Fuera de juego
SI LA hip¨®tesis de una disoluci¨®n inmediata dlel Parlamento seguida de elecciones llegase a verificarse, la derecha espa?ola ser¨ªa pillada una vez m¨¢s en renuncio. Mientras se mantenga el actual desario de los sindicatos al Gobierno, esa hip¨®tesis no podr¨¢ ser descartada, incluso admitiendo que Felipe Gorm¨¢lez desee sinceramente evitarla o atrasarla. En la medida en que ese adelanto puede depender de variables que el Ejecutivo no controla, la perspectiva de unas elecciones anticipadas ha entrado a formar parte del escenario pol¨ªtico. Sin embargo, a la derecha, cuyo ¨²nico programa se reduce desde hace a?os al expresado por la consigna "vamos a ganar las pr¨®ximas elecciones", la posibilidad de realizar su aspiraci¨®n le ha cogido entretenida en otros menesterel.Pero como no hay mal que por bien no venga, el presidente nacional de Alianza Popular, Antonio Hern¨¢ndez Mancha, la ha cogido al vuelo y se ha mostrado dispuesto a perdonar la vida a su contrincante en la pugna interna, Manuel Fraga. Pelillos a la mar, ha venido a decirle en una antol¨®gica carta, que el futuro es nuestro. Ya hab¨ªamos comprobado que la huelga general ofrec¨ªa m¨²ltiples posibilidades de uso, pero nadie imagin¨® que tambi¨¦n iba a servir para que el joven presidente aliancista intentase reengancharse al carro de los vencedores mediante el argumento de que "ha llegado el momento" de dar respuesta a lo que "la sociedad demanda de Manuel Fraga y Antonio Hern¨¢ndez Mancha". Firmado: Antonio Hern¨¢ndez Mancha.
?Y qu¨¦ es lo que la sociedad demanda, y que al parecer se ha puesto de relieve el d¨ªa 14? Pues nada menos que esto: "Que el Gobierno y la oposici¨®n cambien de rumbo". Ahora bien, puesto que la huelga era contra la pol¨ªtica econ¨®mica desarrollada por los socialistas, porque era considerada demasiado derechista -y esa acusaci¨®n era indirectamente corroborada por los dirigentes aliancistas, que comprend¨ªan las razones de los sindicatos-, habr¨¢ que suponer que lo que la sociedad demanda de AP es una alternativa pol¨ªtica menos conservadora que la representada por los socialistas. Y como esto es un absurdo, habr¨¢ que concluir que, desgraciadamente para Hern¨¢ndez Mancha, su partido no ha estado en manera alguna presente en la mente de los huelguistas del 14. Sencillamente, la oposici¨®n de derecha, guiada por el mismo oportunismo que presidi¨® su abstencionismo ante el refer¨¦ndum sobre la OTAN, ha quedado al margen y no ha sido tenida en cuenta ni, siquiera por los sectores sociales que ideol¨®gicamente se identifican con los valores y tradiciones que esa corriente representa.
Con o sin Fraga, el rearme pol¨ªtico de la derecha ser¨¢ dif¨ªcil sin una comprensi¨®n de los errores cometidos a lo largo de los ¨²ltimos a?os. El desconcierto de los potenciales electores conservadores no se superar¨¢ mientras el deseo de desalojar a los socialistas no se acompa?e con al menos un esbozo de propuesta alternativa. La mayor¨ªa de las intervenciones, en el Parlamento y fuera de ¨¦l, de los l¨ªderes aliancistas se orientan a descalificar a los actuales gobernantes, pero jam¨¢s se intenta una pedagog¨ªa capaz de ilustrar a la gente sobre las ventajas que obtendr¨ªa de ser gobernada por quien critica.
El debate de esta semana en el Parlamento sobre la huelga y sus consecuencias deber¨ªa servir para que los ciudadanos se enteren de cu¨¢les son las propuestas de AP (y del silente Su¨¢rez) en materia de pol¨ªtica econ¨®mica. Por ejemplo, si est¨¢n por o contra el Plan de Empleo Juvenil, a favor o no de subir los impuestos, si apoyan o no la ampliaci¨®n de la cobertura del desempleo, y en el primer caso, c¨®mo financiarlo, etc¨¦tera. Es posible que ello lleve a AP a reconocer que en este momento se encuentra fuera de la trayectoria de la ola principal levantada el d¨ªa 14. Pero parece dif¨ªcil que, con Mancha o con Fraga, con o sin Oreja en el cartel, la derecha pueda llegar a recobrar alg¨²n protagonismo en la vida pol¨ªtica nacional si sigue apunt¨¢ndose ciegamente a todo lo que se mueva, sea ello coherente o no con sus presupuestos ideol¨®gicos. Y ¨¦se es el verdadero dilema de la derecha.
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