¨ªa en los sectores m¨¢s conservadores del APRA, mientras que la juventud aprista se sent¨ªa impaciente ante la lentitud de los cambios; contradicciones y tensiones escisionistas que probablemente se agudizar¨¢n en los pr¨®ximos meses. El APRA necesit¨® d¨¦cadas para llegar al poder, pudri¨¦ndose poco a poco en tan larga marcha. Dos a?os en el Gobierno han bastado para precipitarlo en la ruina. Alan Garc¨ªa podr¨ªa pasar a la historia de Per¨² como el primero y el ¨²ltimo presidente aprista.
Aparentemente, la ganadora inmediata es Izquierda Unida, que sin la competencia del APRA cuenta con mayores probabilidades de ganar las elecciones. En realidad, el fracaso del populismo aprista significa un robustecimiento de la derecha econ¨®mica y social, que hace mucho m¨¢s diricil y sangrienta la lucha de una izquierda profundamente dividida, a pesar de llamarse unida.
Las medidas tomadas para tratar de controlar la crisis tienen al menos un efecto seguro: la polarizaci¨®n del pa¨ªs hacia los extremos m¨¢s radicales. Una burgues¨ªa que considera en serio que un d¨ªa puede perder sus privilegios empieza a plantearse el dilema de o bien em¨ªgrar a los pa¨ªses en los que han colocado sus d¨®lares y conformarse con perder la gallina de los huevos de oro, o bien propiciar un golpe militar sangriento, a la argentina se dice en Per¨², que ahogue en sangre a la izquierda sin pararse a distinguir si es la violenta o la democr¨¢tica.
Para amplios sectores campesinos, conscientes de su peculiar¨ªdad ¨¦tnico-cultural, sin ilusi¨®n ya de poder integrarse, surge la guerra popular como ¨²nica salida.
El Partido Comunista del Per¨² (Sendero Luminoso) ha conseguido, desde planteamientos te¨®ricos que deslumbran por su simplicidad y sectarismo, combinar el terrorismo con acciones clandestinas de movilizaci¨®n, organizaci¨®n y autodefensa, que se han revelado adecuadas para penetrar en la sociedad campesina de la sierra. Por vez primera se fusiona una ideolog¨ªa revolucionaria de corte occidental con la mentalidad de resistencia y esp¨ªritu de cooperaci¨®n del mundo andino. La integraci¨®n de lo europeo y lo aut¨®ctono se produce al fin fuera del sistema, como instrumento para destruirlo. Dado que las emigraciones de las ¨²ltimas d¨¦cadas han llevado a la poblaci¨®n serrana a las barriadas de Lima y dem¨¢s grandes ciudades, rompiendo las fronteras geogr¨¢ficas de la segregaci¨®n social, Sendero Luminoso est¨¢ en condiciones de engarzar la lucha campesina con la de las barriadas suburbanas.
La polar¨ªzabi¨®n que se observa -militarismo fascistoide en ciernes, la izquierda violenta en ascenso- no comporta, sin embargo, una l¨®gica de enfrentamiento que vaya a culminar en la victoria de uno u otro bando.
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