Recordatorio
Su Excelencia deber¨¢ soportar la osad¨ªa o impertinencia que supone el, superadas distancias y, tiempos, tomarle de pretexto para discurrirse, divertirse, deslizarse y desplazarse sobre la cuestionable mutaci¨®n humana o la constatable inmovilidad de lo variado.Va para 13 a?os y afortunadamente no se ha cumplido ninguno de los tristes presagios o hecho realidad las maldiciones de quienes hubieren querido parar el tiempo para acompasarlo al ritmo de su propio estancamiento mental, que les llev¨® hasta el extremo de ignorar que tambi¨¦n ellos envejec¨ªan y que a todos, al final del recodo, nos espera paciente la sorpresiva y fantasmal barca de Caronte.
Hubo, y a¨²n hay, porque quiz¨¢ no pod¨ªa ser de otra manera, momentos bien dram¨¢ticos y tr¨¢gicos dejando sus secuelas de dolor, de ese dolor a¨²n mayor cuanto m¨¢s gratuita, in¨²til y ves¨¢nica es la violencia sin fin y sin sentido, y ha habido tambi¨¦n el intento de escribir p¨¢ginas ¨¦picas que por la propia intenci¨®n del autor y la descompostura de sus representadores se han quedado m¨¢s en escenas esperp¨¦nticas y sainetescas, bufas y grotescas. Se convocaba al Quijote para acabar apareciendo como Don Mendo.
No intento molestarle ni faltarle al respeto e hist¨®rica consideraci¨®n que todos merecemos de forma parecida o perecida, traspasado el l¨ªmite del censo, pero debe V. E. saber que de no ser por el empecinamiento de algunos de los que compartimos el per¨ªodo, y estamos frecuentemente tentados a hacer de ¨¦l coloquial referencia, muchos de los hoy ocupantes del terru?o no guardan del entonces grata ni ingrata memoria. Y l¨®gicamente, en su ignorancia d¨¢seles tambi¨¦n una higa la enumeraci¨®n de las heroicidades y proezas que "la resistencia" a su poder pudiere haber supuesto para muchos de los que aspiraban, tambi¨¦n como V. E., a pasar pronta factura de su sacrificio y providencial entrega.
Me atrever¨ªa incluso a afirmar que el t¨ªtulo de resistentes se ha convertido en peyorativa adjetivaci¨®n, f¨ªjese por donde en esta nueva ¨¦poca.
La verdad es que no estuvo V. E. muy bien aconsejado, y por su propia preeminencia ¨¦rale exigible un mejor conocimiento de la naturaleza humana, y de haberlo disfrutado hubi¨¦ramos, todos, evit¨¢ndonos muchos disgustos.
Ah¨ª est¨¢n libres y campantes todos y cada uno de los demonios familiares, partidos, sindicatos, separadores y separatistas, divorcios, timbas y desnudos compartiendo ondas, canales y editoriales con desfiles, medallas, nombramientos de presidentes de honor y nominaciones de hijos adoptivos y preclaros, que por aquello de lo eterno de los tiempos s¨®lo han cambiado de recipiendarlos.
Atado, lo que se dice atado y bien atado no qued¨® el paquete, que con cierta tranquilidad desenvolvi¨®se, pero tampoco se ha desparramado su contenido. Los lacitos se desanudaron casi solos, cay¨®se la envoltura y echado a andar lo encerrado y sujeto, se le vio bien compacta do en lo esencial, que al fin y al cabo es lo que importa.
Estoy casi seguro de que cont¨¢base con ello, y si bien en algunos sitios han cambiado los r¨®tulos de sus calles, poco o nada han cambiado los modos y las clases de los moradores de las mismas y los de los perif¨¦ricos y protegidos barrios. Se han embaulado los viejos h¨¢bitos y uniformes, mas aunque sea con diferente indumentaria y terno se reproducen an¨¢logas galas y festejos, se cortan, como entonces, inaugurales cintas de inacabada, obras y se siguen mostrando con triunfal entusiasmo los proyectos que rara vez encarnan en trayectos.
Medallas, condecoraciones, ¨®rdenes, hermandades y cap¨ªtulos, de modernizada denominaci¨®n, premian y distinguen a los herederos y a los sesudos ide¨®logos que si antes discurr¨ªan en Pe?¨ªscola ahora han trasladado un poco m¨¢s abajo, a J¨¢vea, sus lucubraciones, con la id¨¦ntica intenci¨®n de conservar el uso y el disfrute del tinglado. Y como en aquellos irrecuperables tiempos, es hist¨®rico e hist¨¦rico todo suceso, por f¨²til que sea, que de la mano del poder emana.
Dicen las viejas sabias y proverbios que la mejor recompensa del maestro est¨¢ en la perpetuaci¨®n de su ense?anza en manos de pupilos y disc¨ªpulos, por lo que, de no haber alcanzado V. E. la tranquilidad final a todos debida, puede estar reconforta lo en la confianza de que muchos y muy valiosos seguidores y ¨¦mulos dej¨® a su partida, continuadores de su pol¨ªtica y fieles a su doctrina.
A ello obedece ver reproducido en los que en su d¨ªa fueron j¨®venes del Movimiento y son hoy la moderna clase pol¨ªtica, los antiguos modos, y si ha desaparecido el No-Do triunfal, se ha sustituido por el telediario hist¨®rico, con aut¨¦ntica finalidad y an¨¢loga ocultaci¨®n de todo lo que al Gobierno no conviene o incomoda; no se va a dar la Orden del Yugo y las Flechas, pero se concede selectivamente a los notables y sobresalientes la reci¨¦n creada Orden de la Constituci¨®n. Otra vez las ricas ni?as de los nuevos ricos presidir¨¢n juegos florales y entregar¨¢n amarillas ro sis, ahora a los yates del Felipisimo, y de nuevo se cerrar¨¢n filas prietas y marciales en defensa del sistema ante los rojos emboscados que manipulan las l¨®gicas insatisfacciones de los poco favorecidos e impacientes ciudadanos.
M¨¢s h¨¢biles que quienes aconsejaban a V. E. el presentarse como el defensor del Occidente, secular y cristiano, luz de la fe y espada del islam, sus herederos y ¨¢ulicos consejeros son hoy el paradigma y los mod¨¦licos vendedores del cambio inm¨®vil o de las transiciones sin trauma. Para no perder las viejas costumbres del pan y circo adocenante, se preparan por docenas prestigiosas conmemoraciones de olor imperial que dejen enhiesta la bandera de la colonizaci¨®n y de la raza.
Algunas peque?as an¨¦cdotas, de sucios negocietes pol¨ªticos o de socios pol¨ªticos en los negocios, no van a ensombrecer el triunfal panorama, y de todos es sabido que, cuando estas se ponen de manifiesto, son s¨®lo fruto de la demagogia de algunos maledicentes y lenguaraces ciudadanos que prefieren seguir las sendas de Quevedo y de Valle-Incl¨¢n en lugar de marchar guiados por el ejemplo de Pem¨¢n y del padre Coloma.
Su ej¨¦rcito siempre vencedor goza de la consideraci¨®n y del aplauso que en todos los numerosos desfiles militares tiene ocasi¨®n de percibir para su satisfacci¨®n y est¨ªmulo. Su Iglesia no ha visto mermada un ¨¢pice la posibilidad de desarrollo de su alta misi¨®n, bien al contrario, ha logrado, aunque se hable de boquilla de la separaci¨®n de Iglesia-Estado, seguir siendo la Iglesia del Estado, en un Estado que cada d¨ªa funciona m¨¢s como una iglesia. Y bajo el manto protector de alg¨²n que otro hombre providencial y l¨ªder carism¨¢tico, que al parecer s¨®lo ha de responder ante Dios y ante la Historia, mal que les pese a los eternos disconformes y agitadores financiados por el oro de Mosc¨², sigue siendo realidad la uni¨®n de las tierras y los hombres de Espa?a, pues cualquier intento de revolucionaria reforma agraria sigue caminando por el ordenado tr¨¢mite de la concentraci¨®n parcelaria.
Por ello, paz y hasta el a?o que viene.
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