Thatcher, en Varsovia
MARGARET THATCHER ha iniciado su visita a Polonia en un momento de brusco viraje en la situaci¨®n social y pol¨ªtica de dicho pa¨ªs. Hace un mes parec¨ªa inminente la convocatoria de una mesa redonda con la participaci¨®n, por primera vez desde 1980, de dirigentes del sindicato ilegal Solidaridad. Apuntaba cierto optimismo entre algunos l¨ªderes de la oposici¨®n, que preve¨ªan la aceptaci¨®n por el Gobierno del pluralismo sindical. Hoy, el clima ha cambiado: la decisi¨®n del Gobierno de cerrar los astilleros Lenin de Gdansk, cuna de las protestas obreras en las ¨²ltimas d¨¦cadas, ha levantado encendidas protestas. Hasta los sindicatos oficiales han tomado posici¨®n contra el cierre, respaldando as¨ª a Solidaridad.Estos hechos acent¨²an el debilitamiento de Jaruzelski, que ha encajado duros reveses en los ¨²ltimos 12 meses, desde el fracaso hace un a?o del refer¨¦ndum sobre la reforma econ¨®mica hasta las oleadas de huelgas que, en mayo y en agosto de este a?o, han atestiguado el rebrote de una voluntad combativa de grandes n¨²cleos obreros. Las huelgas de agosto s¨®lo terminaron cuando Jaruzelski, ante la amenaza de un movimiento generalizado, acept¨® que su Gobierno iniciase conversaciones con Lech Walesa. Para encabezar un nuevo Gobierno fue designado Rakowski, considerado reformista. Parec¨ªa abrirse una etapa de sensatez pol¨ªtica.
Pero la tendencia conservadora y dura, dentro de la direcci¨®n comunista polaca, ha logrado impedir hasta ahora el avance por esa v¨ªa. Jaruzelski no ha sido consecuente con los pasos dados a finales de agosto. Despu¨¦s de semanas aplazando la negociaci¨®n, con varios pretextos, el anuncio ahora del cierre de los astilleros vuelve a poner todo en cuesti¨®n. Hablar de negociaci¨®n y cerrar los astilleros refleja una pol¨ªtica esquizofr¨¦nica, que puede costarle cara al Gobierno de Rakowski. Las razones econ¨®micas aducidas por ¨¦ste para justificar el cierre han sido desmentidas por la propia direcci¨®n de la empresa, que se ha sumado a la actitud de Solidaridad y de los sindicatos oficiales. Se ha creado as¨ª un singular agrupamiento de fuerzas, legales e ilegales, contra una decisi¨®n del Gobierno. Ello permite a Solidaridad preparar, con apoyos muy amplios, acciones de protesta que pueden revestir gran amplitud.
En este clima, la visita de Margaret Thatcher ha tomado un sesgo particular. Es notable que el Gobierno comunista de Varsovia pretenda ampararse en la pol¨ªtica antisindical del Gobierno conservador del Reino Unido para legitimar sus medidas contra Solidaridad. Ello ha obligado a Walesa a decir que los polacos no conocen bien la pol¨ªtica sindical de Margaret Thatcher. Pero, al margen de esa pol¨¦mica, el viaje de la primera ministra brit¨¢nica confirma que se abre paso en Europa la tendencia, ya expresada en Mosc¨² por De Mita y Kolh, a dar facilidades econ¨®micas para una evoluci¨®n liberalizadora en los pa¨ªses del Este. Tal actitud deber¨ªa incitar a la direcci¨®n polaca a establecer con las fuerzas de oposici¨®n un di¨¢logo constructivo. No hay para ello obst¨¢culos insalvables.
Polonia ocupa en el bloque del Este una posici¨®n geopol¨ªtica decisiva y delicada. De ello son conscientes los dirigentes de la oposici¨®n polaca, que han dejado muy claro que no ponen en cuesti¨®n las opciones exteriores del r¨¦gimen. Salvado ese punto, queda un amplio espacio para la concertaci¨®n entre el Gobierno y una oposici¨®n que, dentro de su variedad, representa el sentir de la inmensa mayor¨ªa de los polacos. La ilusi¨®n de que con tergiversaciones se va a erosionar la influencia de Solidaridad es peligrosa. Lo que puede debilitar a Walesa es el auge, sobre todo entre los j¨®venes, de actitudes mucho m¨¢s radicales que las suyas. Si la negociaci¨®n no se materializa aumentar¨¢ la posibilidad de situaciones explosivas. Algo que no interesa ni a Varsovia ni a Mosc¨².
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