Gran filme creciente
La carrera del norteamericano Jack Arnold fue una de las m¨¢s curiosas del Hollywood de los a?os cincuenta. Por entonces los estudios -que intu¨ªan el competidor que se les ven¨ªa encima con la televisi¨®n- comen zaron a dividir de un tajo su producci¨®n en filmes de lujo -que afrontaran esa incipiente competencia- y filmes de relleno. Los primeros eran destinados al escaparate y los segundos a hacer bulto en el fondo. Jack Amold, que proced¨ªa de la escuela del documental de guerra, fue uno de los directores artesanos destinados a engrosar ese bulto.
Bajo presupuesto
El incre¨ªble hombre menguante
Direcci¨®n: Jack Arnold. Gui¨®n: Richard Matheson. Producci¨®n: Albert Zugsrnith, para los estudios Universal. Estados Unidos, 1957.Int¨¦rpretes: Grant Williams, Randy Stuart, April Kent, Paul Langton. Estreno en Madrid: cine Bogart (en versi¨®n original subtitulada).
La mayor parte de sus pel¨ªculas se realizaron entre 1953 y 1959 En ocho a?os Arnold dirigi¨® (se ignora de d¨®nde sac¨® tiempo para dormir) 18 largometrajes, todos de g¨¦nero y con bajo presupuesto. Despu¨¦s se eclips¨® y su rastro, cada vez m¨¢s debil, reapareci¨® hace unos a?os en trabajos ocasionales para la televisi¨®n. Su nombre se hab¨ªa perdido. Y qued¨® el an¨®nimo, pero intenso, recuerdo de viejos t¨ªtulos sin titular, como Tar¨¢ntula, La mujer y el monstruo y El incre¨ªble hombre menguante. Joyas, especialmente la ¨²ltima del cine pobre de ficci¨®n cient¨ªfica, ese que, a la manera de La humanidad en peligro (Gordon Douglas), nadie ha superado, pues eran filmes que llevaban dentro ese derroche de inventiva que s¨®lo brota de la escasez cuando ¨¦sta coincide con el talento y cuando los urdidores de un filme se ven obligados a alargar la cortedad del dinero con la generosidad de sus ocurrencias.Douglas en La humanidad en peligro y Arnold en Tar¨¢ntula ya hab¨ªan desarrollado con talento la hip¨®tesis de la mutaci¨®n de una hormiga y una ara?a. Un a?o despu¨¦s, en 1958, Kurt Newman volvi¨® sobre la misma descarga argumental en The fly, esta vez con la mutaci¨®n de una mosca. Pues bien, El incre¨ªble hombre menguante procede de la inversi¨®n de esa misma hip¨®tesis argumental: ?y si no fuera el insecto el que crece, sino el hombre quien mengua?
De esta inquietante inc¨®gnita Zugsmith (productor; se entiende mejor esta aventura si se averigua que produjo tambi¨¦n Sed de mal, de Welles, y Escrito sobre el viento, de Sirk), Matheson (guionista) y Arnold (director) dedujeron una de las exploraciones m¨¢s ingeniosas y hondas del cine de terror, que pocas veces ha llegado, como aqu¨ª lleg¨®, a hilar tan fino sus negros bordados.
Su fuerza procede de la singularidad de su planteamiento, alimentada por la generalidad que ¨¦ste encubre. El duelo entre hombre y monstruo, el mito de san Jorge y el drag¨®n, n¨²cleo argurmental de esta serie de filmes, se convierte, gracias a tal planteamiento, en met¨¢fora de la trastienda terror¨ªfica que se esconde detr¨¢s de la aparente placidez de la vida cotidiana. De ah¨ª su perennidad, su eternidad incluso.
El se?or de una casa, reducido al tama?o de un insecto, descubre de pronto en la peque?ez de su hogar las distancias intransitables de su universo privado y la condici¨®n violenta y hostil de este universo. Una genial argucia argumental convierte as¨ª el bienestar en malestar, la confortabilidad en ¨¢mbito de horror, la placidez del sue?o ordinario en convulsi¨®n de una pesadilla extraordinaria.
La insuperable conjugaci¨®n entre aventura e inteligencia, entre juego y conocimiento, convierte esta humilde pel¨ªcula de relleno en un vuelo muy superior al de los herc¨²leos esfuerzos de la superproducci¨®n de aquel y de este tiempo; y esto hace del filme una obra parangonable con las m¨¢s astutas y luminosas de los grandes maestros de la negrura del cine de aquel y de este tiempo.
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