Este es su Terenci
M¨¢s estrellas que en el cielo, promet¨ªan los avances ofrecidos en d¨ªas pasados por TVE para promover el nuevo espacio de entrevistas de Terenci Moix, y, s¨ª, la cosa comenz¨® con el list¨®n celestial muy alto, porque el habil¨ªsimo, travieso y suavemente perverso escritor-presentador, con un look de lo m¨¢s falsamente inocente y un peinado de lo m¨¢s deliberadamente juvenil, introdujo su espacio sentado nada menos que sobre el regazo de Dios padre, al que defini¨® como "alguien realmente tope".
Tras los proleg¨®menos, sin embargo, M¨¢s estrellas que en el cielo descendi¨® un tanto de los niveles divinos -el Divino Hacedor y el divino Terenci- y se estabiliz¨® a la m¨¢s modesta altitud de un programa televisivo en rodaje. El invento tuvo en su haber la inequ¨ªvoca habilidad, el considerable talento y el fino -y ocasionalmente corrosivo- humor de Terenci, tan veterano en las lides del desenfado televisivo como ducho en mitolog¨ªa y antropolog¨ªa egipcia o erudito en el especializado campo de las pel¨ªculas de romanos.
Todo eso se confirma como una de las ventajas de salida del espacio que sustituye a El perro verde en la noche de los mi¨¦rcoles. Otra ventaja fue la lujosa escenografia, m¨¢s digna de un m¨ªtico cruce entre la sala hipostila de Karnak y las termas de Caracalla que de un plat¨® televisivo, aunque, bien pensado, el ambiente de cart¨®n piedra e ilusi¨®n cibern¨¦tica que Terenci ha ideado como firmamento de sus estrellas recuerda m¨¢s bien el niortecino esplendor de los Ptoloffleo.
Entre tanta columna, tanto atleta en escorzo y tanta esfinge Nuevo Imperio electr¨®nicamente generada y con gui?o incorporado, uno esperaba ver aparecer a Elizabeth Taylor / Cleopatra, sensualmente tendida sobre un triclinium, y a Terenci de pretor romano en esforzada imitaci¨®n de Richard Burton. Pero no; en lugar de Burton apareci¨® un mu?eco deGary Cooper que recordaba m¨¢s a un espantajo que al protagonista de S¨®lo ante elpeligro, y en lugar de la Taylor, sali¨® Concha Velasco, vestida de finales de siglo XX, pero en mucha mejor forma que la estrella anglosajona, lo que la ex chica ye-ye se encarg¨® de demostrar al respetable con profusas y muy estudiadas exhibiciones de unas piernas s¨®lo calificables de espl¨¦ndidas.Pero un fantasma plane¨®, ?ay!, durante todo el programa por el coliseo terenciano, y no se trataba precisamente de Celia G¨¢mez, muy alerta y a¨²n llena de simpat¨ªa a sus probables ochenta a?os, ni tampoco de Tony Leblanc, mucho mas articulado de lo que permit¨ªan suponer los rumores sobre su salud y con un humor menos indigesto que el de sus a?os de gloria, all¨¢ en el tardofranquismo. El fantasma que agriet¨® un tanto la columnata romano-egipcia de M¨¢s estrellas que en el cielo fue el de Federico Gallo y su inefable Esta es su vida, uno de los espacios de mayor audiencia de la televisi¨®n hisp¨¢nica de los a?os sesenta.
No qued¨® claro si Terenci Moix llevaba una carpeta igual que la de Gallo por casualidad o por ganas de hacer un gui?o m¨¢s, como los de las esfinges Nuevo Imperio, o como los que ¨¦l mismo prodig¨® -siempre juguet¨®n- a lo largo de la velada. Otro gui?o casual fue la musiquilla de cuando aparec¨ªan los invitados, muy parecida, si no igual, que la del a?ejo programa. Pero donde se le descontrolaron las cosas a Terenci -o a Lo que Yo Te Diga, el colectivo de guionistas- fue en las repetidas alusiones a las almibaradas entrevistas- semblanza que poblaron las pantallas hace veinte a?os .
La f¨®rmula del programa, con todo, es v¨¢lida: "La memoria, la fantas¨ªa, la quimera de mis personajes, pueden ser las de usted". Y Terenci es lo bastante l¨²cido como para no tomar Esta es su vida m¨¢s que como alusi¨®n circunstancial y muy probablemente ir¨®nica.
Una inc¨®gnita final
Por lo dem¨¢s, la transici¨®n entre una y otra entrevista, entre Concha Velasco, Celia G¨¢mez, Carmen Mart¨ªn Gaite y Tony Leblanc, fue encomiablemente suave y, por encima de todo, como el coloso de Tebas, estaba Terenci con sus gui?os, sus posturas, sus apartes irreverentes y su permanente equ¨ªvoco transgresor.M¨¢s que Esta es su vida, pod¨ªa pensar el espectador, el programa podr¨ªa llamarse Este es su Terenci. Y al final, s¨®lo una inc¨®gnita: ?cu¨¢nto tardar¨¢ Terenci en llevar a su palacio romano-egipcio a Sara Montiel y Montserrat Caball¨¦, las dos grandes divas de sus fascinaciones?
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