Refer¨¦ndum de cristal
El plan del secretario general de la ONU, Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, para realizar un refer¨¦ndum para la independencia del S¨¢hara occidental goza tanto de transparencia como de fragilidad, dice el autor. Es, afirma, un refer¨¦ndum de cristal, que puede convertirse en espejo que refleje seguridad para todos.
La composici¨®n del problema del S¨¢hara Occidental se asemeja a la m¨¢s dif¨ªcil matem¨¢tica. Su resoluci¨®n a medio plazo, tambi¨¦n; su futuro, en cambio, no.Si el tiempo hist¨®rico no se mide con usura (Rabat) o se hace de ¨¦l un nudo corredizo (Argel), el pueblo saharaui puede alcanzar la paz sin merma de su identidad y 1989 aparecer en los legajos como la fecha del inicio de un proceso irreversible: aquel que llevar¨¢ a Marruecos a optar entre una monarqu¨ªa sin el pueblo y una monarqu¨ªa con el pueblo (lo que supondr¨ªa un cambio de r¨¦gimen), mientras Argelia se decidir¨ªa por la libertad como pr¨¢ctica o la libertad como discurso (ancianidad represiva del sistema acorralado por la sociedad) y la naci¨®n saharaui ver¨ªa izar su bandera en su propia patria (como Estado asociado o nacionalidad integrada). Es un tiempo no para medirlo en a?os y habr¨¢ que convivir con ¨¦l, pues se mostrar¨¢ implacable con quien se atreva a violarlo.
Todo ello se asienta sobre s¨®lidos valores de elementalidad de Estado. Marruecos, Argelia, la Rep¨²blica ?rabe Saharaui Democr¨¢tica (RASD) y Espa?a, cuatro lados de una figura b¨¦lico-diplom¨¢tica definida por la prepotencia, la sutileza, lo indomable y lo vergonzoso (cada cual puede situar los adjetivos sobre las pol¨ªticas respectivas, pero el orden hist¨®rico no por ello variar¨¢).
En un mundo incr¨¦dulo ante la distensi¨®n y testigo del cierre de viejos escenarios de confrontaci¨®n (Afganist¨¢n, Ir¨¢n-Irak, Namibia), la paz en el S¨¢hara era la coherencia final de este pasado agosto ideal. Sin embargo, despejar un campo de batalla para luego votar en ¨¦l es algo superior a la raz¨®n t¨¢ctica, es un desaf¨ªo a la sinceridad de quien lo domina. En este caso, Marruecos. Ello ha conducido a la aceleraci¨®n de nuevas tensiones militares (ofensiva del Polisario en Um Draiga, 16 de septiembre) y pol¨ªticas (reafirmaci¨®n de la solidaridad del FLN argelino con el Ejecutivo saharaui, 25 de septiembre). Movimientos l¨®gicos tanto para tomar posiciones electorales como para advertir a los incautos que entendieron el af¨¢n del Gran Magreb (Conferencia de Argel, 7-10 de junio) como el est¨ªmulo decisivo de la traici¨®n inexistente del presidente Chadli Benyedid.
El refer¨¦ndum se presenta entonces como lo que siempre fue: una circunstancia, nunca una voluntad. Pero aqu¨ª es donde reside la paz: esto es, las negociaciones directas entre las partes, habida cuenta del da?o irreparable para quien saliera derrotado de la temible prueba del s¨ª o del no (independencia o integraci¨®n con Marruecos).
Por eso el proyecto de Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar goza tanto de transparencia como de fragilidad. Es s¨®lo un cristal, pero puede ser un espejo. Aquel en el que se contemple la seguridad de dos inestabilidades: el Estado saharaui y el r¨¦gimen marroqu¨ª.
Elementos de distorsi¨®n
Aceptado el principio del refer¨¦ndum y su base com¨²n de partida en el censo espa?ol de 1974, lo que evidencia el cansancio de las partes (Rabat siempre se opuso a lo primero y Tinduf a lo segundo), los elementos de distorsi¨®n que permanecen son:
a) Negaci¨®n del di¨¢logo directo entre ambos Gobiernos (Tinduf no existe oficialmente para Rabat) y del establecimiento de comisiones para discutir los segundos l¨ªmites del acuerdo inicial conseguido en un largo peregrinaje de encuentros encubiertos (Riad, Lisboa, Canarias) y concluidos en Ginebra.
b) Renuncia formal de la RASI) al derecho (reconocido por 73 pa¨ªses) de poseer identidad como Estado (la definici¨®n marroqu¨ª de "una comunidad sin sello ni bandera"). La federalizaci¨®n del problema s¨®lo as¨ª ser¨ªa aceptada por Rabat, pero "eso no ser¨¢ discutible jam¨¢s", seg¨²n el Ejecutivo saharaui.
c) Retirada escalonada de los efectivos militares y administrativos marroqu¨ªes para proceder a una honestidad en la consulta. Correcto desde un punto de vista moral, pero ut¨®pico dada la comprometida palabra marroqu¨ª y la solidez de su jerarqu¨ªa sobre el terreno. Una cesi¨®n significativa de Rabat en lo militar (de 135.000 hombres a ?25.000?, concentrados en sus bases principales) y en lo institucional (delegado general de la ONU pon plenos poderes de arbitraje) es s¨®lo una hip¨®tesis intelectual
d) Traslado de la poblaci¨®n saharaui exiliada en Argelia y Mauritania y admitida con derecho a voto tras una laboriosa identificaci¨®n (tribu por tribu, fracci¨®n por fracci¨®n, familia por familia) hacia sus n¨²cleos de asentamiento anteriores al ¨¦xodo de diciembre de 1975-marzo de 1976 (entrada en masa de los efectivos marroqu¨ªes). Admirable como documental cinematogr¨¢fico pero insostenible como posibilidad negociada. Si fuese s¨ª (integraci¨®n), ?se quedar¨ªan los que votaron en contra? Y si es el no (independencia), ?un segundo exilio de los promarroqu¨ªes no propiciar¨ªa una segunda intervenci¨®n de Rabat?
Marruecos ha realizado un esfuerzo descomunal para edificar en el S¨¢hara una imagen nueva del poder alau¨ª, equipar¨¢ndolo a la divisa ancestral del megarbi (marroqu¨ª): generosidad, tolerancia, cortes¨ªa (se echa en falta la proverbial sobriedad, pero la presi¨®n publicitaria lo impide). Con ellas va la riqueza (casa, trabajo, escuela), como antes el agua con los pastos en el Paleol¨ªtico sahariano. Y aunque sea la calderilla de los m¨¢s bajos la fortuna de los menos, el caso es que todos viven. Para un pueblo acostumbrado a la indiferencia a ratos caritativa del esbaniuli (espa?ol), el cambio lleva directamente al asombro, dada la transformaci¨®n del ocupante de soldado en mercader. La guerra siempre baid gidd¨¢n (muy lejos), lo pragm¨¢tico es ley. Llueve (dinero y seguridad), luego existimos.
El Polisario se limita a aplicar lo militar como ejemplo (vivir en los 27 campamentos de Tinduf es ya de por s¨ª una batalla), pero nunca como cultura. ?Consideramos fan¨¢ticos a los r¨¦sisants franceses de 1944 o a los independentistas americanos de 1776 o 1810 Pod¨ªan haber declarado la jihad (guerra santa), igual que los senu¨ªes libios en 1911-1925 contra la Italia fascista o los seguidores de Ma el Ainin, el ¨²ltimo sant¨®n (fundador de Smara, 1898) y caudillo que se alz¨® en armas contra los franceses en 1909, como despu¨¦s lo hiciera su hijo Ahmed el Heiba en 1912 contra el Majzen (gobierno central) marroqu¨ª. Se ha optado por el abecedario y la llave inglesa en lugar de amenazar con el exterminio, lo que me parece admirable. Sin embargo, las deserciones aumentan como obviedad (la gloria no basta como alimento y el esfuerzo no tiene fin).
Tres equipos trabajan denodadarnente en el laboratorio sahariano-magreb¨ª: un partido-naci¨®n (FLN), un Gobierno-Asamblea (RASD) y un hombre-Estado (Hassan 11). La primera encara con dolor su reconversi¨®n ¨ªdeol¨®gico-institucional; la segunda se encuentra en pleno combate, la revoluci¨®n confirmada y, sin embargo, esc¨¦ptica, la tercera presenta un complejo l¨ªquido ¨¦tnico-religioso, pol¨ªtico-militar y socioecon¨®mico sin alteraciones visibles; su revoluci¨®n, un enigma al no haber existido (lo que puede provocar una combusti¨®n breve y brutal y de mayor alcance que la argelina).
En cuanto a Espa?a, practicamos la diplomacia de la palmadita a tres bandas, con lo que recibimos la suspicacia de Rabat, el desd¨¦n de Argel y la frustraci¨®n de Tinduf. Pero habr¨¢ que admitir que el simple hecho de la aceptaci¨®n por parte de Marruecos del hipot¨¦tico refer¨¦ndum presupone un reconocimiento de facto de la realidad saharaui. Por ello los buenos deseos del ministro Ord¨®?ez en Naciones Unidas (1 de octubre) hacia el fondo de la cuesti¨®n se ven hu¨¦rfanos de sinceridad, es decir, de eficacia. La reapertura de la delegaci¨®n saharaui en Madrid facilitar¨ªa el entendimiento del problema, y a la par que asentar¨ªa una racional triangulaci¨®n del proceso (Rabat-Madrid-Argel), solucionar¨ªa cuestiones bilaterales crispadas, como la ubicaci¨®n estrat¨¦gica (para nada) de los exiliados etarras en Argelia. Seamos honestos con la raz¨®n (por los dem¨¢s y por nosotros mismos). Eso nos llevar¨¢ a hablar claramente con Marruecos sobre Ceuta y Melilla, otro proceso tan irreversible como el primero aqu¨ª expuesto. es historiador, investigador y especialista en temas militares.
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