Despu¨¦s del diluvio, ?que?
Despu¨¦s del diluvio -nuestra hermosa y renovadora huelga general-, el ramo de olivo de la esperanza, de la convivencia en paz, sobre unas bases nuevas, en la tierra fecundada por el limo de la inundaci¨®n y por ello descubierta como nueva.Despu¨¦s del diluvio, esta formidable prueba de responsabilidad, de independencia y de firmeza que nada ha destruido, sino que a tantos ha sabido despertar de su profunda modorra y claudicaci¨®n c¨ªvica y moral -pr¨¢cticamente no alterada desde 1939, desde hace 50 a?os-, s¨®lo hay una actitud, una respuesta coherente y esperanzadora: ponemos a crear, infatigablemente y contra viento y marea, una nueva moral colectiva, ciudadana, social, a la altura de la que nuestro pueblo merece, despu¨¦s de medio siglo de anestesia y degradaci¨®n.
Perdi¨¦ramos o gan¨¢ramos los que con cuerpo y alma hemos venido deseando la organizaci¨®n y el triunfo de este despertar social -sacudida el¨¦ctrica indispensable para evitar la muerte moral de este pa¨ªs-, un irrefrenable imperativo moral nos exig¨ªa contribuir, en la medida de nuestras fuerzas, no s¨®lo a recoger y recomponer los vidrios rotos dentro de nuestra grande, perturbada, pero, por fortuna, a¨²n no muerta familia socialista, sino tambi¨¦n a lanzar un grito de esperanza, una invocaci¨®n a la paz, un ardiente llamamiento a la construcci¨®n de un nuevo futuro espa?ol sobre la base de una nueva moral colectiva.
El poderoso mecanismo de alerta y de presi¨®n puesto en marcha por el movimiento obrero espa?ol -con un protagonismo esencial e innegable de la Uni¨®n General de Trabajadores, sin olvidar, por supuesto, el importante papel de las otras fuerzas sindicales- arranca, como unos y otros justamente han se?alado, de una huelga general que es m¨¢s, mucho m¨¢s que una confrontaci¨®n laboral, sindical o social.
Pero que es tambi¨¦n potencialmente m¨¢s, mucho m¨¢s que una confrontaci¨®n pol¨ªtica, sobre todo si se entiende esta palabra en un sentido partidista y coyuntural.
Llamamiento moral
Esta huelga ha sido, en efecto, o mejor, sigue siendo para quienes deseamos que sus efectos sean profundos y duraderos, un plante moral, un llamamiento moral, un aldabonazo moral, pero no s¨®lo a la puerta del Gobierno y de los poderes sociales a los que ¨¦ste sirve, sino tambi¨¦n y sobre todo a la puerta de cada uno de los ciudadanos, de cada uno de los hogares, de cada una de las conciencias espa?olas -y, perdon, de cada una de las autonom¨ªas- que navegan, por exigencias hist¨®ricas -lo sepan o no, lo quieran o no-, en nuestro mismo barco.
Los Gobiernos pasan, los pueblos quedan. El Gobierno actual -que en demasiados aspectos se ha ido haciendo, con prepotencia y petulancia, prolongaci¨®n del franquismo- durar¨¢ m¨¢s o menos -menos de lo que ¨¦l mismo piensa si no se "reclina socialmente" a tiempo-, pero eso no es lo que debe preocuparnos, porque el verdadero sujeto de la historia es el pueblo, y es nuestro pueblo el que tiene que saber aprovechar hoy con sabidur¨ªa esta valiente sacudida, que debemos esencialmente a N¨ªcol¨¢s Redondo y a su equipo, para no bajar ya m¨¢s la guardia y renovarnos moralmente y c¨ªvicamente de un modo radical.
Esa renovaci¨®n, a la que nuestro a¨²n querido partido socialista deber¨ªa haber consagrado en estos a?os lo mejor de sus energ¨ªas, malgastadas y desviadas al servicio de sus propios intereses partidistas y clientistas en favor de los m¨¢s voraces poderes sociales de su beautiful people, incluyen esencialmente los siguientes cambios:
Cambiar el desmesurado culto actual al dinero, al ¨¦xito f¨¢cil, a la prepotencia, por un profundo respeto colectivo a todo lo que en la sociedad merece ser respetado y protegido: el trabajo, el estudio, la creaci¨®n, el entorno natural, la calidad de vida, la ni?ez, la juventud, la mujer, la familia, la pobreza, el paro, la vejez y la enfermedad.
Cambiar el servilismo ante el poder, a todos los niveles, por una activa conciencia ciudadana de independencia, de resistencia y de libertad.
Cambiar nuestro individualismo ego¨ªsta, personalista y envidioso por un alto esp¨ªritu de solidaridad y colaboraci¨®n social.
Cambiar la falsa cultura, hoy dominante, de pura apariencia y espect¨¢culo, provinciana y ef¨ªmera, por un aut¨¦ntico esfuerzo de contribuci¨®n a la cultura universal, guiada por una exigencia cient¨ªfica, est¨¦tica y human¨ªstica.
Cambiar nuestro talante insolidario, agresivo y violento por un esp¨ªritu de convivencia, de tolerancia y de paz.
Ese ser¨ªa el gran mensaje de la huelga general, en v¨ªsperas del a?o nuevo de 1989, en que se cumplen los cincuenta a?os de una victoria franquista que a¨²n hemos de superar en sus consecuencias sociales.
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