Carlos III y Catalu?a

La atenci¨®n de varios ¨¢mbitos al bicentenario de Carlos III fue la oportunidad escogida por el departamento de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona para convocar el II Congreso de Historia Moderna de Catalu?a, que hab¨ªa de ofrecer una panor¨¢mica del principado en la segunda mitad del siglo XVIII, dominada por aquel soberano. Hoy parece llegado el momento de se?alar las principales novedades introducidas en nuestra imagen de la Catalu?a de la ¨¦poca.
En el terreno econ¨®mico, el proceso de crecimiento a lo largo de la centuria parece haber dado sus mejores frutos. La agricultura ha conquistado nuevas tierras, y se ha intensificado; incremento de los regad¨ªos, arrinconamiento del barbecho, introducci¨®n de utillaje, ensayo de nuevos sistemas de rotaci¨®n de los cultivos, inter¨¦s por la experimentaci¨®n agraria.
La industria se ha renovado y ha obtenido resultados sobresalientes en el sector algodonero, la punta de lanza de la revoluci¨®n industrial. El comercio ha experimentado un extraordinario auge, que se manifiesta en el continuo trasiego de mercanc¨ªas por los caminos y por las rutas mar¨ªtimas, con destino a mercados muy diversos, desde los situados en el propio ¨¢mbito regional hasta los centros mercantiles m¨¢s importantes de la monarqu¨ªa, a uno y otro lado del oc¨¦ano, y desde las plazas tradicionales del tr¨¢fico mediterr¨¢neo hasta los puertos del Atl¨¢ntico. S¨®lo a fines de siglo este crecimiento parece comprometido por la crisis, pero los cimientos est¨¢n bien afirmados y ser¨¢n capaces de resistir una prolongada coyuntura b¨¦lica para renacer en la centuria siguiente.
La prosperidad econ¨®mica ha tenido sus protagonistas. Si el reformismo borb¨®nico ha mantenido su voluntad de fomento en los distintos ramos, los promotores de la expansi¨®n han sido los propios agricultores, los miembros de los gremios, los marinos y los pescadores, los comerciantes y los fabricantes de papel, de zapatos o de tejidos` de algod¨®n. Todos ellos han contribuido al crecimiento material del principado, unas veces en estrecha colaboraci¨®n y otras veces entrando en conflicto, unas veces actuando individualmente y otras veces a partir de sus organizaciones profesionales.
La vida social transcurre en un cuadro pol¨ªtico delimitado por el Decreto de Nueva Planta. Los a?os han pasado y la hostilidad se ha apaciguado, con el consiguiente establecimiento de una l¨ªnea de colaboraci¨®n entre gobernantes y gobernados.
Catalu?a ofrece sus hombres a la Administraci¨®n borb¨®nica: Capmany colabora en el proyecto de las Nuevas Poblaciones, S¨¢?ez Reguart organiza el sector pesquero hispano, Portol¨¢ conquista California para el rey, Manuel Amat regenta el inmenso virreinato del Per¨², Constans¨® ordena las fortificaciones y las obras p¨²blicas de M¨¦xico, Virgili dispensa la medicina militar en Espa?a. No todo es quietud, sin embargo, y aunque en el principado no se produce nada comparable al mot¨ªn de Esquilache, la ciudad de Barcelona se agita contra el sistema de quintas, mientras la gente de mar Costa Brava se niega, a veces con violencia, a inscribirse en la Matr¨ªcula.
La propia v¨ªa
En cualquier caso, la prosperidad general, el consenso social y el ambiente de paz se convierten en un terreno abonado para la floraci¨®n de la cultura. Es cierto que el rey, siguiendo una tendencia generalizada en la ¨¦poca de las luces, trata de arrinconar la lengua catalana privilegiando el castellano como lengua ¨²nica de la monarqu¨ªa, y que encuentra obstinadas resistencias en la salvaguardia de la identidad ling¨¹¨ªstica, aunque tambi¨¦n recibe la adhesi¨®n de muchos de los mejores escritores catalanes.
De todos modos, Catalu?a inventa su propia v¨ªa a la Ilustraci¨®n, que alcanza su apogeo. As¨ª, la segunda mitad de siglo es un per¨ªodo privilegiado para el cultivo de la historia, de la literatura econ¨®mica, de los repertorios bibliogr¨¢ficos; es la edad de oro de la medicina catalana; es una ¨¦poca excepcional para el movimiento acad¨¦mico, que crea numerosos centros al amparo de promotores ilustrados; es una etapa de extraordinario dinamismo de las artes pl¨¢sticas.
La cultura se convierte en Catalu?a en un input para el desarrollo econ¨®mico: muchos de los edificios construidos tienen esta clara funcionalidad (lonja, aduana), muchas de las nuevas instituciones, tienen el fomento econ¨®mico . como principal objetivo (Junta de Comercio, Sociedades Econ¨®micas de Amigos del Pa¨ªs), muchos de los escritos se redactan para promover el progreso material del principado (Capmany, Caresmas), muchas de las escuelas creadas imparten estudios directamente aplicables a la industria o al comercio.
Catalu?a crece en n¨²mero y en buen nombre. Los catalanes se acercan al mill¨®n a finales de siglo, y a los ojos de sus vecinos dejan de ser belicosos y se convierten en el paradigma de la laboriosidad.
?Una imagen demasiado id¨ªlica del siglo XVIII contrapuesta a la demasiado negra estampa del setecientos de la represi¨®n pol¨ªtica y ling¨¹¨ªstica? Creemos que no.
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