El gru?ido de Europa
El cine europeo, espectacular o no, lleva mucho tiempo so?ando con un espacio propio, un mercado unificado que sirva de amparo para una industria y unos artistas condicionados por el ¨¦xito internacional del modelo estadounidense.Jean-Jacques Annaud es la respuesta europea -una de ellas, la que ha logrado llevar m¨¢s espectadores al cine- a esta situaci¨®n. Despu¨¦s de un deb¨² anticolonialista -La victoire en chantant- sobre hechos que dividen al continente, Annaud ha optado por buscar lo que lo une, los or¨ªgenes comunes. De entrada tuvo que remontarse hasta la prehistoria con En busca del fuego, una pel¨ªcula sin palabras pero con gru?idos, con h¨¦roes reducidos a lo m¨¢s elemental, que dan sus primeros pasos en el dominio de algunas fuerzas de la naturaleza.
El oso
Director: Jean-Jacques Annaud. Int¨¦rpretes: Tcheky Karyo, Jack Wallace y los osos Doc, Bart y Douce. M¨²sica: Kilippe Sarde. Gui¨®n: basado en Grizzli, de James Oliver Curwood. Francesa. 1988. Estreno en Madrid cines Palafox, Arlequin, Cristal, Bellas Artes (v. o. subtitulada) y Minicine Majadahonda.
Tras esta experiencia darwinista vino. Eco ayudando, El nombre de la rosa, en la que el ingl¨¦s suplanta al lat¨ªn y una enorme biblioteca, accesible s¨®lo a unos pocos, se constituye en el pasado conjunto. Ahora, a trav¨¦s de El oso, Annaud nos propone una f¨¢bula que hermana el antropomorfismo de los animales disneyanos con un sencillo mensaje ecol¨®gico.
La puesta al d¨ªa de Disney pasa por admitir en escena la sangre y la muerte, la realidad de una naturaleza impresionante -Dolomitas travestidos de monta?as canadienses- y por lograr que la ley del m¨¢s fuerte no impida crear v¨ªnculos de amor entre los animales. Su protagonista es un osito hu¨¦rfano en busca de familia que duda entre los de su raza y unos cazadores que le suministran leche condensada con la que apagar su glotoner¨ªa.
La historia, el argumento, es breve, tal y como corresponde a un mundo en el que la palabra ha quedado abolida tanto para evitar conflictos bab¨¦licos como porque es innecesaria, ya que s¨®lo hay que manifestar los m¨¢s elementales deseos.
Al margen de los m¨¦ritos t¨¦cnico-zool¨®gicos que comporta un proyecto de este tipo, lo mejor de El oso es que incluye una serie de secuencias inesperadas, unas de ¨ªndole casi documental, otras de pura ficci¨®n. Entre las primeras figuran las que muestran a los cazadores siguiendo un rastro y, sobre todo, a los animales haciendo una demostraci¨®n impresionante de su fuerza; entre las segundas, los sue?os del osito protagonista, que convierten unas ranas en peligrosos gremlins. El resto es un remake en carne, hueso y pieles de Bambi, realizado con tanta abundancia de paciencia y dinero como falto de rigor.
Para Annaud, la cuesti¨®n del punto de vista, que acostumbra a ser central en la obra de un cineasta, es inexistente, ya que tan pronto adopta el del osezno y muestra los caballos desde el ¨¢ngulo que corresponde a un animal que puede pasar por debajo de su vientre, como se sit¨²a tras la mirilla del fusil que apunta al oso.
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