Despues del ajuste, ?qu¨¦?
El debate econ¨®mico, parcial y frecuentemente de vuelo gallin¨¢ceo, se ha tornasolado de tintes dram¨¢ticos. La discusi¨®n sobre los presupuestos o sobre el empleo juvenil se ha desarrollado desde trincheras cerradas, lo que ha generado poca claridad sobre el peso de las razones esgrimidas. Para mayor desgracia, desde instancias gubernamentales se ha abusado del argumento seg¨²n el cual no existen verdaderas alternativas a la pol¨ªtica econ¨®mica practicada. Este aserto, que se ha convertido ya en h¨¢bito -a veces matizado por la versi¨®n de que el camino trazado constituye un mal menor-, ha generado por s¨ª mismo buena parte de la crispaci¨®n reciente. Y al cabo han renacido sobre antiguas cenizas remedos de las dos Espa?as, deslindadas ahora por un creciente abismo que separa a los convencidos de ser los nuevos propietarios de la racionalidad -que se reputa ¨²nica- de quienes se sienten humillados y ofendidos por la supuesta implacabilidad de la misma. As¨ª, quedaron arruinadas las propias bases del debate econ¨®mico y del di¨¢logo social, antes incluso de iniciarse, y se enfrentaron las actitudes hasta niveles no siempre correlativos con las posiciones de partida.Todo eso sucede justo cuando, cautiva y desarmada, la crisis econ¨®mica ha terminado. El ajuste realizado sobre la triple base de inmensos recursos oficiales, del juego del mercado y de la moderaci¨®n salarial ten¨ªa, pese al sacrificio general y a los costes pol¨ªticos para quienes lo encabezaron, una gran ventaja, la claridad y potencia del mensaje: ante la crisis hab¨ªa que apretarse el cintur¨®n para sanear las empresas y las grandes magnitudes de la econom¨ªa. Con la expansi¨®n hay que proponerlo y discutirlo todo de nuevo. La depresi¨®n es negra, pero la luz se intuye al final del t¨²nel. La expansi¨®n es luminosa, pero su luz es cegadora.
El examen de la historia reciente puede ayudarnos a elevar la pol¨¦mica p¨²blica m¨¢s all¨¢ de la vista de un murci¨¦lago y situarla tambi¨¦n en los campos de la econom¨ªa real y del comportamiento de los agentes econ¨®micos. Tenemos precedentes. En los expansivos a?os sesenta se produjo un interesante debate econ¨®mico en Catalu?a centrado en dos asuntos: la capacidad financiera de la burgues¨ªa aut¨®ctona y el tama?o de las empresas. Esa discusi¨®n es ¨²til hoy a nivel general: entonces el microcosmos catal¨¢n se abr¨ªa un nuevo mercado interior m¨¢s evolucionado, y hoy el microcosmos espa?ol se abre y se penetra de un mercado a escala europea.Ex¨¦getas, economistas e h¨ªstoriadores (Jacinto Ros Hombravella, Francesc Cabanal Ernest Lluch) rescataron de los maestros de los a?os treinta (Joan Sard¨¢, Lluc Beltr¨¢n) el an¨¢lisis de las causas de la endiablada historia de las finanza,. aut¨®ctonas. Quer¨ªan comprender los defectuosos intentos del pasado para evitar su reencarnaci¨®n, aunque luego en alg¨²n caso malhadadamente se repitieran. Paralelamente al debate lleg¨® la realidad con las rebajas. Y la crisis del primer grupo financiero catal¨¢n desemboc¨® en nueva frustraci¨®n.
Una lectura anticipada de la reciente recapitulaci¨®n de la aventura del Banco de Barcelona (El fracaso de la burgues¨ªa financiera catalana, de Juan Mu?oz) de los primeros a?os veinte quiz¨¢ hubiera constituido buena vacuna para soslayar posteriores desenlaces negativos. Pero de ese estudio, y de las realidades recientes, surgen conclusiones pr¨¢cticamente definitivas. La reincidencia en la heterodoxia y la precipitaci¨®n hist¨®rica acaban por convertir las aventuras bancarias en un suicidio. El ilusionismo del poder es el nudo gordiano de esta desgracia.
Calladamente, otras trayectorias que suscitaron menor atenci¨®n cincelaron en los ¨²ltimos a?os modelos eficaces. As¨ª sucedi¨® en el ¨¢mbito catal¨¢n con la banca familiar practicada por las cajas, con la banca mediana comercial, con la especializaci¨®n en productos y servicios o mediante la conexi¨®n sin p¨¦rdida de personalidad hacia la gran banca espa?ola.
Quien ignore experiencias como la catalana de entonces estar¨¢ condenado ahora a repetirlas a m¨¢s amplia escala. Los peque?os grandes ¨¦xitos y el enorme fracaso de las finanzas catalanas auguran hoy para las finanzas espa?olas algo que es tautol¨®gico, pero no siempre obvio: la viabilidad de los productos econ¨®micamente viables y emprendidos sobre pautas inequ¨ªvocamente profesionales. E interrogan tambi¨¦n hoy sobre la seriedad de los movimientos pendulares en los que la escenograf¨ªa del poder y del ¨¦xito no se base sobre s¨®lidas cuentas de resultados t¨ªpicos de la explotaci¨®n. Conviene no llamarse a enga?o, aunque inventos o inventores salvadores de las patrias dispongan -a diferencia del coronel de Garc¨ªa M¨¢rquez- de quien les escriba.La otra gran cuesti¨®n debatida hace m¨¢s de 20 a?os versaba sobre el tama?o de la empresa catalana. Eran los a?os del crecimiento desplanificado e intervenido y de la ampliaci¨®n de un mercado interior de consumo masivo inventado m¨¢s de un siglo antes por losfabricantes catalanes y sus arquet¨ªpicos viajantes de comercio. A la reestructurada industria manufacturera media textil y alimentaria se le un¨ªa la irrupci¨®n de la qu¨ªmica, la siderometalurgia y los transportes (autopistas). Este polo, junto a los sectores pesados vascos y a la industrializaci¨®n de Madrid -un fen¨®meno en el que se ha profundizado poco, pero que ha permitido a esta capital convertirse en ciudad-, vertebr¨® un renovado mercado espa?ol: focos locales que acabaron consagrando un haz com¨²n.
Se discut¨ªa entonces en Barcelona con pasi¨®n exaltada la calidad de la aportaci¨®n propia: ?era adecuado el tama?o de las empresas transformadoras, peque?as y medianas, en ausencia de gran industria pesada? Simposios y art¨ªculos conclu¨ªan que no y elogiaban las fusiones avant la lettre. Pero la depresi¨®n originada por el choque energ¨¦tico de los primeros setenta quebr¨® a la gran industria. La crisis consagr¨® el elogio de las -antes malditas- pyme como valor refugio. Eran las realidades existentes. El small is beautiful de Schumacher se convirti¨® en libro de cabecera. ?ramos peque?os y felices.
Dur¨® poco. La crisis acab¨® en expansi¨®n, y con ella, los valores refugio perdieron moda. Lo peque?o apareci¨® ¨ªnfimo y desnudo ante las coordenadas europeas. Nos enteramos de que el gigante de la Fiat se autoconsideraba casi pyme a nivel mundial. La necesidad de conglomerados de ra¨ªz espa?ola o de emparentamientos continentales apareci¨® como urgencia de competitividad en unos mercados internacionalizados en los que el jet sustitu¨ªa a los viajantes de comercio de la ¨¦poca gloriosa de la industrializaci¨®n. El mismo Gobierno socialista apadrin¨® las fusiones bancarias.
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Despu¨¦s del ajuste , ?qu¨¦ ?
Viene de la p¨¢gina anterior La vieja pol¨¦mica de la dimensi¨®n se hace ahora actual. Pero se echa en falta que alguien trace la nueva frontera de la econom¨ªa espa?ola. La reconversi¨®n industrial y bancaria culminada por los socialistas ha sido, pese a los altos costes sociales y al desgarro del antiguo tejido sociolaboral, un ¨¦xito. El ajuste respondi¨® a un esquema rotundo y comprensible. Hab¨ªa que sanear las empresas, de asm¨¢tico capital propio y endeudadas hasta el cuello, o cerrarlas. Ahora sobreviven. Pero para el m¨ªtico 1992 no basta ya con eso. Est¨¢ faltando la clara exposici¨®n de un nuevo horizonte tras el ajuste, el correspondiente a la fase expansiva: dotar de dimensi¨®n adecuada, multinacional incluso, a las empresas. Para ello resulta est¨²pida y ociosa la confusa discusi¨®n sobre los beneficios de las empresas. Constituye una gran noticia que los excedentes se hayan cuadruplicado en dos a?os. La cuesti¨®n est¨¢ en si tambi¨¦n los beneficios repartibles en forma de dividendos deben cuadruplicarse.
En este terreno no valen las lamentaciones m¨¢s o menos farisaicas, sino las propuestas de los agentes econ¨®micos y las pol¨ªticas claras y articuladas. La consigna de beneficios, m¨¢s; dividendos, los mismos tendr¨ªa aplicaciones complejas, pero sugerentes: estimular la investigaci¨®n y el desarrollo tecnol¨®gicos; dar un paso hacia una mayor libertad de amortizaciones para generar m¨¢s inversi¨®n productiva; articular contrapartidas empresariales de formaci¨®n y aprendizaje en cualquier plan de empleo juvenil que quiera ser sensato y no el crisol de todas las esquizofrenias patrias.
Dimensi¨®n de las empresas, responsabilidad y profesionalidad financieras, aplicaci¨®n de los excedentes. Son aspectos muy concretos del escenario econ¨®mico. Junto a ellos, otros muchos (infraestructuras, transportes, distribuci¨®n, pol¨ªtica social) est¨¢n demandando un planteamiento general desde el Gobierno y desde la academia. Una nueva frontera, que deber¨¢ ser menos sencilla que la del ajuste, entre otras cosas por la desorientaci¨®n general b¨¢sica de los agentes econ¨®micos y la subsiguiente variedad de los tratamientos a aplicar. Crear resulta m¨¢s dif¨ªcil que reconvertir. Gestionar la complejidad requiere m¨¢s complicidades sociales que sortear la crisis. Por ello hay que huir del vuelo gallin¨¢ceo, entrar en el verdadero debate y cuidar m¨¢s las actitudes para que sea fruct¨ªfero. ?C¨®mo se aprovechan los resultados de la reciente cura de caballo? Despu¨¦s de apretarse el cintur¨®n, ?qu¨¦?
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