Salvapatrias
HABIENDO SIDO v¨ªctima de dos atentados fallidos y de varias amenazas ultras, las llamadas que advert¨ªan de que Ferm¨ªn Urtizberea -concejal de Hondarribia por Herri Batasuna que permaneci¨® tres d¨ªas desaparecido- hab¨ªa sido asesinado eran lo suficientemente veros¨ªmiles como para suscitar seria preocupaci¨®n. Por ello, su aparici¨®n con vida ha sido acogida con alivio por quienes desean un futuro de convivencia civilizada en Euskadi y, m¨¢s que probablemente, con disgusto por quienes atisban con esperanza cualquier s¨ªntoma que pueda indicar un futuro de enfrentamiento civil.Los matones que han secuestrado y torturado a Urtizberea durante tres d¨ªas han elegido para firmar su acci¨®n unas siglas que incluyen la palabra antiterrorista. Nada puede en estos momentos resultar m¨¢s estimulante para los terroristas, a la b¨²squeda desesperada de nuevos motivos para su escalada de cr¨ªmenes, que la aparici¨®n de otros salvapatrias dispuestos, como ellos, a secuestrar, torturar y asesinar. La sociedad vasca est¨¢ superando trabajosamente el clima de amedrentamiento impuesto de forma permanente por ETA. Ha sido decisiva para ello la actitud de las fuerzas democr¨¢ticas, que acaban de reiterar su negativa a reconocer cualquier legitimidad a quienes se atribuyen el derecho a matar en nombre de la patria vasca. Esta actitud ha cambiado radicalmente el escenario pol¨ªtico vasco en los ¨²ltimos meses, cortando la hierba bajo los pies de los violentos. Pues bien: como ha ocurrido en ocasiones anteriores, es el momento elegido por estos salvadores de pacotilla para intentar desviar la atenci¨®n de la poblaci¨®n hacia el enfrentamiento entre bandas rivales, cargar las bater¨ªas de los que secuestraron a Revilla, diluir el clima de rechazo a los violentos y quebrar el frente democr¨¢tico mediante la provocaci¨®n.
El Partido Nacionalista Vasco ha llamado la atenci¨®n sobre los efectos que una resurrecci¨®n de episodios de guerra sucia podr¨ªa tener sobre la sociedad vasca en estos momentos. En primer lugar, el de destruir aquellos principios "que nos dan legitimidad para condenar a los violentos". Deso¨ªr esta advertencia ser¨ªa insensato y revelar¨ªa grave desconocimiento de los sutiles hilos de que depende la convivencia en Euskadi. Hay suficientes experiencias para temer que pueda desandarse en una semana lo que ha costado a?os avanzar.
Pero no se trata ¨²nicamente de una cuesti¨®n de oportunidad. Incluso si se demostrase que acciones como el secuestro del concejal de Hondarribia pudieran ser inmediatamente eficaces desde cualquier punto de vista, la condena deber¨ªa ser la misma. Y ello porque de nada servir¨ªa debilitar las filas de los terroristas si el precio a pagar fuera que los valores por ellos proclamados -el desprecio a la vida, la exaltaci¨®n de la fuerza- llegasen a ser aceptados por la sociedad. ?se es precisamente el objetivo ¨²ltimo de los que colocaron la bomba de Hipercor o asesinaron a Yoyes.
Por lo dem¨¢s, la reacci¨®n de los militantes y simpatizantes de Herri Batasuna que atacaron violentamente al alcalde y concejales de Hondarribia que no secundaron la moci¨®n por ellos presentada, que destrozaron autobuses p¨²blicos y provocaron otros desmanes en protesta por el secuestro de su concejal, revela la doble moral de un partido que nada tuvo que decir ante los cad¨¢veres de las ni?as, hijas de guardias civiles, destrozadas por una bomba en Zaragoza. Los cr¨ªmenes lo son independientemente de quien los firme. Y tan despreciables son los cometidos en nombre de la patria vasca como los reivindicados evocando el nombre de Espa?a.
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