El abandono de nuestra lengua
M¨¢s de una vez y m¨¢s de dos he podido percibir durante los ¨²ltimos a?os la sorpresa y casi escandalizada perplejidad, apenas disimulada por la cortes¨ªa, que, en visitantes hispanoamericanos de paso por Espa?a produce el abandono en que ahora se tiene a nuestra lengua com¨²n en esta Pen¨ªnsula desde donde hubo de irradiar, pronto har¨¢ cinco siglos, hasta propagarse por el resto del mundo. Las baladronadas puerilmente ret¨®ricas de tiempos no lejanos a cuenta de la entonces proclamada "lengua del imperio", en combinaci¨®n con la pr¨¢ctica desidia de siempre, han dado origen sin duda a esta pasividad oficial, cuando, por motivos en s¨ª mismos muy leg¨ªtimos pero potenciados por sentimientos de revancha en abusiva exageraci¨®n, otras lenguas peninsulares de ¨¢mbito local son promovidas, cultivadas, incluso inventadas, y oficialmente impuestas por algunos organismos de gobierno aut¨®nomo.Dejando aparte esta chocante situaci¨®n, contra la que tal vez reaccionen pronto las generaciones inmediatas perjudicadas en su formaci¨®n por la estrechez nacionalista de sus progenitores, es lo cierto que el Estado espa?ol, en contraste con el de otros pa¨ªses europeos, en particular Francia y tambi¨¦n Alemania, incumple lamentablemente su deber de afirmar en el mundo exterior, y no s¨®lo en el propio suelo, la peculiaridad cultural expresada en la comunidad del idioma. Tampoco los Estados de los pa¨ªses hispanoamericanos llevan a cabo nada en tal sentido, pero esto no puede servir de disculpa, tanto m¨¢s cuanto que por razones hist¨®ricas corresponde al espa?ol la principal tarea, y de ¨¦l se espera la iniciativa.
Ignorancia de lo espa?ol
Esper¨¢ndola estamos todos desde siempre. Mucho se queja la gente al descubrir la ignorancia que respecto de lo espa?ol domina en el extranjero. Yo mismo destacaba hace poco tiempo en un art¨ªculo que titul¨¦ Omitidos e ignorados las indignadas diatribas de Pedro Salinas en uno de sus viejos ensayos ahora coleccionados en libro, y corroboraba con ejemplos recientes la experiencia suya de entonces, tratando de explicar el hecho en raz¨®n de las relaciones de poder en el orden internacional. Quiz¨¢ la p¨¦rdida de la preeminencia pol¨ªtica de Espa?a -suger¨ªa yo- sea la causa de que, por caso, su literatura y su lengua, imperiales un d¨ªa, es decir, aprendidas y admiradas fuera y en todas partes, hayan sido tan desconocidas luego; y tambi¨¦n, qui¨¦n sabe, causa de nuestra, negligencia misma en cuanto a su promoci¨®n. De ser as¨ª, la nueva presencia activa de Espa?a en el mundo puede ir cambiando tan lamentable situaci¨®n; puede hacer que de aqu¨ª en adelante las miradas del mundo se vuelvan hacia lo espa?ol, no va como objeto de pintoresca curiosidad, sino en su calidad de valores actuales; y puede dar lugar tambi¨¦n a que, al mismo tiempo, las instancias oficiales pongan en pr¨¢ctica una pol¨ªtica de difasi¨®n cultural an¨¢loga a la que con tan probada eficacia desarrollan fuera de sus fronteras los Estados de otros pa¨ªses.
?Cabr¨¢ esperar que de aqu¨ª en adelante se procure poner remedio a tanta deficiencia? Claro est¨¢ que si as¨ª fuese no bastar¨ªa con crear los acreditados modelos del Liceo fraic¨¦s o del Instituto Goethe alem¨¢n, sino que deber¨ªan entrar en juego adem¨¢s los varios recursos de la nueva tecnolog¨ªa, que prestan a la oferta cultural una atractiva vivacidad en contraste con los desmayados est¨ªmulos tradicionales.
Y algo semejante habr¨ªa que postular por cuanto se refiere a la defensa de la lengua espa?ola dentro de Espa?a misma. Hemos pasado ya -?o acaso el deseo me enga?a?-; en fin, creo que estamos pasando ya el sarampi¨®n de necedades a que diera lugar la sana reacci¨®n democr¨¢tica contra los excesos del r¨¦gimen franquista a partir de la transici¨®n, y me parece que empezamos a darnos cuenta de que es ya intolerable la degradaci¨®n a que la lengua espa?ola est¨¢ siendo sometida. Y no me refiero tan s¨®lo a los intentos de eliminarla de terrenos donde naturalmente se habla y de los que se la quiere expulsar, sino tambi¨¦n al abandono en que se encuentra por parte de quienes debieran cuidar de su uso correcto. Verdad es que el deterioro del lenguaje no es cosa exclusiva de Espa?a; es fen¨®meno universal, que sin duda responde a las enormes mutaciones experimentadas por la sociedad en el presente siglo.
La suprema instancia en la materia, cuyo criterio se respetaba y acataba en esta Pen¨ªnsula y a¨²n m¨¢s en la Am¨¦rica Latina, era la Real Academia Espa?ola privada hoy de los recursos indispensables para desarrollar una labor que, si pudiera cumplirse debidamente, le permitir¨ªa, entre otras cosas, conectar con los grandes medios de comunicaci¨®n, ofreci¨¦ndoles su asesoramiento y ejerciendo de un modo eficaz la cr¨ªtica, lo cual significa tanto como establecer el contacto con la sociedad, tal cual esta sociedad ha llegado a ser actualmente. Mucho es lo que est¨¢ por hacer en defensa del idioma, y proveer a la Academia de dichos recursos ser¨ªa una de las cosas m¨¢s importantes, pues las instituciones tradicionales pueden renovarse sin perder su car¨¢cter, reuniendo as¨ª al prestigio de una venerables antig¨¹edad de siglos la ¨¢gil y din¨¢mica funcionalidad moderna.
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