Una din¨¢mica peligrosa
El conflicto actual entre el Gobierno y el partido socialista, de un lado, y las centrales sindicales, de otro, tiene un car¨¢cter pol¨ªtico evidente. En esto coinciden el Gobierno, la oposici¨®n y la Prensa. Los objetivos declarados de tipo sindical pasan a un segundo plano ante los objetivos pol¨ªticos, no declarados -o incluso negados- pero f¨¢cilmente identificables en cuanto se analiza m¨ªnimamente la estrategia de ambas centrales.Lo primero que salta a la vista es el importante papel que en dicha estrategia desempe?a el tipo de relaci¨®n existente entre cada central y el partido pol¨ªtico al que est¨¢ vinculada. Mientras entre UGT y el partido socialista existen serias divergencias, no s¨®lo pol¨ªticas sino ideol¨®gicas, entre Comisiones Obreras y el partido comunista hay una estrategia com¨²n. No hace falta recurrir a ninguna interpretaci¨®n conspirativa de la historia para comprender que esa diferencia proporciona a Comisiones Obreras una situaci¨®n pol¨ªticamente ventajosa en su actual alianza con UGT y coloca a esta ¨²ltima en una situaci¨®n de seguidismo. M¨¢s all¨¢ de las intenciones se impone la l¨®gica misma de las cosas, derivada de la din¨¢mica del conflicto, que aproxima cada vez m¨¢s su contenido pol¨ªtico a los objetivos estrat¨¦gicos de Comisiones Obreras. Se refleja de modo creciente en las formas de lucha adoptadas -huelga general- y en el lenguaje agresivamente antigubernamental de la operaci¨®n, aunque la direcci¨®n de CC OO haya hecho concesiones de poca monta, como decir paro en lugar de huelga. Pero, en la calle, los manifestantes llaman a las cosas por su nombre: huelga general. Para ser del todo exactos habr¨ªa que decir: huelga general pol¨ªtica.
No es ning¨²n secreto que la estrategia pol¨ªtica com¨²n de Comisiones Obreras y del partido comunista tiene como objetivo fundamental crear una alternativa de izquierda al partido socialista. Con la peculiaridad de que en este proyecto el papel principal lo desempe?a el sindicato y no el partido, dado que el proceso de autodestrucci¨®n de este ¨²ltimo -a¨²n no terminado- lo ha convertido en una fuerza pol¨ªtica marginal. Lo que le queda como instrumento real, capaz de influir eficazmente en la situaci¨®n pol¨ªtica, es su posici¨®n dirigente en Comisiones Obreras. En jugar a fondo esta carta ve la posibilidad principal, si no ¨²nica, de crear condiciones m¨¢s favorables para su recuperaci¨®n como partido. Y la juega a fondo en todos los terrenos, no s¨®lo en el de la pol¨ªtica econ¨®mica, con el objetivo evidente de capitalizar luego los resultados en el plano electoral. Es justamente la proximidad de importantes confrontaciones electorales lo que da mayor relieve pol¨ªtico al actual desaf¨ªo sindical. Todo lo cual es perfectamente l¨®gico y leg¨ªtimo para una fuerza de oposici¨®n. Debe reconocerse adem¨¢s que la direcci¨®n comunista de Comisiones Obreras est¨¢ dando pruebas, sobre todo despu¨¦s del relevo de Camacho, de inteligencia pol¨ªtica. Ha sabido utilizar h¨¢bilmente, con estilo leninista, las divergencias pol¨ªticas e ideol¨®gicas entre UGT y el partido socialista.
La actual direcci¨®n de UGT, por su parte, persigue objetivos estrat¨¦gico-pol¨ªticos, que en principio son diferentes de los de CC OO-PCE. A juzgar por sus declaraciones, lo que se propone es modificar radicalmente la pol¨ªtica econ¨®mico- social del Gobierno, pero no s¨®lo; se propone tambi¨¦n rectificar lo que considera una desviaci¨®n ideol¨®gica -una derechizaci¨®n ideol¨®gica- del partido socialista y modificar en consecuencia su pol¨ªtica en otros aspectos adem¨¢s del econ¨®mico. Pero, a diferencia de la direcci¨®n comunista de CC OO, su objetivo estrat¨¦gico no es desbancar al partido socialista del poder, sino enderezar al partido y cambiar la composici¨®n y orientaci¨®n del Gobierno para realizar otra pol¨ªtica con otras inspiraciones ideol¨®gicas.
Sin entrar, de momento, en la valoraci¨®n de tales prop¨®sitos, es de gran inter¨¦s preguntarse si tienen alguna posibilidad de prevalecer. A primera vista parece totalmente imposible. En primer lugar, porque el Gobierno y el partido socialista est¨¢n firmemente convencidos -y, a mi juicio, es un convencimiento s¨®lidamente respaldado por los hechos- de que su pol¨ªtica es la m¨¢s apropiada a la situaci¨®n espa?ola y la m¨¢s favorable para la mayor¨ªa de nuestra sociedad, incluidos los sectores m¨¢s desfavorecidos. En segundo lugar, porque el Gobierno y su pol¨ªtica, hoy por hoy, est¨¢n respaldados democr¨¢ticamente por la mayor¨ªa del pa¨ªs, como muestran los sondeos de opini¨®n. No parece previsible que los m¨¦todos escogidos por las centrales sindicales para enfrentarse con el Gobierno modifiquen a su favor esta opini¨®n mayoritaria; m¨¢s bien puede ocurrir todo lo contrario.
Tampoco es previsible que la posici¨®n adoptada por UGT modifique a su favor la actual orientaci¨®n del partido socialista, ampliamente respaldada en sus congresos. M¨¢s probable es que le proporcione al partido razones suplementarias de que est¨¢ en lo justo, am¨¦n de impulsarle, frente a un riesgo evidente de divisi¨®n interna, a cerrar filas y fortalecer su cohesi¨®n. Al fin y al cabo, como bien ha dicho Ram¨®n Rubial, antes se es socialista que sindicalista, puesto que lo primero es expresi¨®n de una posici¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica global, mientras lo segundo se circunscribe a la defensa de unos intereses clasistas o sectoriales. La idea de que esta defensa coincide siempre con los intereses generales, incluidos los de los miembros de la clase o sector en cuesti¨®n, ha sido suficientemente desmentida por la historia, desde el Manifiesto Comunista hasta nuestros d¨ªas.
Pero la inviabilidad pr¨¢ctica de los objetivos estrat¨¦gicos que se plantea la actual direcci¨®n ugetista no significa que su actitud no pueda tener importantes consecuencias de car¨¢cter pol¨ªtico. Podr¨ªa quebrantar en cierta medida la actual mayor¨ªa social y electoral del Gobierno, aunque no fuera en sentido cuantitativo, por desgajar de ella a n¨²cleos que desempe?an un papel importante en la esfera de la producci¨®n y en el de la conciencia social. Podr¨ªa tambi¨¦n agudizar las diferencias internas en el partido socialista, aunque por otra parte contribuyera a cohesionar la gran mayor¨ªa que dentro de ¨¦l apoya su actual orientaci¨®n.
En definitiva, esos posibles efectos del desaf¨ªo lanzado por UGT al Gobierno y al partido socialista no contribuir¨ªan, sino todo lo contrario, a la consecuci¨®n de los objetivos estrat¨¦gicos, que parecen ser los de la direcci¨®n ugetista (izquierdizar al partido y al Gobierno). En cambio es evidente que pueden facilitar -sobre todo si la din¨¢mica iniciada sigue adelante- los objetivos estrat¨¦gicos de sus aliados. Los dirigentes m¨¢s realistas del PCE-CC OO saben que una alternativa de izquierda al PSOE s¨®lo puede ir m¨¢s all¨¢ de la fantasmal ficci¨®n que es Izquierda Unida si una determinada fracci¨®n de la actual base social del Gobierno y una fracci¨®n del propio PSOE aceptan una alianza pol¨ªtica con la izquierda comunista. El riesgo de la presente din¨¢mica es que la direcci¨®n ugetista, los sectores que la apoyan dentro del aparato sindical, parte de su base social, se vean arrastrados a una opci¨®n que inicialmente no entraba en sus c¨¢lculos. Si adem¨¢s de la din¨¢mica pol¨ªtica tenemos en cuenta que en el plano ideol¨®gico se est¨¢n produciendo aproximaciones en parte ya existentes y en parte fomentadas por dicha din¨¢mica-, la importancia de semejante riesgo no debe minimizarse.
Pero hay otro aspecto de no menor relevancia: aunque CC OO-PCE sacaran algunas ventajas de esta prueba, ?ser¨ªan los principales beneficiarios? Hay motivos para pensar que un hipot¨¦tico quebrantamiento del Gobierno y del partido socialista, dentro del actual contexto pol¨ªtico, favorecer¨ªa ante todo los esfuerzos de reagrupamiento y reconversi¨®n ideol¨®gica que est¨¢n haciendo las fuerzas de centro y derecha. Aunque en una escala mucho menor -la situaci¨®n espa?ola es radicalmente distinta-, podr¨ªa repetirse la desgraciada experiencia de los sindicatos ingleses, que con una estrategia de radicalizaci¨®n clasista contribuyeron a la derrota electoral del Gobierno laborista y al comienzo de la era Thatcher. Aqu¨ª, repetimos, tal hip¨®tesis parece impensable. Pero una cierta ayuda objetiva a la revigorizaci¨®n del centro-derecha s¨ª es posible.
Hay algo inexplicable -o s¨®lo explicable por las razones pol¨ªticas m¨¢s arriba expuestas- en la estrategia de CC OO-UGT. Desde hace a?o y medio, como recuerda reiteradamente Felipe Gonz¨¢lez, la oferta de negociaci¨®n por parte del Gobierno es permanente, y no s¨®lo de tal o cual aspecto parcial, sino del conjunto de la pol¨ªtica econ¨®mico-social. Es m¨¢s, el Gobierno, apoyandose en el mejoramiento de la econom¨ªa, ha iniciado en la pr¨¢ctica el giro social que reclamaban los sindicatos. ?Por qu¨¦ responder a esos ofrecimientos y a esos hechos con una estrategia de radicalizaci¨®n creciente? A m¨ª me recuerda una vieja t¨¢ctica del partido al que pertenec¨ª mucho tiempo: hay que agudizar las contradicciones del capitalismo porque as¨ª se acelerar¨¢ su crisis, se favorecer¨¢ la toma de conciencia de los explotados y ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil desenmascarar a los jefes socialdem¨®cratas traidores, convertidos en gestores de la burgues¨ªa. Cuanto peor, mejor.
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