Las tentaciones del zar
El l¨ªder sovi¨¦tico, dispuesto a dejarse seducir por los encantos de la ciudad de los rascacielos
Mijail Gorbachov, el nuevo zar rojo, no s¨®lo no quiere enterrar al capitalismo sino que est¨¢ dispuesto a beberse, en 72 horas de estancia en la meca del dinero y la libre empresa, todo lo que pueda ofrecerle Nueva York. S¨®lo ha dicho que no a una proyectada visita a un apartamento de 19 millones de d¨®lares, con piscina incluida, en la Quinta Avenida. Han pasado 28 a?os desde que un pat¨¢n campesino llamado Nikita Jruschov pegara un zapatazo en las Naciones Unidas y escribiera luego en sus memorias que "mi ¨²nica impresi¨®n de Nueva York fue la de una enorme y ruidosa ciudad con gran cantidad de letreros de ne¨®n y autom¨®viles, con humos de sus escapes que ahogaban a la gente". Pero parece que haya sido un siglo.
Gorbachov, bautizado ya como Gorby por los neoyorquinos, que viven tan r¨¢pido que no tienen tiempo para un nombre tan largo, se ha quitado las orejeras ideol¨®gicas de otros l¨ªderes del Kremlin y viaja al coraz¨®n del adversario acompa?ado por una esposa, Raisa, refinada y que no teme darle juego a su tarjeta de cr¨¦dito American Express. Una vez que ha declarado que la lucha de clases es una cosa del pasado, todo vale.Porque de lo que se trata, en la estrategia de este mago de la propaganda y de la imagen, no es s¨®lo de exponer la visi¨®n de su "nuevo mundo" ante las Naciones Unidas hoy a las once de la ma?ana. Esto s¨®lo es una excusa perfecta para cultivar a la opini¨®n p¨²blica norteamericana, a la que ya deslumbr¨® el pasado a?o en su visita a Washington, que ya casi no cree que el peligro venga del Este. Y adem¨¢s de hacer turismo, tendr¨¢ tiempo para recibir a banqueros, intelectuales y artistas, que Nueva York concentra en mayor medida que ninguna otra ciudad del mundo. Todo este esfuerzo es peque?o si sirve a la perestroika, necesitada de cr¨¦ditos convertibles, tecnolog¨ªa y una situaci¨®n internacional estable y predecible.
Lo primero que hizo Gorbachov tras llegar ayer tarde al aeropuerto Kennedy fue irse a descansar al edificio de ladrillo blanco, de 12 pisos, sede de la misi¨®n de la URSS ante las Naciones Unidas, en la calle 67 de Manhattan, que le servir¨¢ de hotel hasta el viernes, cuando volar¨¢ a Cuba. Y provocar lo que ya ha sido bautizado como gorbyatasco.
Gorby es ya el Santa Claus rojo en una ciudad inmersa en la org¨ªa de consumo navide?a. Bloomingdale's, un Corte Ingl¨¦s un poco m¨¢s lujoso, y el m¨¢s tradicional y modesto Macy's, est¨¢n peleando por tener hoy o ma?ana entre sus clientas a Raisa Gorbachov. La Embajada sovi¨¦tica ha hablado con los dos almacenes por si acaso la ex profesora de marxismo que aprecia las pieles, los perfumes y los brillantes, decide darse una vuelta y ver con sus ojos por qu¨¦ este pa¨ªs es el m¨¢s endeudado del mundo.
Raisa volver¨¢ a enfrentarse este mediod¨ªa, por ¨²ltima vez, con su rival Nancy Reagan, que ha dicho que no tiene tiempo en su agenda para acompa?arla por Manhattan. El esperado encuentro -todos los anteriores entre las primeras damas se saldaron con peleas visibles, egos frustrados y gestos descorteses- tendr¨¢ lugar en una comida que Marcela P¨¦rez de Cu¨¦llar, una elegante peruana esposa del secretario general de la ONU, Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, les ofrecer¨¢ en su lujosa residencia, frente al East River, de Sutton Place.
'Nyet' a Trump
Gorbachov ha dicho a ¨²ltima hora nyet a la invitaci¨®n del magnate Donald Trump, la quintaesencia del capitalismo, para visitar el edificio m¨¢s lujoso del mundo. Este tibur¨®n de la especulaci¨®n inmobiliaria, de 42 a?os, es el due?o de la Torre Trump, 68 pisos y un atrio de m¨¢rmol rosa que aloja a Cartier y a algunas de las tiendas m¨¢s lujosas de Nueva York. Trump, que advierte que "nuestras filosof¨ªas son muy diferentes" pero que est¨¢ en tratos para construir un hotel de lujo en Mosc¨², se ofreci¨® a mostrar a los Gorbachov su oficina sobre el Central Park, y alg¨²n apartamento de lujo. Pero al campe¨®n de la glasnost le ha parecido demasiado. En la torre, en la Quinta Avenida, residen Steven Spielberg y Andrew Lloyd Weber.
Los vagabundos ya han protestado, y en un intento de que el l¨ªder sovi¨¦tico vea tambi¨¦n la cara fea del capitalismo, han invitado a Gorby a visitarlos en una cocina popular, pero no se cree que el dirigente comunista realice ese gesto.
Despu¨¦s del almuerzo de hoy con Reagan y Bush en la Isla del Gobernador, frente a Manhattan, propiedad del Servicio de Guardacostas, donde viven 750 familias, los Gorbachov visitar¨¢n el Metropolitan Museum Of Art, el mayor de Estados Unidos.
Gorbachov asistir¨¢ a una recepci¨®n esta noche en la sede de la ONU, a la que acudir¨¢ el alcalde de la ciudad, el pintoresco Edward Koch, que le ha invitado a ver el Nueva York "real", un restaurante en Chinatown o uno italiano en Astoria. Koch asegura que Gorby, despu¨¦s de paladear la Gran Manzana, pedir¨¢ asilo en Estados Unidos. "Estoy dispuesto a llevarle a los barrios m¨¢s pobres; nuestro suburbios siguen siendo mejores que los suyos" , dice Koch.
Ma?ana jueves, los Gorbachov recorrer¨¢n una exposici¨®n comercial sovi¨¦tica en el centro de convenciones Javits, y luego har¨¢n turismo a 60 millas por hora. Mijail querr¨ªa visitar la Bolsa en Wall Street, el centro nervioso del capitalismo, pero parece que finalmente no lo har¨¢. S¨ª descender¨¢ hasta la punta de Manhattan para ver las torres, el rascacielos m¨¢s alto de la ciudad, del World Trade Center, y la estatua de la Libertad desde Battery Park. Y desfilar¨¢ por Broadway, Times Square, donde podr¨¢ ver los anuncios de los ¨²ltimos musicales -se ha especulado con su asistencia a una funci¨®n de Cats o de Los miserables- y de la porno a 25 centavos. Y si se fijan, sobre las salidas de aire caliente, ver¨¢n tumbados a los vagabundos sin hogar.
Por la tarde, Gorbachov recibir¨¢ a la viuda de John Kennedy, Jacqueline, y sus hijos Caroline y John, para, oficialmente, recordar el 25? aniversario de la firma del tratado de prohibici¨®n de pruebas nucleares. Pero lo que busca es una foto con la familia m¨¢s popular de Estados Unidos.
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