El calvario de los estudiantes- guerrilleros de Birmania
La dureza de la vida en la jungla ha arruinado el sue?o rom¨¢ntico de combatir por la democracia
La llegada de tres estudiantes apenas provoc¨® extra?eza en Phalan, una aldea birmana perdida en la jungla a una decena de kil¨®metros del mar de Andaman. A partir del 18 de septiembre pasado, cuando el Ej¨¦rcito tom¨® el poder en Rang¨²n, los habitantes de la aldea hab¨ªan visto desfilar centenares de j¨®venes estudiantes que escapaban del r¨¦gimen para alcanzar las regiones fronterizas con Tailandia, bajo el imperio de las rebeliones ¨¦tnicas. Hu¨ªan de la represi¨®n militar que cost¨® la vida a millares de personas que se lanzaron a las calles paralizando el pa¨ªs en nombre de la democracia. El autor de este reportaje ha conocido el calvario sufrido por los j¨®venes birmanos que optaron por la lucha armada frente a la dictadura.
De los tres estudiantes que llegaron a Phalan, s¨®lo uno, que cursa estudios de Bot¨¢nica en la universidad de Rang¨²n, se atrevi¨® a hablar. "Tenemos miedo de los soldados birmanos, no est¨¢n muy lejos", explic¨®. Su ambici¨®n era intentar preparar la gran aventura de la revoluci¨®n, porque "en Rang¨²n ya no hay nada que hacer". "S¨®lo nos queda", a?adi¨®, "la alternativa de aprender a combatir, a luchar contra el r¨¦gimen de Saw Maung".Pero antes de iniciar su aprendizaje b¨¦lico, tuvieron que emplear cinco d¨ªas de dura marcha a trav¨¦s de la jungla y las monta?as por un sendero de contrabandistas antes de llegar a uno de los cuatro campamentos del paso de las Tres Pagodas, controlados por los m?n, una de las etnias rebeldes de Birmania, junto a la frontera con Tailandia.
All¨ª se juntaron a otros 1.400 estudiantes e intelectuales llegados en su mayor parte en las semanas que sucedieron al golpe militar. El cuadro rom¨¢ntico que hab¨ªan so?ado antes de abandonar la capital se vino abajo r¨¢pidamente. La primera visi¨®n que tuvieron fue la de decenas de j¨®venes tirados y con aire extraviado en el suelo de una caba?a pomposamente bautizada Hospital del Distrito. Son compa?eros de insurrecci¨®n postrados por la malaria, una enfermedad que no respeta a nadie en la regi¨®n. M¨¢s pronto o m¨¢s tarde, uno de cada 10 j¨®venes se ver¨¢ afectado per la malaria cerebral, que, si no se cuida debidamente, es mortal. A comienzos del pasado mes de diciembre se empezaron a contabilizar las primeras v¨ªctimas mortales.
Las medicinas y el dinero eran inexistentes. S¨®lo para el tratamiento de la malaria hubiesen sido, necesarios, seg¨²n un experto occidental, cerca de 50 millones de pesetas antes de que acabase- el a?o, teniendo en cuenta la llegada de nuevos grupos de fugitivos.
Esperanza frustrada
Esos 1.400 estudiantes y los entre 4.000 y 15.000 que se refugiaron junto a otras etnias, como los keren, m¨¢s al Norte, ten¨ªan todos, con peque?as diferencias de detalle, la misma historia. Manifeaciones en Rang¨²n o Mandalay, la esperanza de lograr una democracia tras 26 a?os de dictadura, la terrible represi¨®n, amigos y familiares asesinados, la desesperaci¨®n y la huida.
"Al principio, quer¨ªamos conquistar la democracia pac¨ªficamente. Hoy eso es imposible; la ¨²nica alternativa son las armas". As¨ª se expresa Naing Aung, que, con su cara de ni?o de 26 a?os, piel pulida y cuidada expresi¨®n, parece lo m¨¢s opuesto a alguien que se va a Ia guerra. Este joven m¨¦dico hab¨ªa huido de Mulmein (en el sur de Birmania) el 6 de octubre para alcanzar el paso de las Tres Pagodas 18 d¨ªas despu¨¦s. Junto a 600 estudiantes llegados al territorio m?n, puso en marcha el Frente Democr¨¢tico de Todos los Estudiantes Birmanos (ABSDF), un partido con representaci¨®n en las 11 regiones rebeldes.
Naing Aung y sus compa?eros -entre los que se encontraban algunas j¨®venes- parec¨ªan los m¨¢s necesitados. Aparte de medicinas, carec¨ªan de alimentos y vestidos. Los rebeldes m?n les hab¨ªan proporcionado arroz y pescado seco y hab¨ªan recibido una cierta ayuda de varias organizaciones de birmanos expatriados.
Sin embargo, esa precariedad de su situaci¨®n no les imped¨ªa reunirse, lo m¨¢s frecuentemente posible, para discutir sobre su futuro. "Estamos dispuestos a aguantar varios meses, un a?o o dos, si hace falta, para prepararnos militarmente, antes de iniciar el combate en las ciudades contra los soldados birmanos", afirma Sun Men, profesor de 33 a?os de edad. Pero para ese combate hacen falta armas. Naing Aung dice que est¨¢n en negociaciones con los m?n. ?stos tienen campos de entrenamiento para su propio ej¨¦rcito, el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional m?n (MNLA), en los que sus instructores han comenzado la formaci¨®n de una guerrilla de otros 800 estudiantes, pero todos de la etnia m?n, llegados a la zona. En esos tres campamentos la vida es m¨¢s ruda que en el paso de las Tres Pagodas. Un aut¨¦ntico ritmo militar en el que, salvo para quienes est¨¢n enfermos de malaria, el d¨ªa se inicia a las seis de la ma?ana y en el que hay dos sesiones de duro entrenamiento militar bajo un fuerte y h¨²medo calor, separadas por una clase de formaci¨®n pol¨ªtica.
La primera tarea de los instructores guerrilleros no pod¨ªa ser m¨¢s delicada: hacer marchar al paso a gentes que huyeron de sus pueblos y ciudades, precisamente porque no quer¨ªan marcar ese paso que les trataba de imponer el r¨¦gimen militar. As¨ª, a menudo, en la triple fila de estudiantes vestidos con prendas multicolores que progresa a lo largo del camino, los pies tropezaban y se equivocaban mientras el instructor cantaba r¨ªtmicamente el "un dos, un dos". ?nicamente los estudiantes de la etnia m?n ser¨¢n encuadrados en el MNLA y enviados al frente, a lo largo de la costa, cuando el per¨ªodo de instrucci¨®n haya concluido.
Torturas y ejecuciones
El r¨¦gimen birmano ha asegurado a los estudiantes birmanos huidos que no ser¨ªan molestados si regresaban a sus casas antes de que finalice el 31 de enero, fecha a partir de la cual pasar¨ªan a ser considerados como insurgentes. En principio, el plazo venc¨ªa el 31 de diciembre.
Varios centenares de ellos -seg¨²n Rang¨²n, 1.600- han escogido esa v¨ªa de regreso abierta por las autoridades. La desilusi¨®n, el desaliento ante las dif¨ªciles condiciones de la vida en la jungla, el alejamiento de sus familias, las promesas de democratizaci¨®n del r¨¦gimen y la amenaza de la malaria daban buena cuenta de su entusiasmo revolucionario.
Sin embargo, los numerosos testimonios de torturas y ejecuciones a que han sido sometidos los estudiantes arrepentidos han empezado a llegar a los campamentos rebeldes y han terminado por disuadir a un n¨²mero cada vez m¨¢s elevado de candidatos al retorno.
"Conocemos la suerte que el Ej¨¦rcito birmano reserva a quienes de nosotros han regresado a sus casas", asegura Thet Lwin, un estudiante de Ciencias F¨ªsicas de 21 a?os. "Al cabo de algunos d¨ªas, los soldados vienen a buscarles a sus casas y no se les vuelve a ver jam¨¢s", a?ade.
Otros estudiantes han tratado de buscar refugio en Tailandia, pa¨ªs que ya est¨¢ saturado de refugiados camboyanos, vietnamitas, laosianos, por lo que en principio se limit¨® a echar lisa y llanamente a los birmanos. Pero luego ha decidido, de acuerdo con Birmania, abrir un centro de acogida para esos estudiantes.
Hoy, los estudiantes siguen sum¨¢ndose a la guerrilla, pero ya con cuentagotas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.