Ismel Pons
El bar¨ªtono autodidacto que cautiv¨® a Montserrat Caball¨¦
Ismael Pons tiene una ilusi¨®n en la vida: ser cantante de ¨®pera, y parece dispuesto a enfrentarse a sus circunstancias adversas como un personaje de Verdi. Pons naci¨® en Mah¨®n (Menorca), donde la ¨®pera se reduce a una semana al a?o, donde es dificil encontrar grabaciones de calidad y donde hasta hace poco no se pod¨ªa estudiar solfeo. Por eso Pons no sabe leer una partitura, trabaja desde hace 10 a?os como administrativo en Telef¨®nica y no conoce las ¨®peras de sus contempor¨¢neos (en su tierra no se coge Radio 2). Pero su dedicaci¨®n al canto es tan excepcional como sus condiciones naturales.
"?Cu¨¢nto tiempo lleva usted estudiando canto?", pregunt¨® Montserrat Caball¨¦ a un joven bien plantado, de barba recia y expresi¨®n serena durante las clases magistrales que acaba de dictar en Madrid. "Vera usted..., yo, en realidad, nunca he estudiado canto; he practicado por mi cuenta". "Muy bien", repuso la diva, "cante usted un aria". Al t¨¦rmino de la ejecuci¨®n, la Caball¨¦, en uno de los teatrales gestos que la caracterizan, cogi¨® su bolso y le dijo al pianista: "Si cantan as¨ª sin haber dado una sola clase, v¨¢monos, Miguel, que aqu¨ª no tenemos nada que hacer".Sin embargo, al filo de los 30 a?os, la vida para Ismael Pons no ha sido, precisamente, coser y cantar. Aficionado a la m¨²sica desde que tiene conciencia de s¨ª mismo e hijo de una pareja de cantantes del Orfe¨®n Mahon¨¦s, el joven Ismael esperaba ans¨ªoso la Semana de la ¨®pera de su ciudad. Luego, repet¨ªa las voces de los cantantes que acababa de escuchar. Repet¨ªa una y otra vez, y le sal¨ªa bien, y le felicitaban. A los 18 a?os ingres¨® en la Asociaci¨®n de Amigos de la ¨®pera de Mah¨®n, se integr¨® en el coro y empez¨® a interpretar peque?os papeles. Era para ¨¦l un orgullo: no ten¨ªa que pagar entrada y encima participaba en las ¨®peras.
Su pasi¨®n iba en aumento. L¨¢stima que el sueldo de la Telef¨®nica apenas le daba para mantenese y ten¨ªa que hacer, de cuando en cuando, otros trabajos complementarios. Esos d¨ªas hab¨ªa que resignarse y no ensayar, no perfeccionar la t¨¦cnica aprendida a vuelapluma en alg¨²n m¨¦todo por correspondencia y a aquel bar¨ªtono del Liceo que estuvo el a?o pasado. Si se lo permite su ajustada econom¨ªa, dedica al canto tres o cuatro horas al d¨ªa.
Fue un d¨ªa feliz cuando le llam¨® el administrador art¨ªstico del Liceo. Le ofreci¨® peque?o papeles y le felicit¨® por su voz prodigiosa. Particip¨® en la ¨®pera Carmen, junto a Jos¨¦ Carreras, y en Fausto, siempre con cr¨ªticas elogios¨ªsimas. No era f¨¢cil ir a cantar al Liceo. Hab¨ªa que distribuir bien los d¨ªas de vacaciones de la Telef¨®nica. Los compa?eros no entend¨ªan si iba a la playa o a esquiar. "Donde ir¨¢ ¨¦ste", se preguntaban, "que se coge las vacaciones en fechas tan raras".
Montserrat Caball¨¦ le invit¨® a participar en las clases magistrales que acaba de dictar en el Auditorio de Madrid. Le felicit¨® por las condiciones excepcionales de su voz y por su fuerza de voluntad. Los cerca de 500 asistentes a las clases le aplaudieron sinceramente.
"La ilusi¨®n m¨¢s grande de mi vida es poder dedicarme de lleno, con toda la fuerza de mi ser, a cantar", exclama. Pero Ismael, como un personaje de Verdi, ve m¨¢s cercana la tragedia: "Sin embargo, lo m¨¢s probable es que me jubile en la Telef¨®nica".
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