Los valores eternos de George Bush
24 horas con el candidato republicano en el coraz¨®n de Ohio
George Bush, convertido en el cruzado de la Am¨¦rica profunda, probablemente la m¨¢s chata, se va acercando, imparable, a la presidencia de Estados Unidos subido al carro de los valores eternos: la familia, la religi¨®n, la bandera, una armer¨ªa en cada hogar y la caricatura de Dukakis, a quien constantemente se refiere como a "ese gobernador liberal". ?sta es la historia de 24 horas con el candidato republicano en el coraz¨®n de Ohio, la Am¨¦rica de las clases medias, honrada, amante de la ley y el orden, cuyos valores poco tienen que ver con los editoriales de The New York Times ni con la intelectualidad, considerada aqu¨ª arrogante, de la universidad de Harvard.
En esta tierra plana como la palma de la mano, fronteriza con el granero del Medio Oeste, que al berga a la industria b¨¢sica, hoy en relativo declive, pero que ha hecho de este pa¨ªs una superpotencia econ¨®mica, los obreros son conservadores y la pena de muerte no es discutida. Como tampoco el rezo de los ni?os en la escuela o el juramento a la bandera. En este Estado de 10 millones de habitantes se entiende mejor que desde Washington el cambio pol¨ªtico que ha producido la presidencia de Ronald Reagan en Estados Unidos.Ohio tiene 23 votos electorales y constituye uno de los Estados claves en la elecci¨®n del 8 de noviembre. Una pieza codiciada por ambos candidatos que, junto con sus vecinos industriales de Michigan e Illinois, suma 67 votos electorales. Sin ellos, Michael Dukakis, que ha convertido esta regi¨®n en su ¨²ltima trinchera, no puede ganar. Pero el hijo de inmigrantes griegos, liberal reprimido, no ha conseguido, a 10 d¨ªas de la elecci¨®n, persuadir al votante crucial en estas tierras, los llamados "dem¨®cratas de Reagan", que votaron por el actual presidente en 1980 y 1984, para que regresen al partido de Roosevelt y Kennedy.
7.30 del martes 25 de octubre. Washington DC. George Bush abandona su residencia oficial del Observatorio Naval, en un parque de la capital federal, tras desayunar con su esposa, B¨¢rbara, y con tiempo justo de escuchar un bolet¨ªn de noticias de radio y ver las primeras p¨¢ginas de los principales peri¨®dicos de la costa este.
A bordo del Marine Two, el helic¨®ptero que le lleva, en 10 minutos, hasta la base a¨¦rea de Andrews, su jefe de gabinete, el californiano Craig Fuller, le da buenas noticias. El ¨²ltimo sondeo procedente de California le concede, por primera vez, una ventaja clara de 11 puntos sobre el candidato dem¨®crata en el Estado m¨¢s importante de la Uni¨®n (47 votos electorales) y sin el que Dukakis no puede llegar a la Casa Blanca.
En Ohio, adonde se dirigen, la ventaja de Bush es tambi¨¦n c¨®moda (10 puntos). Dukakis s¨®lo parece ser competitivo en Illinois, la patria de Lincoin.
8.55. Columbus. El Air Force Two, un DC-9 blanco y azul con la panza plateada reluciente, se detiene junto a la comitiva de recibimiento: una docena de personas, el alcalde, un par de congresistas locales y un ni?o en una silla de ruedas que apareci¨® en un cartel sobre ayuda a la distrofia muscular, Eric Holt. En un par de minutos, el vicepresidente despacha al grupo y monta en su limusina, un Lincoln Continental. En una igual, de repuesto, Viaja su m¨¦dico, el doctor Bacon. Los viajes electorales de Bush los paga su campa?a y no le cuestan nada al contribuyente.
En el trayecto, de 70 minutos, desde Washington, Bush ha hojeado el resumen diario de seguridad nacional y ha revisado el discurso de Columbus, el serio del d¨ªa y que leer¨¢ con ayuda del teleprompter, un artilugio que casi ha acabado con los malos oradores. Sus otras dos intervenciones de la jornada son el discurso b¨¢sico de campa?a, cuyo modelo se repite continuamente.
En la capital federal, James Baker, ex secretario del Tesoro y ahora presidente de la campa?a de Bush, ya ha dictado -en una reuni¨®n a las 7.30- la estrategia de la jornada. Los receptores del mensaje sustancial son la Asociaci¨®n de Radio y Televisi¨®n. Un discurso econ¨®mico, m¨¢s de fondo. Y tratar¨¢ de utilizarse el mitin de Canton como escenario para conseguir meter la frase del d¨ªa en los telediarios de la noche. Dukakis acaba de quejarse de lo tarde que se ha dado cuenta de que lo importante es conseguir meter los 30 segundos que t¨² quieres, con tu propio montaje visual, en los informativos.
9.50. Hotel Hyatt de Columbus. En el centro de esta capital moderna y espaciosa de Ohio (500.000 habitantes), un centenar de directivos y propietarios de medios audiovisuales escucha al candidato en una peque?a sala. Ciento veinte periodistas de la Prensa nacional han llegado minutos antes -siguen en dos aviones al vicepresidente- irrumpiendo como elefantes en cacharrer¨ªa. Casi no lo consiguen porque se ha roto uno de sus veh¨ªculos. Pero un polic¨ªa, invocando la raz¨®n de Estado, ha requisado, en plena autopista, un autob¨²s amarillo escolar que pasaba vac¨ªo.
Bush, en tono coloquial, empieza diciendo -lo repite siempre- "lo contento que se siente de estar en este gran Estado". Y, para asombro de los periodistas, este hombre, que se dice de Tejas, de la costa este, afirma que tambi¨¦n es un poco de Ohio. "Mi padre y los padres de B¨¢rbara, mi mujer, nacieron aqu¨ª". Habla, en tonos reaganianos, de la revoluci¨®n tecnol¨®gica de los ordenadores, y ataca las ideas econ¨®micas de Dukakis, sugiriendo que son contrarias a la tradici¨®n de la libre empresa americana y, en cierto modo, socialistas.
Pero Bush ha venido esta ma?ana soleada de oto?o a denunciar que su rival est¨¢ atizando "el conflicto de clases" en la campa?a. "Y en EE UU no hay sitio para una sociedad dividida en clases". El gobernador de Massachusetts lleva d¨ªas diciendo que ¨¦l est¨¢ al lado de los pobres, de los "tipos corrientes", y Bush representa a los "privilegiados". Afirma que "el mejor programa contra la pobreza es un puesto de trabajo en el sector privado", y concluye: "Am¨¦rica debe dominar el mundo en todos los campos: econ¨®mico, pol¨ªtico y cient¨ªfico". En total, 22 minutos.
12.00. Aeropuerto de Akron-Canton. pomposamente llamado internacional. Akron (237.000 habitantes) fue la capital del neum¨¢tico, pero con la crisis de principios de los ochenta la Firestone, Good Year, General Tire y Goodrich cerraron o se vendieron a los japoneses. El vicepresidente ni siquiera bajar¨¢ a la ciudad, que comienza a recuperarse de unos a?os muy duros de recesi¨®n. Sus programadores-manipuladores le han preparado un rally en technicolor para consumo televisivo.
Brillan al p¨¢lido y helado sol oto?al los trombones de cinco bandas de los colegios locales. ?sta es una tierra que da buenos trompetistas gracias a los programas de m¨²sica en los colegios. El escenario es un hangar en el que se agolpa una parroquia de unos 4.000 superfieles. No est¨¢n aqu¨ª los obreros de origen ¨¦tnico que abundan en la zona, ni hay negros. "Me dicen que somos 20.000", miente sin rebozo un telonero. Bush habla desde un escenario de balas de paja imitando a un granero.
Hay un cartel que afirma que "Dukakis dar¨ªa permiso de fin de semana a Tim Davis", al parecer un criminal local, y otro con "Nuke the Duke" (lanzar una bomba at¨®mica contra Dukakis). William Morris, juez retirado del condado de Stark, veterano de la II Guerra Mundial, est¨¢ impresionado por la experiencia internacional de Bush. Pero sobre todo est¨¢ contra Dukakis porque "Estados Unidos apoya, como el vicepresidente, la pena de muerte".
Bush se quita la gabardina y comienza a arrear, sin teleprompter, a Dukakis. El h¨¦roe regional, el defensa del equipo de f¨²tbol Cleveland Browns, Bernie Kosak, que ha llegado al acto en una limusina catafalco m¨¢s grande que la de Bush, le entrega al vicepresidente un bal¨®n. "Excusarme que use esa palabra sucia, pero no voy a dejar que mi rival, el liberal gobernador de Massachusetts, os arranque la prosperidad del reaganismo". Afirma que en el ¨²nico ej¨¦rcito en el que cree Dukakis es uno de inspectores de Hacienda, "quiere poner uno en cada cocina". El candidato dem¨®crata ofrece como respuesta para reducir el d¨¦ficit fiscal recaudar mejor los impuestos.
Recuerda que los tipos de inter¨¦s estaban en el 21% cuando Reagan tom¨® el poder y la inflaci¨®n era de dos d¨ªgitos. Aqu¨ª vale todo, es el acto populista del d¨ªa y Bush no quiere desaprovecharlo. Se saca del bolsillo la chapa de un polic¨ªa asesinado en Nueva York y hace el gesto de pon¨¦rsela en la chaqueta. Es el momento de afirmar: "Creo en la pena de muerte y me opongo al control federal de armas".
Pero Bush guarda su ¨²ltima traca para el final, cuando anuncia a esta multitud entregada que "hoy es el quinto aniversario de la liberaci¨®n por tropas de EE UU de la isla caribe?a de Granada". Poco importa que casi ninguno de los presentes sepa d¨®nde est¨¢ Granada. El vicepresidente dice que est¨¢ orgulloso de "mi participaci¨®n" en la reconquista de Granada y asegura que "ten¨ªamos raz¨®n entonces y la tenemos ahora". De paso, recuerda que Dukakis critic¨® la utilizaci¨®n de la fuerza entonces como "una pol¨ªtica exterior temeraria".
Estallan las bandas de m¨²sica y Bush acaricia, en un gesto preparado por su equipo, a un par de jovencitas rubias, de minifalda amarilla y gorro de h¨²sar negro con penacho blanco, miembros de la Cuyahoga Falls High School. En 1960, John Kennedy y Richard Nixon ten¨ªan 12 y 15 actos en una jornada. Hoy, Bush y Dukakis se contentan con tres.
16.45. Aeropuerto de Lima. Es tan peque?o que los dos aviones de la Prensa, sin sitio para aparcar, tienen que aterrizar en un aer¨®dromo pr¨®ximo. ?sta es una tierra fervientemente republicana, con agricultura y alguna industria. El centro de Lima (50.000 habitantes) parece desierto. S¨®lo algunos curiosos filman con v¨ªdeos la caravana, y desde la pizzeria Mamma's un cartel saluda: "Bienvenido George Bush y suerte". B¨¢rbara Young, con sus dos hijos, de 12 y 9 a?os, espera al vicepresidente a la puerta del Centro C¨ªvico de Convenciones. "No tiene el magnetismo de Reagan, pero todo seguir¨¢ igual y habr¨¢ con Bush menos interferencia del Gobierno en la econom¨ªa".
En el interior, 1.500 afectos a la causa son calentados por una banda country y los boinas rojas de la inevitable banda colegial. "No puede ser est¨²pido con todos los cargos que ha tenido, es brillante, mire su comportamiento en la guerra. Aqu¨ª no necesitamos a un Dukakis que tendr¨ªa que aprender en el puesto". As¨ª se explica Mariel Brunt, tesorera del club de mujeres republicanas del condado de Allen.
Maurcen Reagan, la hija del presidente y vicepresidenta del Partido Republicano, un trueno de mujer, presenta a Bush diciendo que "en sus manos se puede poner la vida de nuestro pa¨ªs". Este acto, por la hora, casi las seis de la tarde, no sirve ya para los informativos de televisi¨®n. "Comprendo Ohio y ser¨¦ un buen presidente piara este Estado", comienza diciendo Bush para afirmar que "no podemos jugarnos la seguridad de Estados Unidos con un presidente que no ha tenido un solo d¨ªa de experiencia de pol¨ªtica exterior". Media docena de seguidores del candidato dem¨®crata tratan, sin ¨¦xito, de ahogar sus palabras.
Promete nombrar jueces "que tengan m¨¢s simpat¨ªa por las v¨ªctimas del crimen que por los criminales". Y no subir los impuestos cuando "los liberales del Congreso me lo pidan". Se presenta como un cazador a quien no le gusta que desde Washington los bur¨®cratas controlen su derecho a tener armas, y de nuevo vuelve a mostrar la placa del polic¨ªa asesinado en Nueva York. Y se despide diciendo que ¨¦l, a diferencia de su rival, s¨ª cree, como Lincoln, que EE UU es la mejor esperanza del hombre en la tierra.
19.40. Detroit. Hotel Westin. El candidato llega a su suite en el piso 43. James Baker llama desde Washington. Otra vez buenas noticias. El New York Times publicar¨¢ ma?ana un nuevo sondeo que le da 1. 3 puntos de ventaja sobre Dukakis. Cena ligero y se echa a dormir. "Estoy durmiendo poco, pero la adrenalina me mantiene", afirma un Bush confiado de que en 12 d¨ªas habr¨¢ ganado la Casa Blanca, antes de salir para South Dakota, Montana y el Estado de Washington.
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